Hay libros que te exigen rapidez, no prestar atención a los detalles, ir al grano y sumergirte en una buena historia. Que te metas de lleno, que te creas todo lo que te dice sin dudar, que devores sus páginas porque estás atrapado en ellas y seguir el único camino que tienes, que no es sino seguir leyendo para averiguar cómo va a acabar el drama.
Y después hay otros para leer con calma, con paz y tranquilidad, parándote en cada palabra, sabiendo que tanto autor como traductor han dedicado tiempo a escoger esa palabra, esa precisamente y no otra para encajarla ahí. Libros para degustar en tu sillón favorito, con tu té y tus galletitas o con tus ocho cajas de donuts de chocolate untados en nocilla y acompañados de un sabroso y caliente chocolate a la taza. Libros para disfrutar solo, sin nada que te distraiga, sin ninguna prisa. Que el mundo pare para que puedas paladear cada frase.
Pues bien. En pleno verano es de este segundo tipo. Un libro corto, de 136 páginas, muy bien editado y presentado, como todos los de Acantilado, que reúne doce relatos con un nexo común: el cambio.
Es algo que siempre está ahí y no nos damos cuenta hasta que ha sucedido. Todo cambia poco a poco. “Todo fluye, nada permanece“, decía Heráclito, “nunca te bañarás dos veces en el mismo río“.
Las relaciones personales, no son una excepción. Puedes tener un amigo de la infancia con el que has compartido juegos, aventuras, secretos, frustraciones… y piensas que siempre será así. Pero la vida sigue su curso y te lleva por caminos raros y divergentes. Al principio puede que os enviarais cartas cada semana, cuando no había móvil ni mails. Luego una vez al mes, y poco a poco el intervalo entre carta y carta o llamada telefónica se va espaciando.
Puedes tener también a alguien con quien, aún sin ser tu pareja, te guste estar. Te atrae todo lo que hace, lo que dice, o cómo lo hace o lo dice y te encantan sus peculiaridades y rarezas. Y muchas veces sucede que, al cabo del tiempo, no sabes bien porqué, eso que te encantaba llegas a odiarlo profundamente.
En pleno verano trata de todo esto, básicamente. Amigas a las que les gustaría revertir ese cambio y poder subir cada una a la casa de la otra a tomar café sin violentarse; una mujer que de pequeña se reencuentra con unos vecinos a los que estimaba mucho y con cuya hija pasaba los veranos…
Todo esto parece fácil de relatar pero… trata de hacerlo. ¿Cómo lo harías? “Éramos amigos y de repente un buen día, zas, se perdió el contacto”.
Zsuzsa Bánk lo consigue. De forma aparentemente fácil pero hábil en el fondo recrea las personalidades de este conjunto de historias. Se pone en la piel de personas solitarias, de personas que han sufrido alguna pérdida, de personas con miedo, y nos hace empatizar a lo bestia con ellas. Sentir lo que sienten ellas.
Y el cambio… el cambio lo narra magistralmente a base de elipsis que técnica y narrativamente resuelven muy bien la situación y permite comprender el cómo se ha llegado a esa momento y, en definitiva, comprender la vida misma.
En pleno verano es, como he dicho al principio, un buen libro para leer sin prisa y disfrutar de cada capítulo y cada historia, con unos cuantos donuts.