Reseña del libro “Empezamos por el final”, de Chris Whitaker
Parte esta novela de una premisa que ya es todo un clásico. Después de una larga condena por asesinato, un hombre sale de la cárcel y regresa al lugar donde ocurrieron los hechos, una pequeña localidad donde todo el mundo se conoce. Su llegada desenterrará los fantasmas y secretos de una comunidad tan cerrada, sacará a la luz las deficiencias de la investigación original y reactivará los odios que permanecían larvados.
El que vuelve es Vincent King, tres décadas después de haber matado a la pequeña Sissy Ridley, hermana de su propia novia, Star. Con una pena alargada por el homicidio de otro preso en sus primeros años de encierro, la cárcel lo ha cambiado por completo, lógicamente. Pero no es el único. Los años transcurridos han dejado una huella profunda en Cape Haven, que así se llama el lugar. Su mejor amigo de la infancia, Walk, aún convencido de su inocencia, es ahora el jefe de policía Walker, enfermo y deprimido. Star rebota de un hombre a otro como una bola de pinball y tiene dos hijos, Duchess y Robin, que cuidan sus resacas. Y el propio pueblo está sumido en una crisis de desempleo y en medio de una transformación inmobiliaria que afecta a la casa de Vincent, la última en primera línea de costa, lo único que tiene.
Empezamos por el final es un libro engañoso. Posee un inicio de manual de novela negra, pero lo que se nos anuncia como un misterio en dos planos temporales abandona pronto la intriga criminal para centrarse en la historia de Duchess y su hermano, que emprenden un traslado a Montana. Allí, en una larga y calmada segunda parte, se convierte en un drama rural, casi un western, que reflexiona sobre el verdadero significado de los vínculos familiares y la dificultad para conceder segundas o terceras oportunidades a aquellos que más daño nos han hecho, todo ello envuelto en espléndidos amaneceres y salpicado por el duro trabajo de granja al que los dos niños se ven abocados por circunstancias que será mejor no revelar.
Esta parte dará la oportunidad de conocer mejor a dos inesperados protagonistas. Por un lado Walker, un policía con principio de Parkinson y ninguna hechura de héroe que sabe que se le acaba el tiempo y que únicamente un gran gesto final (exculpar a su amigo, arreglar la vida de Star y de sus hijos) dará sentido a una vida con pocas satisfacciones. Y por otro Duchess, la adolescente viva imagen de su madre, tan entrañable como llena de rabia, tan acertada en sus intuiciones como plena de errores en su manera de actuar.
Como el pasado no dejará de perseguir a los pequeños Ridley, cuando todo parece en calma una nueva tragedia nos llevará de vuelta a Cape Haven, en una sección final trepidante en la que los giros de guion se suceden de manera un tanto atropellada hasta la resolución, de nuevo centrada en la figura de Vincent King y en el malvado de turno, el promotor inmobiliario Dickie Darke.
Le han llovido las buenas críticas a Empezamos por el final. Uno de los thrillers del año para The Guardian, traducido a numerosos idiomas. En español lo publica Salamandra, siempre garantía de calidad. Whitaker cumple con la prosa, transmite la belleza tranquila de la costa y el esplendor pedregoso del interior, pero habrá quien no encuentre creíbles a sus personajes, en especial a Duchess, demasiado madura para sus 13 años, y a quien le falte algo de verosimilitud y de coherencia interna en la sucesión de saltos mortales que resuelven el misterio en la última parte.
No es un libro desdeñable, a pesar de ello, que seguro disfrutarán lectores de autores tipo Joël Dicker si tienen un poco de paciencia para la parte más lenta y que descubre a un nuevo autor al que, por lo menos, conviene seguir la pista.