Hay libros que apabullan solo por su extensión. Es el caso de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. ¡Siete volúmenes y casi tres mil páginas! Es una de esas obras que hay que coger con muchas ganas y mucho tiempo para no morir en el intento. Yo soy muy de clásicos, ya lo sabréis los que me hayáis leído más de una vez, pero también me gusta variar lecturas, por lo que no me veía dedicándole meses en exclusiva al señor Proust, aunque me intrigara saber por qué es tan famosa su magdalena, que hasta ha dado nombre a un efecto psicológico. Sin embargo, al ver que la colección la otra h, de Herder Editorial, publicaba En busca del tiempo perdido: El manga, he aprovechado la ocasión. Al fin y al cabo, si habían conseguido explicarme Crítica a la razón pura, de Kant, a través de un cómic, los creía capaces de condensar satisfactoriamente una de las grandes narraciones de la literatura occidental en apenas cuatrocientas páginas. Así que, finalmente, un solo día me ha bastado para descubrir la incógnita de la magdalena y quedarme con la boca abierta por la revolución que debió ocasionar esta obra cuando fue publicada, hace un siglo ya.
Todo empieza con la famosa magdalena, que evoca en el protagonista y narrador de esta historia los recuerdos de su vida. El repaso a su infancia y primeros amores, así como su afán de codearse con la alta sociedad son temas recurrentes en la literatura de la época, por lo que me sentí en terreno conocido durante las primeras páginas. Y entonces, ¡zas! Una escena de sexo. Y luego otra y otra. Pero lo más sorprendente no fue eso, sino que estaban protagonizadas por hombres con hombres y mujeres con mujeres. El sexo y la homosexualidad cogían relevancia en la trama a medida que avanzaba, y no dejaba de pensar hasta qué punto Proust había sido explícito o sutil en la descripción de esas escenas. Seguramente, esta sea una de las primeras obras literarias con tantos personajes homosexuales y, ahora que ya he saciado mi curiosidad con la magdalena, me intriga saber si este libro sufrió censura por ello.
A simple vista, En busca del tiempo perdido es una historia de líos amorosos y frivolidades de la alta sociedad, pero entonces llega el final y Proust da una vuelta de tuerca que enlaza todas esas banalidades para que adquieran un significado lleno de trascendencia. Y es que, a través de los sentimientos con los que evoca sus recuerdos el protagonista, Marcel Proust nos da una lección magistral del valor de la memoria para que nuestro pasado persista y para que todo —nuestra vida, nuestro mundo— adquiera sentido al final del camino.
Soy consciente de que con En busca del tiempo perdido: El manga no he podido conocer la forma de escribir de Proust, que, según dicen, se caracteriza por frases interminables, en un continuo monólogo interior, algo imposible de representar en un cómic. Pero ya no tengo miedo de enfrentarme a esta obra, y sé que la leería con ganas. Ahora solo falta encontrar el tiempo para embarcarme en esa titánica lectura, y no descarto buscarlo algún día, porque ya no me cabe duda que dedicárselo a Marcel Proust no será tiempo perdido.
Gracias Esther, tendré que leerte más pues quiero empezar a leer los clásicos de la literatura universal, y la obra de Proust es un ejemplo. Saludos
Hola, Mario:
Mis compañeros de Libros y Literatura y yo hemos reseñado muchos clásicos, por lo que puedes echarles un vistazo para decidirte por algún título. La colección La otra h, que menciono en esta reseña, ha adaptado al manga varios clásicos, por lo que también son una buena vía para acercarse a ellos antes de aventurarse a las obras completas.
Saludos.