Todos conocemos el significado de viajar. Para cada uno de nosotros la palabra adquiere un sentido y unos motivos diferentes, claro, pero la idea básica es la de desplazarse de un lugar a otro. Y además, se supone que cuando se viaja la voluntariedad va implícita. Entonces, ¿qué es un viajero involuntario? A lo mejor sois más listos que yo y se os ocurren muchos ejemplos, pero en el momento en que leí el título del libro no se me ocurría nada y pensaba por qué y quién sería ese viajero involuntario.
Esta emotiva novela, escrita por Minh Tran Huy, novelista francesa de origen vietnamita, nos da las respuestas. Existen muchas clases de viajeros y, efectivamente, me equivocaba. No todos los viajes son voluntarios.
El libro en sí es una suerte de viaje, pues la narradora va hilando trayectorias y distintos personajes a lo largo de la novela. El viajero involuntario entrelaza historias, aunque la principal es la de la protagonista del libro, Line, una joven de origen vietnamita que descubre en un museo la historia de Albert Dadas, el primer caso de viajero involuntario o “turismo patológico” en el siglo XIX. Sorprendida por la historia, Line comienza a indagar más sobre Albert Dadas y su patología. Este hombre francés tiene una condición extraña: es incapaz de permanecer en lugar durante mucho tiempo, necesita viajar. Viajar sin rumbo, viajar en cuanto oye el nombre de una ciudad que no conoce, viajar aunque tenga que dejar su vida atrás. Estaréis de acuerdo conmigo que como patología es rara de narices. Parece divertida a simple vista, pero cuando esa necesidad es compulsiva, cuando no puedes decir que no y debes viajar aunque dejes atrás tu vida y ésta se rompa, una y otra vez, en pedazos debe de ser algo realmente traumático. El caso de este hombre fue estudiado durante más de veinte años por un doctor que logró dar con su patología y trató de ayudarlo.
Éste es un ejemplo de viajero involuntario, pero a medida que Line indaga empiezan a venirle a la memoria más tipos de viajes involuntarios. Recuerda a la atleta somalí Samia Yusuf Omar, quien participó en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y que conmovió a todo el mundo por su deportividad, a pesar de llegar última en la prueba. Samia no pudo participar en los siguientes Juegos Olímpicos porque murió en una patera cuando intentaba alcanzar Italia para poder continuar con su sueño de ser una gran atleta. Nadie quiere escapar así de su país, nadie quiere perder la vida en una patera, intentando logar lo que más le gusta. Es, digamos, otra forma de viaje involuntario. Un viaje que alguien no busca, pero que tiene que hacer.
Pero sobre todo, el hilo argumental de esta novela se centra en la propia familia de Line y principalmente, en la vida de su padre, un vietnamita que irremediablemente se convierte en un viajero involuntario. La guerra de Vietnam, la idea de un futuro mejor fuera de ese país, llevan a su padre hasta Francia, donde acude a estudiar y donde, finalmente, acabará por construir su vida.
En El viajero involuntario se entrelazan la voz de la protagonista con la voz del padre, quien va narrando su propia historia y la historia de su familia, también viajeros involuntarios. Personas que sin buscarlo (o al menos desearlo) se han visto forzadas a emigrar.
El libro es hermoso y emotivo. La narración se desarrolla lentamente, con un ritmo dulce, casi como si nosotros también estuviéramos viajando a lo largo de la historia. Es un excelente homenaje a todos esos viajeros involuntarios, viajeros que tuvieron que emigrar, algunos con mejor suerte que otros.