Dicen por ahí que la fe mueve montañas, pero también que el amor es ciego y que los celos matan; cada una de estas sentencias pueden ser verdaderas, pero no es algo que ahora quiera ponerme a pensar; si las cito es porque se me ocurre pensar que de cada una de esas situaciones se puede sacar algo positivo: se trata de convertir el vacío en arte, ya sea una canción, un dibujo, un libro… Específicamente, los celos son, como decía el filósofo Michel de Montaigne, “de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio” y no es loco asegurar que los celos tienen una parte buena: han producido muchísima literatura gracias a la imaginación de la que se nutre el celoso. El vigilante del amanecer, de Eric Oms, narra, entre otras cosas, el sufrimiento, el dolor y la paranoia que atraviesa un celoso y sobre todo el modo en el que este síntoma puede modificar la vida de una persona.
Este libro nos adentra en la vida cotidiana de Andrés, un historiador que trabaja como directivo en una empresa y que tiene una fijación celosa con un ex integrante del ejercito llamado Arturo Forner, el gran protagonista de la novela; Forner, un atípico detective privado de vida solitaria, es la fuente de la que beben los celos de Andrés, quien sospecha que su mujer lo engaña con Forner. Obsesionado, Andrés decide empezar a investigar al detective y los capítulos comenzarán a pasar manteniéndonos a nosotros atrapados en sus páginas, tan adictivas como los mismos celos que sufre el historiador.
A lo largo de 286 páginas iremos conociendo a una larga lista de personajes primarios y secundarios bien construidos que jugarán, cada uno de ellos, un papel clave en el engranaje particular de la novela; porque cabe destacar que ésta tiene una estructura atípica dentro del género policial; en lugar de encontrarnos con un personaje-narrador omnisciente que lo va contando todo “desde arriba”, quien cuenta la historia aquí es el propio Andrés, pero de alguna manera lo hace “en vivo” haciendo partícipe al lector de los avances, retrocesos y consecuencias mentales que los idas y vueltas de la investigación van provocando en su persona y en su rutina; así, viviremos y sufriremos con Andrés las novedades que vaya descubriendo, pero también sus inseguridades, miedos y dudas a la hora de dar los siguientes pasos; a veces uno quisiera no ver la realidad, pero siempre es necesaria.
Como punto negativo, no puedo dejar de marcar que el libro requiere con urgencia un análisis detallado por parte de un profesional de la corrección, ya que posee muchísimos errores gramaticales que afean el conjunto de la obra; no obstante, se comprende (aunque no se justifica) este punto negativo cuando estamos hablando de un libro auto editado; los grandes y famosos escritores tienen toda una maquinaria detrás. El propio Gabriel García Márquez escribía con muchas faltas de ortografía. Los grandes autores, por suerte, solo se dedican a escribir sus historias y la gran maquinaria de apoyo que poseen detrás se encarga se pulir el producto final. El vigilante del amanecer, en cambio, es la primera novela de un autor novel que la trabajó todo a pulmón. Lo hermosa, original y atrapante historia que cuenta, no obstante, supera a estas deficiencias estructurales.
Siguiendo con la historia, es necesario resaltar que Andrés no es el único que la pasará mal en este libro. Arturo Forner, el investigado, es al mismo tiempo un detective que anda detrás de su propia investigación, resolviendo el caso de un hombre desaparecido. El investigado-investigador tiene sus propios conflictos personales (no es el típico detective de novela negra) que influirán definitivamente en su trabajo y en su vida; la aparición de su ex mujer, Beth (con una gran sorpresa) le abrirá a su taciturna vida la puerta a un cambio definitivo. Y si a eso le sumamos que Beth es la ahijada de Andrés, el investigador celoso, tenemos entonces un conjunto de personajes e historias encadenadas que funcionan a la perfección. Interesante.