En los años dorados de los fenómenos paranormales, es decir, allá por finales de los 70 y principios de los 80, en casa veíamos con devoción aquel legendario programa presentado por el inolvidable Dr. Jiménez del Oso titulado Más allá. Todavía se me ponen los pelos de punta al recordar la introducción, con unos dibujos escalofriantes y una música propia de una sala de torturas. En una ocasión, recuerdo que hablaron de un experimento que consistía, sencillamente, en grabar el silencio (hay que recordar también que eran los años del boom del casete. Los mileniales no pueden imaginar la absoluta revelación que supuso para nosotros la posibilidad de grabar y escuchar nuestra propia voz). La gracia del experimento radicaba, por supuesto, en que el silencio estaba, decía el señor del Oso, repleto de sonidos y voces de ultratumba, inaudibles para el oído humano, pero , curiosamente, muy fáciles de registrar en una grabadora. Y un día mis padres decidieron salir al campo radiocasete en ristre y realizar el experimento. Como vemos, no fueron Mulder y Scully los que acuñaron aquello de “la verdad está ahí fuera”. Pero, ¿lo está?
Ésa es la cuestión que Anabel Colazo plantea en Encuentros cercanos, una interesantísima y engañosamente simple novela gráfica. Camino de casa de sus padres, Daniel, el protagonista de la historia, tiene una fugaz visión de un extraño ser, y en ese mismo momento se le estropea el coche. Se da cuenta de que se ha quedado tirado en mitad de la nada, y un coche que pasa por allí lo lleva a El Cruce, un pueblo conocido entre ufólogos por ser escenario habitual de encuentros paranormales. Daniel conoce allí a Juan, un joven que ha recibido amenazadoras visitas de los “hombres de negro”, y a Barry el extranjero, que vive en una caravana y que es una enciclopedia viviente sobre ufología. A partir de ese momento, poco a poco un extraño lazo empezará a anudarse alrededor de la hasta entonces anodina vida de Daniel.
En una época como la nuestra, donde no ocurre nada en ningún lugar del mundo que no sea inmediatamente fotografiado, grabado y viralizado, resulta difícil mantener vivas aquellas ideas, hoy casi románticas, acerca de platillos volantes y hombrecillos verdes. Por eso Colazo va mucho más allá, nunca mejor dicho, y, con un dibujo sencillo, casi naïf, y que nos recuerda mucho al de los entrañables libros de Teo, nos propone un acercamiento mucho más sutil y complejo a este mundo de abducciones, hombres de negro y personas a las que su experiencia, defínase ésta como se quiera definir, les destroza la vida.
¿Dónde está todo el mundo?, se preguntó el físico Enrico Fermi en los años 50, en lo que se vino a denominar la paradoja de El Gran Silencio. De manera muy resumida, esta paradoja nos dice que, pese a que la edad y el inconmensurable tamaño del universo nos inclina a pensar que en algún lugar debe de haber otras civilizaciones, no hay pruebas científicas de ningún tipo que sostengan esta idea. Sólo nos queda, pues, o bien dar credibilidad a testimonios de personas que aseguran, aun a riesgo de ser tachados de locos, haber sido abducidas, o bien olvidarnos de los platillos volantes y preguntarnos si “ahí fuera” no es el espacio interestelar, sino un lugar bastante más cercano e inquietante.
Encuentros cercanos nos plantea, pues, una reflexión sobre este fenómeno en términos mucho más interesantes que el de verdad o mentira, y lo hace con una gran madurez narrativa y una compleja estructura de muñeca rusa, donde se cruzan relatos, puntos de vista y teorías forteanas en una historia que me ha entusiasmado. Tanto es así que hasta le he pedido a mi madre que busque aquella cinta en la que, tantos años atrás, y como Daniel buscando hadas, mi familia y yo grabamos los sonidos de ahí fuera.