Reseña del libro “En el muro de Berlín. La ciudad secuestrada (1961-1989)”, de Sergio Campos Cacho
De niña, fui al Colegio Alemán durante cuatro años. Ahora, apenas recuerdo palabras sueltas de ese idioma, pero lo que me apena más es no acordarme de la historia que nos contó Frau March, una de las profesoras. Ella fue la primera persona que me habló del muro de Berlín. Había sufrido la separación de su familia por esa muralla de hormigón de 156 km. Nos explicó también la situación política de aquella época, y cuando llegué a casa, se la conté a todo el mundo, aunque yo por entonces apenas tendría diez años y era incapaz de pronunciar los apellidos de los mandatarios alemanes de uno y otro lado del muro. Por eso mismo ya no recuerdo la historia que nos contó, solo la tristeza que destilaba cada una de las palabras de Frau March. De ahí que me interesara por el libro de Sergio Campos Cacho, que lleva viviendo en Alemania más de veinte años. Quizá En el muro de Berlín. La ciudad secuestrada (1961-1989) me hiciera recordar detalles de esa historia olvidada pero que dejó poso en mí.
Como señala el autor en las primeras páginas, el Muro de Berlín se ha convertido «en el símbolo de las nuevas fronteras que se han seguido levantando por todo el planeta», pero su objetivo en esta obra es devolverle «su esencia real, la del escenario del crimen comunista». Todos sabemos que el Muro de Berlín se construyó en una madrugada, se mantuvo en pie durante más de veintiocho años y cayó en apenas unas horas, pero Sergio Campos Cacho pone el foco en las ciento cuarenta víctimas mortales (una cifra que ha sido cuestionada por algunos investigadores y que no deja de ser simbólica) para hacernos ver qué supuso realmente en la vida cotidiana de los berlineses. Nos dice sus nombres, en qué punto exacto murieron y en qué circunstancias, hasta las consecuencias con las que lidiaron después sus familiares.
De esas víctimas, treinta y una no tenían intención de cruzar el muro; las restantes murieron tiroteadas o ahogadas. También fallecieron ocho guardias en sus enfrentamientos con fugitivos. Y hubo unos cuantos idealistas que dieron su vida por denunciar el régimen. Esta crónica trágica está ilustrada con mapas y con fotos de la época, así como con discursos y noticias de entonces y con referencias a análisis posteriores.
No se olvida de explicar la complicada coyuntura de Berlín, ocupada por cuatro países tras la Segunda Guerra Mundial, y critica a los servicios secretos occidentales, que supieron desde el principio las intenciones de la RDA, pero permanecieron impasibles porque, a fin de cuentas, ese muro suponía «la desactivación de toda amenaza y de cualquier intento de entrar en guerra». Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética suspiraban de alivio.
En los capítulos finales, reflexiona sobre el fracaso del régimen comunista y sobre las cicatrices que aún perduran en la ciudad, arquitectónicas y psicológicas. Estas confluyen en la controversia respecto a si el Memorial de la Bernauer Strasse es adecuado o no. Según Sergio Campos Cacho, supone una abstracción de lo que fue el Muro de Berlín: expone la biografía de las víctimas, pero no dedica una sola línea a contar que la represión comunista fue la culpable de tanto sufrimiento.
No cabe duda de que En el muro de Berlín. La ciudad secuestrada (1961-1989) es una obra con una profunda documentación, respaldada por las dos décadas que el autor lleva viviendo en la ciudad y tomando el pulso a sus ciudadanos. Creo que es una buena forma de conocer el contexto histórico que rodeó la existencia del Muro de Berlín y, sobre todo, un reconocimiento a las víctimas. Porque detrás de las cifras siempre hay nombres y apellidos, unas ilusiones y un proyecto vital que se rompe para siempre. Y eso es lo que realmente importa en cualquier tragedia histórica.
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