Después de leer El crisol, me fasciné con Arthur Miller, y tenía ganas de conocer a su coetáneo Tennesse Williams, porque, si pienso en los grandes dramaturgos del siglo XX, son los dos nombres que me vienen a la cabeza.
Cómo no, había puesto los ojos en Un tranvía llamado Deseo, su obra más conocida, pero con la reciente edición de Cátedra he tenido la oportunidad de disfrutarla junto con El zoo de cristal, su obra más autobiográfica y su primer éxito, allá por 1944. Lo que no me esperaba es que la introducción y las notas al pie de página de Ramón Espejo me gustasen tanto o más que las obras en sí.
Quien haya tenido un libro de Cátedra entre las manos sabrá que es normal que estos textos complementarios sean extensos, pero no recuerdo otros libros en los que se haya entrado en detalles tan curiosos. Aparte de los habituales datos biográficos del autor, entre los que se destacan aquellos que se ven reflejados en El zoo de cristal, se explica la puesta en escena: iluminación, música, espacio, vestuario, utilería, simbolismos… En las obras de teatro que he leído en los últimos años (Qué haréis con este libro y El trámite), se pasaba de puntillas sobre estos aspectos, dejando todo el protagonismo al texto. Pero lo que más me ha sorprendido es que se remarque cada una de las meteduras de pata del autor: cuando en una escena dice que la protagonista lleva vestido y, al momento, es una blusa; cuando pone palabras en español en el texto original, pero las escribe mal…
Han escogido la edición de lectura de 1948, que es la que se publica con mayor frecuencia, aunque no la que siempre se representa, y pese a que resulte llamativo que no se corrigieran esas contradicciones y errores en su momento, es interesante adentrarse en el texto tal y como lo escribió su autor. No obstante, es una traducción, y las traducciones a veces no pueden ser totalmente fieles. Ramón Espejo también saca a relucir estos pormenores, explicando por qué se optó por una palabra o por otra para reflejar con la mayor exactitud posible el mensaje.
Por mucho que me hayan gustado las anotaciones del editor, no puedo olvidarme de hablar de las dos obras que aparecen en la presente edición. Por un lado, encontramos El zoo de cristal. Quizá no sea conocida por el gran público, pero fue la primera por la que Tennesse Williams obtuvo reconocimiento. En ella, Amanda, una mujer que añora su juventud perdida, azuza a su hijo Tom para que le presente algún amigo a Laura, la hija menor, que sufre una cojera y se aísla del mundo. Lo que no se imagina la madre es que Laura ya conoce al invitado especial escogido por su hermano.
En cuanto a Un tranvía llamado Deseo, no sé si a estas alturas quedará alguien que no sepa nada de ella. ¡Si hasta hay un capítulo de Los Simpson dedicado a esta obra! Por no hablar de la película de Elia Kazan protagonizada por Marlon Brando, un clásico del cine que forma parte de la cultura popular. En esta obra, el trío protagonista está formado por Stanley y Stella, que reciben la visita de la hermana de ella, Blanche DuBois. Enseguida se percibe que es un matrimonio tóxico, sin embargo, ven a Blanche como el verdadero desestabilizador de la relación. Aunque conocía el hilo argumental de esta historia, me ha sorprendido la riqueza de matices de los personajes y lo controvertido de sus comportamientos y de las situaciones. No me extraña que haya trascendido así y que haya mil y una versiones y revisiones.
Merece la pena leer El zoo de cristal y Un tranvía llamado Deseo, sobre todo a través de esta excelente edición de Ramón Espejo. No hay mejor forma de sacarles todo su jugo.