Una de mis rituales como lector consiste en cerrar con vigor, casi con violencia, aquellos libros que acabo de terminar y que he disfrutado especialmente. El regreso a la realidad que nos rodea puede ser tan duro y desmotivador que uno necesita oír ese revitalizante ruido sordo de portada, contraportada y cientos de páginas golpeándose unas contra otras en una única y brutal embestida. A continuación doy paso a un silencio reflexivo y monacal que me permite saborear un poco más lo que he leído y hacer así más llevadera esa transición que me ha de llevar de vuelta al mundanal ruido.
El problema es que, si empleo toda la fuerza de mis enclenques brazos en cerrar a lo bestia los libros que me gustan, ¿qué ritual me queda para aquellos que me deslumbran, que me dejan patitieso y jadeante? Pues dejarme llevar por el entusiasmo e ir al grano.
Y el grano es que En un rayo de sol. Primera parte es uno de los libros más hermosos que he leído últimamente. Nos cuenta la historia de Mia, una chica que llega a una especie de estación espacial con forma de catedral gótica para incorporarse a un equipo de trabajo que se encarga de restaurar edificios abandonados que flotan por la galaxia. Esto puede sonar extraño, pero lo cierto es que Tillie Walden acierta de pleno en el enfoque que le da a su incursión en la ciencia-ficción. Así, Walden opta por no enredarse en complejas historias sobre cómo llega la humanidad a un futuro en el que los hombres parecen no existir, y en el que, a pesar de desplazarse entre asteroides, islas espaciales e iglesias en órbita a bordo de naves-peces, los trajes espaciales y las cabinas de pilotaje con cientos de botoncitos de colores destacan por su ausencia. Lejos de ello, la autora nos plantea este universo con una naturalidad y sencillez que nos recuerda al Ray Bradbury de Crónicas marcianas, y nos presenta un mundo que, en el fondo, es el de tantos estudiantes de hoy, con sus escuelas, sus residencias de estudiantes, sus bandas de matones y sus bailes de graduación.
Una vez instalada en la estación espacial, Mia va descubriendo las complejas relaciones que existen entre todas las integrantes del equipo. Todas ellas están encadenadas a un pasado más o menos traumático, y Mia no es menos. Así, la historia pronto se desdobla en dos líneas, la del presente en la estación, y la del tormentoso pasado de Mia en sus años de estudiante. Al igual que hacía en la brillante Piruetas, Walden hace en esta novela un uso extraordinario del color para separar los dos hilos narrativos y, sobre todo, para crear una obra de una belleza abracadabrante, con páginas y viñetas absolutamente gloriosas.
En un rayo de sol es, pues, una historia oscura y enigmática, al tiempo que de una gran sencillez en la que sus peces espaciales, sus catedrales interestelares y sus mundos prohibidos nos hablan, ni más ni menos, que del amor, la familia, la lealtad y la identidad.
Cuando uno se queda tan maravillado de una lectura, a veces se pregunta si ello no se debe en parte al momento de la lectura, tumbado en la cama, en ese duermevela que a menudo convierte nuestras pensamientos más triviales en epifanías. Pues bien, nada más sencillo que releer el libro sentado en el sofá y a plena luz del día.
Y es igual de magistral. Igual de hermoso.
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