En la cocina con la drama mamá, de Amaya Ascunce
Mi madre, cuando era pequeño pronunciaba frases que yo no entendía. Una de ellas era cuando seas mayor, comerás dos huevos. Y yo me la quedaba mirando, con mezcla de extrañeza y horror, porque a mí los huevos no me gustaban un pelo, y porque no entendía qué narices era eso de hacerse mayor. Pero lo que no me dijo mi madre era que para comer dos huevos había que freírlos, había que poner aceite hirviendo y soltar el huevo como si aquello fuera una bomba a punto de estallar y tú no supieras qué cable cortar. Así que la primera vez, pasados los años, que yo me puse manos a la obra para freír un huevo, ella miraba de lejos, con esa mirada de reojo que la caracteriza y se reía para sus adentros, sintiendo ese regocijo que sólo una madre puede tener, a saber: que su hijo está creciendo y aprendiendo, y como buena madre adicta al drama que era, que su hijo se iba a quemar, ¿no lo ves?, si ya te lo decía yo que me tenías que dejar a mí, que tú para la cocina ni fu ni fa, que eso de los huevos parecía fácil y mira como lo estás poniendo todo, quita, quita. Así que, tiempo después, cuando cae en mis manos “En la cocina con la drama mamá” llega a mis manos, me doy cuenta que las madres tienen dos lados: el puñetero y el del amor más incondicional.
El caso es que el término “drama mamá” lo conocía por el anterior libro de Amaya Ascunce que, como ya dije en su reseña, me pareció arte puro porque transcribía, palabra por palabra, aquellas frases que las madres habían proclamado a los cuatro vientos y que convirtieron a toda una generación en hijos a puntito de caer en el abismo por cualquier tontería. Pero no contenta con eso, va la autora y me saca un libro de cocina que nos sirve para ver algunas recetas (todo buen libro tiene que tenerlas) pero que nos invita también a saber qué proceso se puede seguir cuando nuestra madre nos ayuda a cocinar. Yo he aprendido mucho, quizá por ello, según leía este libro me iba reconociendo en todos aquellos improperios y “mira nena, mejor lo dejamos” porque mi madre es igual de excesiva en sus formas y el contenido de sus frases estaban más cercanas a una sustituta de Scarlett O´hara que a una persona real. Mi madre gritaba, se sofocaba, y sus ojos llameaban cuando lo que se supone que había que cocinar se acercaba más a un plastón de algo sin identificar que a comida de verdad. Pero creo que, hoy en día, libros como este animan al lector a entrar en un proceso que, aunque duro, es satisfactorio porque une a dos personas, y además, provoca experiencias compartidas que, el día de mañana, los dos recordaréis con verdadero cariño.
“En la cocina con la drama mamá” es un libro de recetas, pero también no lo es. Lo es porque, como es obvio, aparecen recetas que se pueden hacer, elaborar y tiempo después degustar y alimentarnos. Pero no lo es, porque también es un libro de experiencias en las que más de uno nos veremos reconocidos, y con el que entenderemos que aquella relación amor – odio por las madres no deja de ser una cosa natural, del día a día. ¿Se puede decir, habitualmente, que con un libro de este tipo uno se ríe a carcajada limpia? Desde luego, yo no lo puedo decir en muchas ocasiones (si es que, si mi memoria no me falla, lo he hecho alguna vez). Amaya Ascunce puede decir lo que quiera en su libro, puede decir que la exageración forma parte de ella misma, que hay veces que dramatiza más de la cuenta en lo que nos cuenta, pero nadie puede echarle en cara, al fin y al cabo, todo aquel que como ella ha crecido con una madre adicta al drama (y todas tienen ese punto dramático que las hace tan especiales) que nos haya traído bajo el brazo un libro que sea divertido, que te enseñe recetas, y que además puedas recomendar a todo bicho viviente, para poder decirse a sí mismo que coño, que estos somos mi madre y yo, que mi madre diría lo mismito, sin quitar ninguna coma, y mira que ha pasado tiempo, pero ella sigue erre que erre.
Las madres son todo sabiduría, pero a veces mal entendida. Y los hijos somos todo sabiduría aunque según ellas, sin que sepamos centrar nuestra atención. Pues bien, no sé si con “En la cocina con la drama mamá” nos volveremos seres más centrados (en realidad, ¿a quién le interesa centrarse en esta vida si le ha ido bien sin serlo?), pero lo que sí sé es que, una vez terminado lo que se nos ofrece, podremos mirar a la cara a nuestra madre y decirle: “ajá, te he pillado, todo eso de cuando seas mayor comerás dos huevos no era más que una amenaza velada” mientras ella nos responderá: “que amenaza, ni que amenaza, estate atento a la sartén que como me la quemes otra vez, me vas a la ferretería y me compras la más cara que haya”.
2 comentarios en «En la cocina con la drama mamá»