El viaje del elefante, de José Saramago
El ordenador, que en Argentina, país cuyos habitantes, si nos guiamos por lo que opinan los españoles, hablan raro, los españoles no, me refiero a los argentinos, el ordenador, decía, que en las tierras de Borges se llama computadora, aunque Borges nunca haya sabido de su existencia, espera fría y plateada al humilde proyecto de escritor que, con el rostro lleno de dudas, aunque sean invisibles a los ojos de los humanos, ya está sentando frente a la pantalla brillante; piensa, medita, no sabe, al menos por ahora, cómo reseñar, de manera correcta, que de forma incorrecta cualquiera puede hacerlo, el libro que acaba de leer, cuyo título es “El viaje del elefante” y cuyo autor es un tal José Saramago, que dicen los que lo leyeron, que escribe difícil, sin respetar las tradicionales formas de escritura, obviando puntos seguidos, apartes y también algunas mayúsculas, emulando un eterno diálogo, o quizás no tenía ganas de ser prolijo, palabra que en España no conocen y que significa ordenado y no ordenador.
Un dilema se hace presente, camina por entre las teclas, se detiene en la eme, mira a nuestro aun dudoso escritor amateur y dice Qué pasa, Nada, solo pensaba, En qué, En nada, No se puede pensar en nada, cuando uno piensa en nada está pensando en algo, En qué, En esa nada, No estoy para bromas, Yo se lo que te pasa, Eres un simple dilema, no un adivino de esos que se presentan con una bola mágica, no puedes saber lo que me pasa, Ya se que soy solo un dilema, pero no soy tonto, Yo no dije que seas tonto, Pero yo sí digo que eres tonto, Porqué, Porque no te animas a escribir mal de Saramago, Eso no es verdad, si su libro “El viaje del elefante” no es tan bueno como otros, lo diré, Mentira, No me acuses de mentiroso, Soy tu dilema, se lo que piensas, Déjame en paz. Roberto, que es el nombre del joven que no se anima a escribir mal del Premio Nobel de literatura, medita un tiempo más, sabiendo de antemano que la única conclusión posible será hacer de tripas corazón, capacidad de mutación que poseen los humanos, y poner en primer lugar su trabajo, dejando de lado la pasión, ese sentimiento que no nos permite ser imparciales; entonces, se frota la cara, como para eliminar la mala predisposición y comienza a escribir: “El viaje del elefante” no es la mejor novela de Saramago, aunque no es mala, digamos que todas sus obras, si las quisiéramos puntuar del uno al diez, sobrepasan los siete puntos, llegando algunas a diez, entre las que podemos mencionar, y esto es apenas una impresión personal, Ensayo sobre la lucidéz, La caverna y Todos los nombres; ocurre que cuando uno leyó esos libros, y se encuentra con “El viaje del elefante”, la sensación que queda es que nos encontramos ante una novela menor, en la que el escritor portugues no pudo o no supo plasmar toda su magia. Un periodista que pasa por ahí, no pudiendo evitar escuchar al joven escritor hablando en voz alta sin darse cuenta, entrega un dato que no es para nada menor, Mire a quien va dedicado el libro, Qué, Que mire a quién va dedicado el libro, Para qué, Para darse cuenta que el contexto en que fue escrito influye y mucho en su calidad literaria, Dedíquese al periodismo, no me moleste, Como quiera, aunque debería hacerme caso, No tengo porqué hacerle caso, no lo conozco, Está bien, vaya con Dios, Ajam. El periodista marchó, y el joven escritor, que como vemos es bastante malhumorado y no le gusta para nada que lo molesten cuando escribe, siguió con su tarea, sin embargo, a los quince segundos, no pudo evitar ir a la primeras páginas para observar la dedicatoria de Saramago, entonces se encontró con un “A Pilar, que no dejó que yo muriera” Perplejo, linda palabra esta, buscó información en internet y entonces comprendió un poco más, o bastante más, para ser justos; Saramago casi no termina este libro, porque tuvo que dejarlo por la mitad, abandonado, debido a sus problemas de salud, los mismos que un par de años después acabarían con su vida; Pilar, su mujer y traductora de sus libros, cuidó de él y entre ambos, con mucho esfuerzo, lograron terminar la edición, de ahí la dedicatoria y los nuevos dilemas del reseñista o reseñador, como se diga, que piensa ahora, una vez más, Cómo lo voy a criticar, cómo puedo hablar mal de esta obra si fue escrita con el alma, con todas las ganas del mundo, dejando, casi, literalmente, la vida en ella. Pero debo cumplir con mi trabajo, mejor sigo, puedo contar, por ejemplo, que la historia narra el viaje de un elefante que atravesó varios países de europa, a mediados del siglo XVI, cuando el Rey de Portugal, Juan III se lo entregó como regalo a su primo, el Archiduque de Austria; a través de doscientas ochenta y ocho páginas acompañaremos a Salomón, que este es el nombre del elefante, aunque luego, por diversas peripecias que el lector de esta reseña puede descubrir adquiriendo un ejemplar del libro, cambiará su nombre, o mejor dicho se lo cambiarán, para pasar a llamarse Solimán; pero no solo acompañaremos al elefante, sino también a Subhro, otro al que le cambiarán el nombre, y que es su cornaca, palabra que define a quienes conducen a un elefante, un indio al que nos llevará un tiempo olvidar, tal es la profundidad de su ser. Ambos, junto con una gran comitiva de militares, carros tirados por bueyes y ayudantes varios, recorrerán media Europa para lograr el objetivo de llegar a Austria, el nuevo hogar de Salomón, o Solimán. A lo largo del camino, atravesando sierras, montañas, valles, mucha nieve, lluvia y sol, iremos conociendo a los personajes y cuanto más los vayamos conociendo, más iremos queriendo al elefante, que en todo momento demostrará su entereza, su compañerismo, su corazón, frente a las miserias de las que somos portadores los hombres; el lector, que se sentirá parte del viaje, comenzará a sentir pena por el animal, quien pagará en todo momento las consecuencias de los caprichos reales y las penosas actitudes de las personas, viéndose envuelto en miserias, odios, celos, competencias y tantas otras idioteces que el contraste del verdaderamente humano elefante remarcará más. Por supuesto que en todo momento de la historia nos encontraremos con destellos de la magia del escritor portugués, quien nos deleitará con sus ironías, sus críticas a las instituciones, con la iglesia a la cabeza, y por supuesto, sus magníficos pensamientos acerca del mundo, ese que durante toda su vida se dedicó a analizar. El final del libro, sorprendente, será una lección más que con su mensaje nos llevará a sufrir eso que nos pasa cuando cerramos un libro pero este se niega a cerrarse del todo, porque permanece en nuestra mente algunas horas, a veces días, con su moraleja y, en este caso, con esa sensación de incertidumbre acerca de la condición humana, o no tan humana, de aquellos que llamamos animales a los seres más razonables y cabales del planeta.
Roberto Maydana
Magnífica reseña, Roberto. Hábil manejo del lenguaje a imitación de nuestras tantas veces añorado Saramago. A los libros que incluyes con calificación de 10 uno añadiría “Ensayo sobre la ceguera”, pero ya se sabe, sobre gustos…
Quizá junto con “Memorial del convento” y a falta de leerme “Caín” que aún me espera, este “Viaje del elefante” deja un poco decaído al lector; pero este libro, a diferencia de otros, -a mi modo de ver- tiene más recorrido o, mejor dicho, es de efecto retardado.
Después de varias vultas, llego a la conclusión de que el Nóbel pretendía, además de recrear un viaje que parece fue real y parece que está documentado, demostrar que la idea de una Europa unida es posible. No sólo posible, sino necesaria. Creo que con su tremenda capacidad para la fabulación, aprovecha este hecho real para describirnos buena parte de Europa desde la Península Ibérica hasta la mismísima Viena.
Amando Carabias: gracias por tu comentario! Qué bueno que te hayas dado cuenta que intentaba imitar al maestro, con ese estilo tan hermoso y único que tiene! Sin dudas, todas sus novelas siempre dicen algo más ¡Y cuando uno las relee, parecen que dicen más aun!! Gracias!!!!!
Nunca he sido capaz de leer a Saramago, quizás por ese estilo tan suyo que defines con palabras en el comienzo de la reseña y muestras con la práctica a lo largo de ésta. He de reconocer, aún a riesgo de equivocarme, que más allá de su contenido (no puedo decir que la historia haya despertado mi pasión) has conseguido una oportunidad más para Saramago, quizás precisamente por eso, porque has sabido jugar con el estilo como juega él y porque has conseguido también, llegar a mi. Así que mis felicitaciones, alguna de sus obras que robaré de tu librería acaba de pasar a la cola de todas esas novelas que aún no reseñaste pero que ya me has recomendado. Ojalá que el tiempo no cambie esa capacidad que tienes para hacer que los que te rodeemos lleguemos a amar literatura.
Ojalá que el tiempo no cambie esa capacidad que tienes para hacer que los que te rodeemos lleguemos a amar literatura = lease: ¡Pesado! ^^
Gracias! Es que eso es lo bueno de todo esto, que entre los dos nos pasemos lo mejor que encontramos por el mundo, que no es mucho, pero, como la literatura, valen la pena. Gracias!!
Preciosa reseña. Aún no he leído “El viaje del elefante”, tengo otros pendientes que me llaman más la atención (“Levantado del suelo” o “El año de la muerte de Ricardo Reis”), pero incluso las obras “menores” de Saramago las disfruto. Quiero recomendar una de las menos conocidas y que me parece una joya que merece mil relecturas: “El año de 1993”. Saludos.