En llamas, de Suzanne Collins
La venganza es poderosa. Ansiar la destrucción de otro es un sentimiento que puede llegar a mover montañas. Pero la venganza tiene un lado flaco, un agujero que, normalmente, se olvida para aquel que tiene la intención de eliminar lo que le molesta. Ese punto ciego, no es otro que el de la persona a destruir, porque, cegados por el odio, por el resentimiento, por la olla a presión que hierve en la sangre de la venganza, pensamos que ésta se sirve en plato frío, cuando son los demás los que nos pueden hacer ver que en realidad, el plato está “En llamas”.
El Capitolio ha decidido vengarse. Katniss les puso en evidencia en las anteriores juegos del hambre, y ahora se van a cobrar su tributo. Organizarán unos “juegos del hambre” especiales, en los que Katniss estará más en peligro que nunca. Sin embargo, lo que el Capitolio no sabe es que la revolución de los Distritos está cerca de alzarse, arengando a las masas a hacer frente a la dictadura, empezando una guerra que, parece, no tendrá un final feliz.
Lo que parecía una simple novela juvenil, se ha convertido en todo un himno. Porque Suzanne Collins nos advierte en este libro de los peligros de la guerra. Construye un libro un poco más violento que el anterior, donde los poderosos quieren derrocar la imagen de la revolución. Pero como ya sucedió en la primera parte de “Los juegos del hambre”, este no es sólo un libro de ciencia ficción con el que pasar el rato. “En llamas” es un ejercicio de reflexión sobre las consecuencias de la guerra, sobre la traición de un Estado que, se presupone, debe salvaguardar los intereses de sus ciudadanos, es un grito sobre la valentía de unos pocos para hacer del mundo un lugar mejor. Aunque no debemos equivocarnos, como en todo conflicto, como en toda batalla (tanto interna como externa) hay consecuencias imprevisibles, efectos de la lucha que no hacen gracia, y que nos ponen los pelos de punta. Porque así lo imaginó Suzanne Collins en estas novelas. Un futuro mejor, labrado por la sangre del pasado. Y es en este escenario donde los tributos, los personajes principales de “En llamas”, sacan su lado más amargo, su violencia, sus ganas de vivir, para poder luchar contra aquello que les oprime y que no les deja respirar.
Una trama más lograda, un escenario enrevesado donde las agujas del reloj juegan en contra de los personajes, pero a la vez un conjunto mucho más elaborado, donde “En llamas” nos invita a jugar con los protagonistas, sentir el calor del fuego que está a punto de incendiarnos, de quemarnos vivos. Un magnífico interludio que nos sienta las bases, nos advierte, nos hace señales de alerta, para lo que está por llegar, por sucedernos como espectadores de esta guerra que no tendrá vencedores y vencidos. O quizá sí, pero desde luego no como los esperamos. Porque ya se sabe que en las mejores batallas, aquellas que se libran por la libertad de uno mismo, hay ciertos sacrificios que hacer para salir indemnes. Y Suzanne Collins nos ofrece uno, y de los grandes, convertido en una novela fantástica en la que sumergirnos y no poder dejar, por mucho que lo que leamos nos dé escalofríos.
El siguiente camino, el recorrido que nos falta, será una revolución en masa, una bomba que manejar para que no estalle en nuestras manos. Pero eso, queridos lectores, es otra historia que contaré en la tercera parte…