Reseña del libro “Elijo a Elena”, de Lucia Osborne-Crowley
El 10 de agosto de 2007 Lucia tenía quince años. Había salido con sus amigas un sábado noche, como cualquier adolescente. Cuatro hombres se acercaron a ellas y entre los cuatro rodearon a sus amigas. Un quinto hombre apareció entonces, llevándose de la mano a Lucia sin que nadie se diera cuenta: “me metió en un cubículo, echó el cerrojo y me agredió sexualmente, una y otra vez, y otra, y otra”.
Desde esa noche, la vida de Lucia cambiará radicalmente. Tanto a nivel psicológico como a nivel físico, su vida no volverá a ser la misma.
Elijo a Elena es el relato en primera persona de la propia Lucia sobre este episodio fatídico que le tocó vivir y las secuelas que dejaron en ella aquella noche los actos de un malnacido. En un relato durísimo, como podéis imaginar. Leer a Lucia es revivir con ella no solo aquel momento, sino los posteriores traumas y secuelas que quedaron en ella.
Lucia destacó desde pequeña en la gimnasia. Con doce años ya estaba en el equipo australiano que participó en el Campeonato Mundial y a los quince estaba entrenando para participar por segunda vez. “Llevaba el cuerpo al límite y luego aún le exigía un poco más”. Era una de las mejores atletas del país en su especialidad hasta que algo que nunca debería haber sucedido ocurrió.
En Elijo a Elena, Lucia, en sus propias palabras, narra “la historia de cómo se desaprende el deseo de desaparecer, de mi insistencia en ocupar mi propio cuerpo, en darme forma y sustancia. Es una historia de cómo se aprende a ser visible”. Porque aquella noche de 2007 alguien decidió hacerla invisible. Alguien quebró a la Lucia que estaba aún aprendiendo a reconocerse. Y ella, sin otro recurso, decidió sepultar el dolor y el trauma de lo que le había ocurrido ocultando a todos, borrando, ignorando aquella violación. Pero el cuerpo no entiende de olvidos y su estado físico se resintió. Lucia empezó a comprobar cómo los recuerdos traumáticos no solo afloran psicológicamente, sino que dejan huellas en nuestro cuerpo.
Lucia pasa por un auténtico calvario: dolores abdominales, vómitos, pérdida de sangre y de peso, idas y venidas a los hospitales, ingresos, diagnósticos erróneos, indiferencia, negligencias médicas, intervenciones. Porque el dolor femenino, como tantos otros temas femeninos en esta sociedad, no se toma en serio. Los médicos suelen dar por sentado que los dolores de las mujeres son por “causas emocionales” mientras que normalmente atribuyen el dolor masculino a un problema físico. El problema, en palabras de Lucia era “que nadie buscaba el problema”.
Lucia callaba: “en mi historia había un villano, pero tenía demasiado a enfrentarme a él. Mi mente lo había borrado porque pensar en él me resultaba insoportable”. Y diagnosticada con endometriosis y la enfermedad de Crohn todavía seguía callando. Porque la vergüenza, deshacerse de ella, en un proceso traumático como el suyo es lo más difícil.
Menos mal que Lucia eligió a Elena Ferrante. Menos mal que permitió que, en lugar de que un hombre violento en un baño la influya, sea Elena, con toda su fuerza, quien lo haga.
Elijo a Elena es uno de los relatos más crudos que he leído nunca. Y, aun así, a pesar de su dureza, es un libro bello. Un libro incómodo que te muestra la realidad tal y como es. Un libro que sacude. Que te hace elegir, siempre, a Elena Ferrante. A ti. A la misma vida.
Lecturas así son necesarias. Es de agradecer que se sea valiente para contar una historia así y hacerlo con respeto.