El viajero sin propósito, de Charles Dickens
Hoy salí de mi casa y recorrí las calles de Buenos Aires una vez más. El caos de la estación de tren, el tumulto, la gente que corre hacia ningún parte, de manera frenética y sin guía firme. El sol pega sobre los objetos, provoca olores y climas característicos que no pueden borrarse. Los perros buscan un espacio entre la gente y se cubren de los bolsos que cada persona carga para enfrentar el día de trabajo. Los semáforos son como trabas que nadie quiere tener y se apura a cruzar rápido la calle antes de perderse entre el caos otra vez.
En la rutina de todos los días, los paisajes que se hacen repetidos y parecen escenarios estáticos y sin animación. Es que el ambiente actual no trae nada nuevo y preferimos refugiarnos en historias de otros tiempos y otros lugares para lograr la famosa “novedad”. Lo hacemos a través de los libros, de las películas y las lecturas en general. Los espacios antiguos nos resultan más interesantes porque no nos son cotidianos y porque claro, ya no vivimos en una maqueta.
Charles Dickens fue, además del novelista de clásicos libros, un intrépido relator. Entre 1860 y 1870 publicó en un semanario diferentes crónicas en donde relata situaciones, escenarios, personajes y costumbres de la época. En sus cortos textos repasa aquellos lugares que le eran tan comunes a él pero tan interesantes para nosotros. Con la prerrogativa que da la vida en primera persona, se dedica a explicar la situación desde el ojo de ciudadano y viajero, y no tanto de escritor de ficción.
Tal vez los puntos más interesantes del Dickens relator son los paseos nocturnos que da por las ciudades. Nos retratas espacios de Londres melancólicos, barcos que parten con ciudadanos a otras partes o vecindarios apartados del ritmo de la gran ciudad. El escritor también se avoca a tiempos pasados: recuerda su infancia en la ciudad natal y cuenta anécdotas que le fueron relevantes. Tal vez la más interesante es la que menciona un viaje a Italia y la búsqueda de un personaje relevante.
Este pequeño libro, El viajero sin propósito, nos presenta una visión diferente de Dickens. Especial para quienes hayan leído demasiado de él, o nada (como es mi caso), este es un libro que permite reflexiones sobre los espacios del pasado y valora aquellas costumbres que hoy nos parecen muy lejanos pero íntimos a la vez. Al igual que los espacios que encontramos hoy en nuestros puntos de referencia cotidianos, Dickens nos transporta a sus espacios de comodidad y nos invita a viajar a través de los relatos.
Georgina Marrapodi
Estimada Georgina,
Gran breve relato el tuyo sobre una ciudad con tanta vida y tal bucólica como Buenos Aires. Y más grande aún por la unión que haces con un libro como este de Dickens. Justamente, en una situación más o menos similar, yo encontré el libre la semana pasada (en la misma edición con tapa azul) en la librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes, en Madrid. Decidí leerlo por dos razones: la tapa que me pareció una edición muy linda y digna de colección, y el título. Respecto al segundo punto, me parece que todos los viajeros tenemos un propósito (consciente o no), aunque nuestro propósito sea no tenerlo, y eso hace que un viaje pueda o no ser la aventura más grande (es una opinión personal). Comparto mucho tu visión sobre el rescate de costumbres y la capacidad que nos da viajar gracias a relatos ajenos.
Un gusto leer tu reseña y recomendación.
Saludos cordiales
Mauricio