Ahora es tan fácil como escribir la dirección web adecuada y con un par de clics ya puedes leer el periódico que te dé la gana al instante, pero hace unos cuantos años, años que ahora se me antojan como una eternidad, era mucho más usual, y sobre todo los domingos, ir al quiosco más cercano, incluso antes de conseguir una barra de pan recién horneada, para comprar el periódico.
Justamente en esa época mi suegro estaba subscrito a un diario que se decía estaba muy por delante de sus competidores, a la vanguardia. Leer aquel conjunto de hojas impresas se tornó cada domingo una especie de rito para mí. Política internacional, nacional e incluso sucesos, toda una oda a la imaginación con titulares de sinceridad sesgada. Economía: demasiados números para mi gusto. Cultura y ciencia captaban mi atención, los deportes me parecían noticias de cortar y pegar. La sección de opinión, local y sociedad se convertían en un torbellino de letras difusas cuando, habiendo perdido la paciencia, pasaba las hojas hasta ese pequeño apartado del periódico que realmente me importaba: pasatiempos y entretenimiento. Allí, agazapados tras apenas unas pocas viñetas, se escondían dos personajes que se habían convertido en toda una adicción para mí: Calvin y Hobbes. La diversión apenas duraba unos pocos, aunque intensos, segundos, pero tras ese momento siempre acababa cerrando el periódico con una sonrisa en el rostro. ¿Y toda esta absurda ceremonia por un niño y su amigo tigre que no es más que un peluche? Sí, y si hacía eso por una tira cómica a la semana imaginadme sujetando el primer álbum de Calvin y Hobbes que ha reeditado la resucitada editorial Bruguera.
En todas partes hay tesoros (Súper Calvin y Hobbes 1) empieza con una viñeta en la que el niño menudo y rubio, bastante gamberro y de dilatada imaginación se encuentra metido en un hoyo que él mismo ha cavado. A su lado su inseparable amigo Hobbes: un tigre que le saca un par de cabezas (aunque realmente es un peluche pequeñito que solo ante la aparición de otros personajes seremos capaces de ver). Tras mostrarle los tesoros que ha encontrado (que para cualquiera que no sea un niño no son más que un puñado de porquerías) Calvin anuncia entusiasmado: ¡En todas partes hay tesoros! De esta forma empieza este álbum que reúne un buen puñado de tiras cómicas de la pareja, casi 180 páginas de pura diversión. Pero ese inicio deja algo claro: tras las tonterías, las gamberradas y los chistes hay un mensaje más profundo; pues mientras algunos solo ven lo superficial, otros escarban con más ahínco hasta encontrar lo que para ellos son bellos tesoros.
El creador de estas tiras cómicas es William “Bill” Watterson II, Bill Watterson en las portadas de sus cómics y simplemente Watterson como escueta firma al final de cada corta historieta. Ahora vive ya retirado de su profesión como humorista gráfico. Una carrera que comenzó en 1980 al ser contratado por un periódico para realizar caricaturas políticas, pero que se convertiría en un cohete volando hacia el éxito en 1985, año en el que se publicaron las primeras viñetas de Calvin y Hobbes, éxito que se prolongaría durante diez años, hasta finales de 1995, cuando Watterson entregó la última aventura del niño de seis años y su tigre de peluche.
A lo largo de diez años Calvin y Hobbes tratarían todo tipo de temas: algunos más trascendentales, unos más filosóficos y otros de un absurdo que al final era inevitable soltar unas buenas y sanas carcajadas. En En todas partes hay tesoros (Súper Calvin y Hobbes 1) hay un tema muy recurrente, y es aquel que explora el arte en todas sus vertientes, haciendo hincapié en la necesidad de mantener nuestra integridad artística por encima de lo comercial. Así pues, no son pocas las tiras en las que Calvin construye muñecos de nieve estrambóticos mientras Hobbes se lo mira de soslayo a la espera de algunas de las ironías del niño. La lobotomización, y por consiguiente la perdida de imaginación, a la que nos enfrentamos cada vez que enchufamos la televisión también es otro de los temas que ocupa gran parte del álbum. Aunque, claro, mostrado con dinosaurios, con el T-Rex como principal protagonista (Calvin es un fan de estos bichos) o con villanos, extraterrestres u otros seres sobrecogedores a los que Calvin, en cualquiera de sus alter egos, se enfrentará.
En todas partes hay tesoros (Súper Calvin y Hobbes 1) es el primer volumen que reúne las emblemáticas tiras cómicas creadas por Bill Watterson; pequeñas historias cargadas de humor que acaban calando muy hondo. Es imposible no preguntarse cómo esos dos protagonistas tan carismáticos consiguen transmitir tanto con tan poco.
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