Una vez más, nos acercamos al céntrico Hotel Iberostar Las Letras, en la Gran Vía madrileña, para entrevistarnos con otro autor. Su nombre es Carlos Soto Femenía, y es probable que el nombre de su tercera novela ya lo hayáis oído: El carbonero, un drama rural y una de las novedades editoriales de Destino para este otoño y cuya reseña pronto podréis verla en el blog.
LyL: Buenas tardes Carlos. El oficio del carbonero es algo totalmente ajeno para la gran mayoría de los lectores. ¿Cuál es tú conocimiento de esta profesión, y qué te lleva a escribir sobre ellos?
C.S.F: Absolutamente ninguna, ha sido casualidad. Yo un día navegaba por internet y vi una fotografía de un hombre mayor, que era hijo de un carbonero de Mallorca. Iba a pasarlo de largo, pero leí a pie de foto que había ejercido el oficio hasta hacia solo 30 años, y eso es lo que me enamoró de la historia. Porque yo reniego un poco de tanta tecnología, y me pareció alucinante que hace treinta años hubiera un hombre perdido en el monte, parecía casi como ciencia ficción. O a lo mejor pensé que me habría gustado estar allí, no lo sé. El encinar, allí en la sierra, es algo maravilloso. Para verlo, desde luego. Y cuando después, encima, averigüé que pasaban allí muchísimo tiempo, ya me vinieron las cuatro imágenes de la belleza del lugar, el silencio, la soledad, el hecho de que apenas pudieran dormir; tenía que ser una especie de alucinación que se prolongaba en el tiempo, y eso es lo que me pareció atractivo. Lo de que fuera un niño, y fuera el hijo del carbonero, eso vino determinado por la noticia, aunque no estoy seguro. También un niño siente más intensamente todo, sobre todo lo que transmite la naturaleza.
LyL: ¿Cuáles han sido, si es que has tenido, las dificultades para documentarte sobre el oficio del carbonero?
C.S.F: El oficio es bastante simple. Me costó más encontrar los procedimientos. Cómo se armaba la sitja, cuánto duraba el proceso, qué riesgos tiene o por qué esa manía de los rotllos. Eso es lo que más me asombró. Me costó más encontrar estos procedimientos, porque había poca información en internet, y la que había parecía calcada. Donde encontré información de verdad, no fue tanto en Mallorca, como en una web de Navarra. En el norte de España este oficio se practicaba mucho, y me recomendaron la película de Tasio, de Armendáriz, la primera del director, que en su día fue un bombazo. La vi hace veinte años y me dijeron que el libro le recordaba a ella. Hace una semana la volví a ver, y sí refleja y son bastante fieles al oficio. Todos sabíamos de la existencia de rotllos todavía en Mallorca y todo el mundo sabía que eso era para quemar, pero a mí jamás en la vida se me había pasado por la cabeza que una persona mantenía aquello, que lo hacía producir. Hasta que vi la foto del hombre en el periódico.
LyL: Uno de los puntos a favor de la novela es el realismo con el que describes el mundo rural. ¿No ha sido difícil recrear el mundo rural en la etapa tan tecnológica que estamos viviendo?
C.S.F: No, lo importante es que yo me lo crea. Y una vez que te has documentado y visto los procesos, yo ya me lo empiezo a creer y la cabeza empieza a funcionar. Ya va solo, eso no se puede parar. Todo parte de una imagen, y a partir de ahí viene lo demás. No digo toda la trama, eso lo voy construyendo a medida que avanzo, pero ya vas viendo el túnel, y es un proceso que no para. A mí me pasa así, y cuando empiezo a creerme algo a veces me cuesta hasta dormir, porque tengo ganas de seguir.
LyL: ¿Quieres decir que eres un escritor que escribe por impulsos, si te llega la inspiración?
C.S.F: Sí. Aunque no puede ser todo al azar. El escritor tiene que llevar un control porque si no se le va de las manos. Pero mis personajes hablan solos, yo no puedo amordazar un personaje. No me sale, incluso me costaría más forzar a un personaje a que haga algo.
LyL: Hablas de personajes y de azar. El carbonero se sustenta en apenas seis personajes con personalidades muy fuertes. Y según va avanzando la historia, el lector encuentra en cada uno de ellos matices para compadecerse pero también para reprobar sus comportamientos. ¿Es todo azar, o lo haces intencionadamente?
C.S.F: Yo creo que eso ha salido así. También ayudan las circunstancias y los factores, porque la dureza de la vida de esta gente (guerra, racionamiento, soledad) es horrorosa. Todo eso genera una reacción en cada uno que te hace más duro, pero cuando estás a solas, te hace también más vulnerable.
LyL: Y luego hay otro personaje, que es la isla de Mallorca, o la Sierra de Tramontana en particular, que hace que los personajes estén más agobiados y con sensación de esclavitud.
C.S.F: La naturaleza es un personaje más, un personaje que transmite toda la intensidad. El que vive de la tierra tiene que entenderla, o al menos esforzarse en hacerlo.
LyL: ¿Pero habría funcionado El carbonero en la península?
C.S.F: Sí, yo creo que sí, habría cambiado el entorno social, porque el tema de los señores y el vasallaje es más propio de Mallorca. Pero sí habría funcionado.
LyL: Lorenzo Silva dice que con esta novela vas a dejar de ser secreto. ¿Eso mismo esperas tú de El carbonero?
C.S.F: Yo es que tampoco era consciente de ser secreto. Eso me lo descubrió Lorenzo (risas). Destino tiene un gran equipo detrás que no tiene parecido con ninguna otra editorial. Si la novela gusta, y tiene difusión posiblemente lo deje de ser, aunque ya te digo que no soy muy consciente de serlo. Aunque a día de hoy, todo lo que no sale por televisión es casi desconocido.
LyL: Mañana participas en Getafe Negro en una mesa redonda llamada “La nueva cosecha negra”. Me gustaría saber cómo ves el futuro de la novela negra española atendiendo a su nueva cosecha, y también tus referentes en el género.
C.S.F: De momento la novela negra está teniendo una buena cosecha, parece que no tiene fin, que se está perpetuando con muchos autores nuevos. No es que haya desaparecido nunca, los géneros son como un oleaje. Ahora toca novela negra, porque en un entorno de crisis, florece la novela negra. En una época más acomodada a lo mejor florece, por ejemplo, el terror, porque todo es tan pacífico que necesitas intensidad, tensión o miedo. Yo no me considero autor de novela negra. El carbonero, simplemente, ha salido así. La novela tiene de negra el componente social, aunque es algo circunstancial, he tenido que hacerla negra porque he tenido que registrar toda una ambientación social. En cuanto a mis referentes, me gusta James Sallis, que tiene un detective en Nueva Orleans, Lew Griffin, que sigue unos cuantos clichés de novela negra pero tiene un valor añadido, es un personaje diferente a los de Connolly o Thilliez, que usan siempre el mismo perfil de detective. Griffin es un detective de barrios bajos, con vida desastrosa, pero contempla la vida a su alrededor y la contempla con la misma paz cuando todo se hunde y cuando todo va bien. No se escuda en principios morales, es un contemplador de la realidad. Está muy bien llevado, lo recomiendo. La primera, El tejedor, me parece muy irregular, pero cuando la lees, algo te dice “¡Voy a por la segunda!”, y la mejor de todas, para mí es El ojo del grillo.
LyL: La última y terminamos. Resuélvame una duda. El personaje de Marc, ¿se mueve solo por venganza o por las deudas generadas?
C.S.F: Por las deudas. Se vuelve esclavo de sí mismo. La venganza podía haber tomado distintos caminos. La idea principal de la novela, más allá de la venganza y la intensidad, es las deudas que él mismo se crea.
Una vez más toca agradecer a la editorial Destino la posibilidad de poder compartir charla con uno de sus autores. Y también agradecer, como no podía ser de otra forma, a Carlos por su tiempo, su dedicación y sus recomendaciones literarias y cinematográficas. James Sallis y Montxo Armendáriz son los deberes pendientes que me llevo tras charlar con el autor. Deberes que pienso hacer en cuanto pueda.