Sara Gallardo publicó Enero en 1958; pero yo, hasta hace poco, no había oído hablar de ella ni de su obra. ¿Qué me motivó, entonces, a leer esta novela corta, que se publica por primera vez en España, de la mano de la editorial Malas Tierras? Pues que autores como Samanta Schweblin o Ricardo Piglia han visto a esta escritora argentina como referente literario y que, en las recomendaciones que aparecen en la solapa, otros dicen que recuerda a autores como Juan Rulfo; y yo, que siento debilidad por la literatura latinoamericana, siempre estoy predispuesta a conocer nuevas voces o a descubrir aquellas injustamente olvidadas.
Enero fue la primera novela de Sara Gallardo y la publicó con apenas veintisiete años. De ahí que sorprenda la madurez de esta obra, tanto por la calidad de su prosa como por su forma de retratar un tema atemporal. En Enero, viajamos a un pueblecito argentino de mediados del siglo veinte. Allí, los jornaleros no paran de hablar sobre la cosecha que llegará el próximo invierno, menos Nefer. Si nada lo remedia, ella tendrá su propia cosecha: acaba de descubrir que está embarazada, y solo tiene dieciséis años.
En escasas ciento siete páginas, Sara Gallardo nos hace sentir la inquietud de la joven, incapaz de decírselo a nadie, porque desde el momento que lo haga, ya no decidirá ella, sino los demás. Y también sufrimos con su obsesión por el Negro, quien Nefer desearía que fuera el verdadero padre del niño para que, al menos así, se dignara a mirarla a la cara. Hasta tal punto llega su desesperación que la muerte le parece el camino más sencillo.
A través de un lenguaje poético y de una sucesión de escenas llenas de simbolismos, vivimos en carne propia la encrucijada de Nefer en ese entorno rural opresivo, que la aboca a un destino que no desea, simplemente porque es mujer y pobre. Sobre su cuerpo no decide ella, ni siquiera su familia, sino sus patrones.
El costumbrismo y el reflejo del hablar campesino (que me dificultó la lectura en algunos momentos) pueden llevar al error de catalogar Enero como un relato rural, como de hecho sucedió en la época en que se publicó, principal causa de que cayera en el olvido; pero es mucho más que eso. Sara Gallardo rompió con la visión utópica del campo, que imperaba en la literatura de la época y, aunque han pasado sesenta años, los miedos de Nefer no han perdido vigencia. El tiempo ha demostrado que Enero es una historia atemporal, como toda la buena literatura.
¿Qué chica de dieciséis años no se sentiría hoy en día igual de aterrada que Nefer si se quedara embarazada? El aborto es un pensamiento latente en la protagonista de Enero (la palabra solo aparece escrita una vez), pero en la actualidad sigue siendo una solución inviable por falta de recursos económicos e incluso un tabú, cuando no es consideraba una barbarie, en muchos sectores de la sociedad. Por eso merece la pena leer Enero, meterse en la piel de Nefer y comprenderla. Porque entonces, ahora y siempre será injusto que el resto del mundo decida sobre el cuerpo y el destino de una mujer.
La novela es excelente como toda la breve producción de Gallardo. Si disfrutaste de esta tenés que leer Eisejuaz.
¡Gracias por la recomendación!