Pese al innegable interés histórico de Entre hienas, debo reconocer que lo que me llamó la atención de esta novela fue básicamente literario, o tal vez no, pero desde luego sí que sentí un gran interés por descubrir la manera en la que la autora podría gestionar el equilibrio entre la parte histórica, la literaria y la personal. Me explico, vean lo que dice la propia autora al protagonista:
Poco antes de morir quisiste dictarme tus memorias. Insistías en contarme tus recuerdos y yo porfiaba en mostrarte mi desprecio […] Mientras busco más datos para recomponer tu verdadera historia, intento recuperar del olvido a vuestras víctimas para así liberarme del lastre de tu infamia y poder seguir viviendo con dignidad. Me debes que te rescate de la eterna noche en la que deberías haber permanecido.
Loreto Urraca Luque rescata en Entre hienas el recuerdo de su propio abuelo, legítimo dueño de esa infamia de la que ella, apellido mediante, desea liberarse mediante el exorcismo de escribirlo. Convendrán conmigo que es un punto de partida sumamente original, pero sin embargo también muy arriesgado. Todo el interés que tiene la historia desaparecería si se plasmase en una revancha, en un ajuste de cuentas personal.
El peligro desaparece pronto, desde el principio queda claro que es un trabajo muy serio, con un esfuerzo de documentación digno de mención y con el mérito añadido de ser un trabajo novelado, lo que convierte en ameno lo interesante.
Pedro Urraca Rendueles fue un agente franquista en Francia, el encargado de localizar a republicanos, encarcelarlos, recuperar sus bienes y entregarlos al gobierno nacional. Dicho lo cual parece un James Bond en el bando malo de la película, pero el esfuerzo de la autora en escribir la historia como realmente fue hace que se nos presente como un personaje gris, eficiente pero sin el menor glamour. Probablemente lo que fuera. Lo suyo es abundante en mezquindad y miseria moral, pero tan escasamente trepidante que su infame cometido se tiñe del aburrido tinte burocrático que probablemente tuvo en realidad.
Las cartas y el desprecio hacia sus víctimas, a las que frecuentemente se refiere como “rojillos”, que demuestra en ellas caracterizan muy bien al personaje, y abundan en esa sensación plomiza que rodea al protagonista. El resto de personajes, especialmente Antoinette Sachs, Elise (la portera) o Jean Moulin, el jefe de la resistencia que sí aportan ese lado romántico que equilibra la novela. De alguna manera, pese a representar a los vencidos, parecen estar mucho más vivos.
Entre hienas es una obra interesante y el retrato del ambiente de la Francia ocupada es verdaderamente notable. Aunque no es una novela de espías al uso, sus virtudes, entre las que destaca sin duda su honestidad, le confieren un extraño atractivo que sin duda hacen recomendable su lectura.
Andrés Barrero
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