Un libro ilustrado no es una lectura, sino una experiencia totalmente distinta. Las ilustraciones son las protagonistas y las palabras quedan en un segundo plano. Pero, precisamente por eso, el tiempo que uno se detiene en cada página es mayor. Y más si las ilustraciones son como las del libro de David Ouimet recién publicado por Minotauro Ilustrados, En silencio. Tienen perspectivas diferentes, mucho detalle y gran expresividad en los rostros.
La ilustración de la portada fue la que me suscitó la primera pregunta en cuanto tuve el libro entre las manos: ¿quién era esa niña y por qué llevaba puesta una máscara de ratón? Empecé a entenderlo en cuanto vi que el resto de la gente que había a su alrededor solía esconderse tras máscaras de gato. La pequeña protagonista de En silencio se sentía fuera de lugar, no cabía duda. ¿Quién no se ha sentido alguna vez así? Cualquiera. El predominio de colores fríos de las ilustraciones transmitían su soledad y tristeza.
«No entiendo cómo se supone que debo ser. Soy tímida. Soy pequeña. ¿Qué voz debería tener? ¿Y qué aspecto? Cuando me toca hablar, me quedo en silencio». Esa frase, que da razón de ser al título, fue la me hizo conectar por completo con la protagonista. Me había sentido exactamente así muchas veces en mi vida, sobre todo en la infancia. Yo también era muy tímida y especialmente pequeña. Creía que algo fallaba en mí, por dentro y por fuera. Y cuando me tocaba hablar ante los demás, aún me volvía más pequeñita, me trababa, me quedaba sin voz. Todavía me pasa, pero me sobrepongo mejor.
Mis semejanzas con la protagonista de En silencio no acababan ahí. En aquella época, yo también me refugiaba en los libros, al igual que ella (¿ratón de biblioteca?), y sentía que en ellos podía encontrar las respuestas a tantas preguntas que bullían en mi cabeza y que ansiaba comprender.
«Cuando levante la voz, construiré ciudades con mis palabras», dice la protagonista en la recta final del libro, lo que refleja el viaje interior y el crecimiento personal que experimenta. La lectura, la creatividad y la imaginación son las que le abren las puertas a realidades diferentes, a un futuro donde, por fin, se entenderá, se aceptará, se manifestará sin miedo. A ella le cuesta cuarenta y ocho páginas darse cuenta, a mí, la espera de esos años se me hizo bastante larga, la verdad.
«Desearía que este libro hubiese existido cuando era niño. Así no me habría sentido tan solo», dice Neil Gaiman en la frase promocional, y yo podría afirmar lo mismo. Tiene pocas palabras, pero son justo las que habría necesitado oír en esos momentos de mi vida. Eso ha hecho que la experiencia con En silencio haya ido más allá del deleite con las ilustraciones y con las frases emotivas. Es un libro para reencontrarse con esas inseguridades, que algunos habrán dejado atrás y otros no, y abrazarlas ya sin pena, para, al igual que la protagonista, acabar la lectura con una sonrisa.