Hace unos días me decían por Twitter que este libro ya debería ser de recomendada lectura por el simple hecho de ser el primero en años de Bauman sin la palabra «liquido/a» en el título. Puede ser. Yo no soy para nada un experto en Zygmunt Bauman ni en su obra, aunque, claro está (y quién no), he visto alguna vez alguna de sus más conocidas obras, y llevaban esa palabra en el título. Aunque he de decir que una vez, con 17 o 18 años intenté leer uno de sus libros y no pude terminarlo, quizá fue la edad, quizá fue el momento, quizá fue el libro. Todavía lo tengo en mi librería con el marcapáginas en el punto en el que lo dejé. En el caso del libro que hoy nos concierne sí lo he terminado y, quizá por la edad, quizá por el momento o quizá por el libro, me ha gustado. Estoy hablando de Elogio de la literatura, donde el famoso sociólogo conversa con el editor italiano Riccardo Mazzeo y que publica Gedisa.
Me apasionan los libros por múltiples razones pero entre todas ellas hay una que sirve especialmente para hablar de este, y es que me parecen el recipiente perfecto para almacenar conversaciones que solo paran cuando el libro es cerrado. Puedes abrirlo en el momento de su publicación y la conversación está viva, puedes hacerlo cincuenta años después y, aunque quizá en cierta medida desactualizada, también seguirá viva. Parece que los autores, estén o no vivos, esperen con una sempiterna energía para conversar contigo. Siempre a la espera de que aparezcas como moderador para empezar a hablar.
En este caso, Riccardo Mazzeo decide cartearse con Bauman con el objetivo de crear con ello un libro, libro que en su edición española trae a nuestras librerías, como he dicho, Gedisa. 12 son las preguntas y 12 son los capítulos, con lo que no hay que hacer grandes cálculos para poder ver que probablemente los 12 capítulos concuerden con la 12 preguntas. Así es. Mazzeo elabora preguntas que a su vez son discurso teórico sobre el tema a tratar en el capítulo, tema que, por otro lado, aparece resumido en pocas palabras en el título. Siempre con una recargada (a mi modo de ver) visión trágica de la juventud que viene a conformar la próxima generación, estos dos intelectuales buscan la manera de hacer confluir sus respectivos ámbitos en un mismo cauce. Por un lado, el del italiano, la literatura; por el otro, el del polaco, la sociología. En este punto debo confesar algo: cuando escogí el libro, y al ya conocer el rumbo que seguían las obras de Bauman, me dije algo así como «vaya, por fin uno que no trata sobre sociología». No hagáis caso a mi terrible deducción. Lógicamente, como no podía ser de otra manera, también trata sobre sociología. Y mucho. Lo que puede servir como punto a favor para los que sean admiradores de las obras de Bauman y duden sobre si comprar este. Hacedlo, porque además aprenderéis mucho sobre literatura.
Ahí está el segundo punto importante (para mí): el amplio conocimiento por parte de Bauman de la literatura mundial, desde ficción hasta ensayo, desde los clásicos hasta contemporáneos (pero tampoco muy contemporáneos, porque hay bastante crítica a la literatura actual). Podréis leerles conversando sobre Calvino, Walser, Houellebecq, Hesse, Kafka, Gogol o Sontag, entre muchísimos otros en un abanico tan grande y amplio como puede llegar a serlo la extensión del libro (que cuenta con unas 170 páginas). Como decía, hay una fuerta carga de crítica hacia la sociedad actual, sobre todo hacia los más jóvenes y esa aparente inclinación hacia lo rápido, lo efímero, lo insustancial. Hablan del desastre de la «Twitteratura», de cómo parece que el individuo se esté conviertiendo cada vez más en un ser autista, de cómo las cosas no emanan una necesidad de ser trabajadas para después ser disfrutadas, del nuevo vocabulario, modas y música corrompidas. Me sabe mal tener que decir que yo también soy uno de esos jóvenes de los que ellos hablan. No quiero hacerles quedar mal. Y estoy leyéndolos a ellos y pensándolos y subrayándolos y anotándolos y, aunque pueda parecer mentira, disfrutándolos. También hay jóvenes que hacen eso. Y muchísimas cosas más.
En definitiva, en este Elogio de la literatura se encuentran de una manera espontánea muy pero que muy pensada 12 preguntas con sus 12 respuestas en las que sociología, literatura y, sobre todo, mucha opinión de dos personas con muchos años de búsqueda del anverso de la vida se dan la mano para construir un libro que, eso sí, de ser leído por muchos, ya sean jóvenes o viejos, convertiría este mundo en un mundo mejor. En una de esas elaboradas y extensas respuestas que caracterizan el libro, Bauman cita a Hesse para referirse a Walser en el sentido de que «”si tuviera cien mil lectores el mundo sería un lugar mejor” (desgraciadamente no los tenía y el mundo no es un lugar mejor).» Eso dice él sobre alguien ajeno, pero: ¿y si se puediera decir lo mismo de él?