Entonces, de Morris Gleitzman
El libro expuesto a continuación es el segundo de una trilogía, por lo que sería conveniente que antes de seguir leyendo éste fueseis al comentario del primer volumen, Una vez.
Como aventuraba en la anterior reseña, la historia contada en esta segunda parte es la estricta continuación de la otra, el primer párrafo empalma a la perfección con la escena anterior porque, de hecho, es la misma. Entonces comienza con la reanudación de la historia como si de por medio no hubiesen tapas impidiendo la lectura lineal.
Así pues, seguimos con Félix y Zelda, esos chiquillos judíos que no dejan de escapar de los nazis en pos de, si no la felicidad, al menos sí la estabilidad. Y en efecto, tras algunas complicaciones que fortalecen la relación sentimental que une a los niños, al final logran una relativa tranquilidad bajo el techo de Genia que, aunque no es judía, no soporta la crueldad impuesta a los inocentes.
Sin embargo, la calma no es completa, pues los sobresaltos producidos por no sólo los nazis sino también por aquellos que simpatizan con ellos, los hacen vivir siempre con miedo y pensando en lo peor, pese a las esperanzadoras historias que Félix sigue inventando.
Pero además de Genia, nuestros protagonistas también son capaces de relacionarse con otros que, como ellos, ocultan su identidad e intentan pasar desapercibidos, esperando con ansia el fin de la guerra. Es a través de estos últimos personajes que el lector conoce vidas diferentes a las de Félix, Zelda y la propia Genia, tan tristes que hacen estremecer el corazón.
Del primer libro comentaba su principal fallo: la pérdida de foco en algunas ocasiones. Debo reconocer, no sin cierto pesar al principio, que en éste continua e incluso se ve acentuado. Leído el segundo volumen, sigo pensando que si bien Félix, y ahora también Zelda, normalmente razonan y actúan acorde con su edad, muchas otras veces no lo hacen y muestran un actitud y un madurez propia de los que cuentan con más años.
Algunos podréis decirme que esto puede ser debido a sus crueles experiencias vitales, a la dureza de la realidad. Y supongo que tendréis razón: un niño que se ve obligado a vivir como un adulto crece, por supuesto, mentalmente más rápido. Así pues, el fallo que antes detectaba con un peso considerablemente negativo para la historia, ya no lo es tanto, puesto que en este libro cuenta una justificación coherente.
Algo parecido me pasa con el final. Éste, diferente al anterior y aunque cuenta también con algo que me chirría y que prefiero no desvelar, me ha encantado. Lo encuentro muy adecuado para la historia. Me ha dejado con ganas de saber más, de correr a comprar el tercer libro que aún no está a la venta y devorarlo de una sentada.
Si os gustó la primera parte y habéis llegado hasta aquí, resumo entonces en que esta novela tenéis que leerla, puesto que es mucho mejor que su predecesora.
Zelda está tumbada muy quieta y le cuento una historia al oído. Va sobre cómo una señora muy amable que se llama Genia rescata a Wilhelm y Violeta. Sobre cómo viven muy felices con ella y con su perro, que es muy simpático y al que le encanta que le hagan cosquillas, y con un cerdo encantador, al que también le gusta que le hagan cosquillas, y algunas gallinas muy leales. Algunas veces Wilhelm y Violetta juegan al escondite con ellas, y en ningún momento las gallinas les traicionan ante los nazis.
Judit Rodríguez
judit@librosyliteratura.es
Hay niños muy maduros que hablan como un adulto, pero lo hacen siempre, yo conozco a unos cuantos y no hay nada infantil en ello, asi que s en la obra unas veces hablan como niños y otros como adultos es porque el autor o autora, perdona tengo un lapsus y en estos momentos no estoy segura, ha perdid la perspectiva, aún asi creo que me arriesgare a leerlos
La verdad es que sí se ve un intento de homogeneidad, aunque a veces una se descoloque un poco. Pero, de cualquier manera, ¡vale la pena leerlo!
¡Un saludo Carmina!