No todos lo saben aún, pero muchos empiezan a entenderlo. El salvamento de la cultura se ha convertido en un guerra de nichos. Guerrillas que abastecen de forma clandestina al pueblo cansado de arroz y pan. Y es que las editoriales independientes han conseguido traer autores que por su falta de trayectoria o por su obvia ruptura con el modelo imperante no tienen cabida en las grandes distribuidoras culturales de nuestro tiempo. Esta forma de combatir que empezó hace más de cinco años en la esfera de los libros, se empieza a manifestar en otras ramas como en la novela gráfica o el manga. Porque si bien tenemos a Ponet Mon como esa editorial que empezó a traernos lo menos convencional en el mundo de las viñetas, ahora Milky Way Ediciones está haciendo lo propio en cuanto a cómic japonés se refiere. Apostar por una historia cuya calidad narrativa y visual sean requisitos obligatorios ha hecho que esta reciente editorial se convierta en un referente para muchos de nosotros, lectores de manga. Así que cuando vieron qué asignatura pendiente les faltaba por contemplar, no dudaron y se lanzaron a por ello. Y es que el género Boy’s Love, en el que los protagonistas masculinos establecen una relación afectiva y sexual entre ellos, ha sido siempre un mercado muy específico con un público muy particular. O eso nos hicieron creer. Porque lo que nos llega a estos lares es un porcentaje tan ínfimo de lo que se publica en Japón que difícilmente podamos establecer un criterio certero sobre temáticas, calidad de historias y recepción por parte del gran público. Pero si los chicos de Milky Way Ediciones destacan en algo es en filtrar. Y esta vez tampoco han fallado. En un rincón del cielo nocturno cuenta cómo dos hombres adultos y antagónicos se enamoran. Pero que esta línea de resumen no te lleve a error. Estamos ante una historia que cualquiera que haya perdido y encontrado al amor de su vida (sí, en ese orden) debería leer. Sin importar que sea o no el género con el que más comulgue. En la guerra cultural de guerrillas no existen géneros. Existen buenas o malas historias. Y ésta de la que hablo hoy es, sin duda, de las primeras.
Todo comienza cuando Hoshino, un profesor de primaria, tiene serios problemas con la mala actitud de uno de sus alumnos. De carácter rebelde y problemático, el joven Shôta trae de cabeza al aplicado profesor, cuyo mundo se volverá del revés cuando descubre que el padre de este chico es un amigo muy especial de su etapa de instituto. Un amigo por el que sentía una admiración y devoción casi absolutas. La misteriosa ausencia de la madre de Shôta hace que Hoshino elabore todo tipo de teorías y establezca sin darse cuenta un red de secretos y afectos hacia padre e hijo. Con la gran pregunta que ni el joven profesor ni el curioso lector pueden quitarse de la cabeza durante toda la historia: ¿Qué ha pasado para que el amigo de instituto que Hoshino recuerda y el padre de Shôta parezcan dos personas completamente diferentes? Seguir hablando de los giros y descubrimientos que tienen lugar durante todo el trayecto sería algo descorazonador para aquellos que quieran sumergirse en los entresijos de estas tres personas forzadas a encontrarse a pesar de la resistencia que pone cada una de ellas para que esto no suceda.
Cómics como éste siempre me recuerdan que la novela gráfica hace tiempo que dejó de tener un público infantil; a veces, ni siquiera adolescente. Porque las emociones con las que Nojico Hayakawa trabaja son magistralmente complejas en su manifestación. Las segundas oportunidades convertidas en pruebas de redención o la incapacidad de decir lo que uno siente por miedo a que la soledad en la que nos hemos establecido cómodamente se desvanezca. Tampoco los adultos entendemos estos mecanismos de autodefensa, pero la autora convierte su obra en una exploración de la materia como no había tenido lugar antes. El ritmo es pausado. Las anécdotas evocadoras. Y la inmensidad de la noche da pie a estos personajes a que guarden silencio. Y es que las estrellas y el cielo nocturno del que da cuenta el título son el escenario ideal para no mencionar lo indecible. Para no decir que hemos confundido durante mucho tiempo el sentimiento que creíamos haber identificado a la perfección.
La obra es un auténtica delicia para el ojo humano desde el mismo momento en el que uno coge el tomo. Su sobrecubierta, así como las primeras páginas en color, hacen que uno empiece a bajar las defensa. Después llega el trazo de Hayakawa, que es de una delicadeza tal que te incapacita. Atención especial al último tramo de esta historia donde flashbacks, confesiones y encuentros sexuales se manifiestan de un modo tan orgánico como hacía tiempo no disfrutaba. Todo tiene sentido aunque cada parte haya elaborado su propio código. Es su talento, no me cabe duda, lo que ha movido a Milky Way Ediciones a elegir a esta autora. Se manifiesta a través de las páginas con una absoluta capacidad de convicción, sabiendo a dónde quiere llevar la historia y arrastrando a los lectores a las luces inciertas del cielo nocturno que cobija a aquellos que creían haber perdido su única oportunidad.
¿Habrá más historias de Nojico Hayakawa en un futuro? Puede que sí, puede que uno vuelva a encontrarse con algo o alguien que una vez le paró el corazón. De momento, habrá que leer (y releer) esta pieza y dar las gracias a la primera estrella fugaz con la que uno se cruce.