Y entonces sucedió algo maravilloso, de Sonia Laredo
Fue Gustavo Adolfo Becquer quien dijo que el recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo. Y puede que tuviera razón. Hoy en día, en un mundo donde las cabezas se agachan para mirar sus teléfonos móviles, un mundo donde en las reuniones entre amigos parece que no se hable entre ellos, incluso en un mundo donde parece que las emociones son algo denostado, queda patente que los recuerdos que un libro deja en una persona, es el bien más preciado que pueda haber. Por ello hoy, que me encuentro en un momento sensible, que me encuentro escribiendo una reseña después de haber vivido un vaivén de emociones, os hablaré de “Y entonces sucedió algo maravilloso” sin argumentos, sin resúmenes de sus páginas, sin una crítica exhaustiva sobre las bonanzas de la escritura de su autora, porque, sencillamente, eso se vive por sí solo cuando el libro se posa en nuestras manos. Hoy hablaré de un libro a través de mis recuerdos, de las imágenes que me ha hecho vivir, y de aquello que, en muchas ocasiones, no podemos describir con las suficientes palabras. Porque cuando el recuerdo es lo suficientemente bello, lo mejor es dejarlo salir y compartirlo con todo el mundo.
Brianda, la protagonista, es un oasis, un oasis al que la tormenta de las obligaciones intenta derribar a cualquier precio. Y las piedras, las piedras con las que tropezaba cuando era pequeño y con las que crecí metidas en el zapato son parte de ella, son imágenes que me vienen a la memoria, siendo removidas por las palabras que Sonia Laredo ha escrito, quizá no para mí, no son tan egocéntrico, pero con las que me ha hablado desde el más íntimo de los escondrijos en los que me guarecía cuando la oscuridad pasaba de largo y quería acariciarme. Pero más allá de esto, más allá de imágenes tenebrosas, resulta que esta novela nos presenta la luz, la vívida luz que encerramos todos alguna vez en nuestra vida, y que yo encontré en la lectura, en este tipo de lecturas cuando, ya más mayor, ya más cauto en las emociones y menos en las acciones, conseguí forjarme un camino que, hoy en día, hace que me sienta orgulloso. Es Brianda, quizá nadie más, la que nos demuestra con sus vivencias en Nuba, en esa Locus Docendi que se convierte en un santuario, como lo son ciertas librerías, que nosotros mismos tenemos la llave, tenemos la cerradura, y tenemos la capacidad de abrirnos en canal para que sepamos dónde dirigirnos. Es Brianda, qué repetitivo ¿no?, la que vive y vivirá, no hay más remedio, construyendo para nosotros una nueva vida como la que crecerá en el vientre de todo amante de las buenas novelas.
Pero de las piedras, de los caminos que no se bifurcan, de la oscuridad que lo inunda todo a veces, sucede que, en un segundo, en una milésima de segundo, “Y entonces sucedió algo maravilloso” se convierte en ese final del túnel, en ese final que dan las cosas bien hechas, la satisfacción de querer, de sentirse querido, de poder amar y ser amado, sin condiciones, con la mirada limpia y el corazón sin bloqueos, porque no hay que olvidar que el corazón es el receptáculo que convierte el amor en algo real, en algo a lo que podemos poner nombre, cuando ni siquiera la propia palabra amor es suficiente para denominar un sentimiento, una emoción, una vivencia. Es eso mismo lo que nos descubre este libro, qué otra forma tan idónea habría para convertir emociones en palabras, porque en este mundo violento, en este mundo que nos lleva por derroteros que son desconocidos, un libro puede convertirse en el mejor acompañante por un viaje como el de la vida, haciéndonos aprender lo que vale la pena realmente. Sí, soy aficionado a la lectura, me encanta pasar un buen rato con los libros, y vivir experiencias atronadoras, que suenen a tormenta y a calma después, que me remuevan y me arrullen como si fueran las nanas que mi madre me cantaba cuando era pequeño, y que sean igual que los latidos de mi corazón, que se acompasan con las palabras desde el minuto uno.
Sonia Laredo me ha conmovido, lo ha hecho, juntando puntos y comas, uniendo palabras, creando frases y pensamientos, escribiendo una oda a los libros, una oda al amor más puro, el que se gesta desde dentro, un amor que vive y muere gracias a nosotros, pero que aunque se acabe, aunque termine como si fueran las páginas de un libro, serán los recuerdos que un libro te hace vivir, por el simple hecho de posar tus ojos en él. Eso, lectores, es la magia que guardan estas páginas.
Me ha pasado con este libro que la editorial organizó una lectura conjunta y de repente había reseñas por doquier. Me sentí un poco “invadida” y aunque era un libro que en principio me apetecía leer decidí postergarlo para no sentirme tan presionada. En general ha recibido buenas (incluso muy buenas críticas) aunque también alguna no tan buena, espero que cuando decida leerlo se me hayan olvidado todas las expectativas porque luego ya se sabe lo que pasa.
Un saludo!
Me sucedió lo mismo Ana, tanta reseña salida en el mismo tiempo acabó saturándome un poco, por eso dejé pasar un poco el tiempo para poder reseñarlo sin ningún tipo de presión de por medio, y no pude haber hecho una elección mejor!
Un saludo!
Un libro que leeré, pero cuando pase un poco de tiempo, que me he sentido saturada ante la campaña de marketing que ha tenido. ¡Lo he visto por todos sitios! Pero creo que me puede gustar. Por eso no lo descarto.
Besotes!!!
La campaña ha sido masiva, pero es un libro que, una vez despejado todo el aluvión de marketing, hay que disfrutar, sí o sí, no hay nada más ni nada menos!
Besos!