Reseña del libro “En los Huesos” de Pepa Maldonado y Mar Alonso
Aquellos que acostumbran a valorar los cuentos por la longitud del texto escrito sin duda podrán decir que En los huesos es una colección de relatos cortos, incluso de microrrelatos con algún nanorelato, que bien podría ser incluso considerado aforismo, sin embargo para quienes preferimos contar emociones a contar palabras, En los huesos es una colección de relatos inmensos en los que la parte no escrita es difícilmente mensurable porque su tamaño y diversidad será tan grande como el número de lectores que acierten a tenerlo entre sus manos. Dibuja Pepa Maldonado unos textos (y sí, digo dibuja porque aunque el libro está magníficamente ilustrado por Mar Alonso y el trabajo de ambas en conjunto les haya hecho ganar el I Premio Soledad Verdú de cuentos con ilustraciones promovido por la familia Verdú Rotellar, la editorial Adeshoras y la asociación AMEIS, la sensibilidad artística de la autora permite decir que sus textos los dibuja, como permitiría decir que los compone) cuya lectura se disfruta, por supuesto, pero que además dan pie a muchos otros relatos, reflexiones, emociones, que son la parte del lector pero que no nacen por casualidad, si están ahí es porque la autora los sembró.
Hasta tal punto son fértiles estos cuentos que en ocasiones la autora vuelve sobre las ideas que propiciaron su nacimiento y escribe sobre ellas cuentos diferentes. Me podrán decir que algunas de ellas, los viajes en el tiempo o la eliminación de recuerdos, por ejemplo, son ideas muy frecuentadas por la literatura, aunque generalmente desde una óptica más propia de la ciencia ficción, pero Pepa Maldonado construye sobre ellas relatos diferentes, no complementarios ni secuelas o precuelas, relatos diferentes. Algo me dice que cuando una idea viaja de la mente de Pepa Maldonado al papel es porque previamente la ha madurado tanto que está cerca de la obsesión, como por otro lado procede en el caso de una buena escritora. Permítanme que destaque una de estas ideas recurrentes, que me parece un absoluto rasgo de brillantez: hay tres relatos que son la transcripción de un audio descriptivo para ciegos de una escena de esas archiconocidas láminas en las que se busca a Wally. Uno puede pensar que construir un relato sobre una de esas escenas no es sencillo, pero hacerlo en tres ocasiones, que las tres sean distintas y el resultado no sea repetitivo y que uno incluso pase las páginas esperando una cuarta verdaderamente es una clara señal de que la autora posee una mirada tan poco habitual que es capaz de convertir en literatura todo lo que toca.
Aunque hay muchos temas, manías y obsesiones, diría que hay uno que está presente por encima del resto y es la soledad o tal vez sería más acertado decir que es la incomunicación. No son relatos cómodos, no se trata solo de leerlos e imaginar finales más o menos felices, son relatos que ponen al lector en situaciones en las que puede que no se sienta directamente concernido (o sí), pero que no puede esquivar. Uno no sale indemne de este libro y si pudiera ser cierto lo que ocurre en uno de los relatos y registrara lo que piensa y siente el lector, al cerrarlo multiplicaría considerablemente sus páginas.
Son relatos muy pegados a tierra, por más que algunos sean futuristas (y en cierta manera nos alerten sobre las nuevas tecnologías), otros más o menos fantásticos y en muchos la realidad se torne flexible, adaptable, somatice las emociones de los personajes, por decirlo de alguna manera. Algunos son sutiles, otros contundentes pero todos ellos tienen algo en común: lo que pasa ocurre a los dos lados del papel, ninguno es un mero entretenimiento que uno lee y pasa a otra cosa como si nada.
Es para mi un imperativo moral citar siempre a los ilustradores, más en el caso de esta editorial en la que tienen un papel tan destacado, pero en En los huesos no se trata de una decisión derivada de un compromiso que pueda yo tener con visibilizar a quienes colaboran en hacer de un libro lo que es, en esta ocasión sería una obligación para cualquiera que haya disfrutado de este libro ya que los textos de Pepa Maldonado no serían los mismos sin las ilustraciones de Mar Alonso y es gratificante que ambas hayan recibido un premio por esta labor. Sería interesante una colaboración a la inversa, en lugar del ilustraciones a partir de los textos, textos a partir de las ilustraciones. Estoy convencido de que el resultado sería igualmente brillante y tan difícilmente abarcable como lo ha sido este.
Y finalmente unas palabras acerca del premio. Tuve la fortuna de asistir a la presentación de este libro y gracias a ellos conocer no solo la labor de la Asociación de Mujeres Escritoras e Ilustradores (AMEIS), que es un placer poner en valor, sino también poder escuchar testimonios acerca de la figura de Soledad Verdú, en la que no me detendré por por ser ese el objeto de esta reseña pero que bien merece ser recordada no sólo como merecido homenaje a su carrera, sino por no perder la esperanza de que el periodismo puede ser otra cosa que lo que acostumbra a ser hoy en día.
Andrés Barrero
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