Entrevista a Juan Tallón, autor de “El váter de Onetti”
Me hace especial ilusión que mi primera entrevista para Libros y Literatura sea a Juan Tallón. Su novela “El váter de Onetti” supuso para mí uno de los descubrimientos del año y uno de los libros que más he mencionado a la hora de recomendar libros a todo aquel que me ha pedido que le sugiriese un par de títulos para leer en vacaciones. No os voy a entretener más con prolegómenos y dejo que sea el propio Juan Tallón el que, de alguna manera, os hable.
Para empezar, nos gustaría que pasases el cuestionario marca de la casa en Libros y Literatura:
1. ¿De día o noche? En general cuando me levanto, que suele ser por la mañana. Aunque es de esas cosas que nunca están garantizadas.
2. ¿Un cigarrillo al lado? Hace diez años dejé de fumar y se me jodió el estilo. Tuve que buscarme uno nuevo, para no fumadores. Me he acostumbrado a no tener nada al lado, salvo un lápiz, que jamás uso. Ni siquiera una cerveza. Bueno, esto es mentira.
3. ¿El papel y la pluma han pasado a mejor vida? En mi caso, sí, a menos que tenga que tomar a mano una nota. Y siempre habrá que tomar una nota rápida, breve y decisiva. Mi literatura siempre depende de una nota de este tipo. La literatura, por otra parte, son los detalles.
4. ¿La inspiración llega por sorpresa, o sorprendentemente, siempre te pilla trabajando? La inspiración es una buena mano. Lo normal es jugar con cartas vulgares, y tratar de salir adelante con esa vulgaridad. Ahí está el mérito, en escribir, digamos, con el codo. La inspiración conviene que sea algo esporádico, un fogonazo que ilumina un párrafo cada veinte hojas. Si fuese algo común podría provocar ceguera.
5. ¿Quién es tu mayor crítico? Hace una semana dejé un ejemplar de El váter de Onetti al alcance de mi perra y lo destrozó. Fue bastante crítica. Fuera de mi perra, creo que la criba más tremenda debe hacérsela uno a sí mismo, eliminando sus mejores frases. Después de todo, nunca son tan buenas.
6. ¿Qué personaje te gustaría que leyese tu libro? Holden Caulfield estaría bien. O Alexander Portnoy. Bah, me conformo con Junta Larsen.
7. ¿Qué libro(s) estás leyendo ahora? En este instante Honrarás a tu padre, de Gay Talese. En el baño tengo desde hace año y medio Borges, de Bioy Casares, que sólo leo ahí. Es raro que lea más de una cosa a la vez. Salvo, repito, que vaya al váter, donde, confieso, también hay una recopliación de artículos de Francisco Casavella desde hace algunos meses.
8. ¿Qué libro guardas como el más valioso? El juicio universal, de Giovanni Papini. Lo robé en una biblioteca, tengo que confesar. En realidad, lo hubiese robado de cualquier sitio, aunque fuese un banco.
9. ¿Qué usas para marcar las páginas? Cualquier marcapáginas vulgar, promocionando un vulgar libro que jamás leerás. En ocasiones, y excepcionalmente, por falta de marcapáginas, he usado papal higiénico, facturas, extractos bancarios, relojes y hasta el teléfono móvil.
10. ¿El mejor lugar para leer? No me importa tanto el lugar como la postura: tumbado, por favor.
Ya te conocemos un poco más como escritor y como lector, ahora me gustaría que nos adentráramos un poco más en tu novela “El váter de Onetti”:
1. Creo que la primera pregunta es casi obligada, después de publicarse “El váter de Onetti” en el que el protagonista destina parte de su tiempo libre a escuchar las conversaciones de sus vecinos ¿cómo te miran el resto de los inquilinos de tu edificio cuando coincidís en el ascensor?
En un ascensor es raro que alguien te mire. La gente pone los ojos en unos sitios rarísimos, como los botones, o la rendija, incluso en el foco alógeno. En todo caso, noto que últimamente, desde que me he traído a casa una galga (Gilda), el vecindario pone caras de escasa satisfacción, como esperando que el perro cague en la entrada para echárseme encima y denunciarme.
2. Supongo que será una pregunta que te habrán hecho multitud de veces pero me gustaría saberlo, ¿cómo se te ocurrió escribir “El váter de Onetti”? ¿Lo tenías todo pensado o fue surgiendo poco a poco?
Hace tiempo que me obsesiona el tema de la huida. Estás en un sitio que te hace profundamente infeliz, y de pronto sacas la maleta, metes calzoncillos y te vas. Ni siquiera te hace falta maleta, ya buscarás unos calzoncillos prestados por ahí. Este era el caldo de cultivo cuando mi vida personal se vio sacudida por una mudanza a Madrid, y favoreció mi huida del periodismo de provincias. No necesito muchos más ingredientes para empezar a escribir. En realidad, y en esencia, necesito desconocer. Tengo la teoría –parecerá seguramente una ridiculez– que para escribir hay que ignorar, proponerse sacar adelante algo que no sabes si estarás en condiciones de sacar. Lentamente se van uniendo otros elementos que descubres que también te obsesionan, junto con la huida: los vecinos, los procesos creativos, la felicidad como fuente de infelicidad, y viceversa, el fútbol, el gin-tonic. Y después están las pequeñas ficciones que surgen a diario, y a las que vas haciendo sitio en la historia. Es decir, y respondiendo a tu pregunta, no tenía casi nada pensado.
3. Siendo el protagonista de la novela un alter ego de ti, ¿consideras que es más fácil escribir cuando se trata de uno mismo o el pudor entorpece la labor creativa? ¿Dónde crees que debe ponerse el límite cuando se habla de uno mismo?
No he tenido dificultades nunca por adoptar un punto de vista narrativo u otro. Por otra parte, no me tomo demasiado en serio a mí mismo, así que eso me permite rebasar el límite cuando escribo vagamente de mi vida. Ni siquiera me hago esa pregunta retórica, que a menudo sirve de muro de seguridad: ¿Qué pensará mi madre cuando lea toda esta bazofia personal? La he acostumbrado desde pequeño, así que creo ella se sentirá perturbada ante nada que haga o diga un personaje que se llame Juan Tallón.
En mi caso, la miserias personales representan a menudo un material narrativo de primera necesidad. Tengo la sospechosa impresión de que saco partido a mi basura más que a cualquier otra cosa. En el fondo, tu basura es también la basura de los otros. Todas las basuras personales se parecen. Soy muy perezoso, de ahí que en una maniobra de comodidad extrema, agarre lo que tengo más cerca, y que es mi basura personal, o la basura personal de mis amigos, que es como si fuese mía, porque convive en mi memoria. Cuando quiero narrar algo no necesito, de ningún modo, una gran historia. Mi reto es convertir una pequeña miseria, en una gran miseria, a base de hornear. Ese es el reto: no tanto hacer un mueble con un árbol, sino, como decía Anne Sexton, hacer un árbol con un mueble.
4. A lo largo de las páginas Javier Marías y Enrique Vila-Matas van cobrando protagonismo hasta el punto que son casi dos personajes más del libro. ¿Por qué concretamente ellos?
En términos estrictamente narrativos, digamos que prestan un servicio, complementan un trama, y contribuyen a dotar al personaje principal de cierta complejidad, en el sentido que deseo que posea varias capas. Fuera de este funcionalismo, Enrique Vila-Matas ha tenido, y tiene, cierto protagonismo en mi carrera literaria, nos conocemos, le leo, últimamente me lee él a mí, así que era casi imposible ignorarlo en uno texto como El váter de Onetti. Dicho esto, hay que decir que la obra de Enrique se construye históricamente sobre otros autores reales a los que ha dado vida literaria. Ya era hora de que fuese él quien se volviese un personaje en manos de otros autores. La presencia de Javier Marías es el resultado de eso que antes he llamado “una buena mano”. La redacción de la novela evoluciona lentamente, y un día te entran buenas cartas, o eso crees y vislumbras que, justo ahí, en el punto en el que te encuentras, o en uno que llegará inmediatamente, tienes un hueco en el que encaja Marías, crees que complementa a la perfección lo que quieres contar.
5. “El váter de Onetti” es tu primera novela traducida al castellano y, en ella, el protagonista huye de Ourense y se instala en Madrid en busca de las condiciones óptimas para escribir. Supongo que no es de los que necesita tranquilidad para concentrarse. ¿Cómo ha sido el salto de Galicia a Madrid?
La mudanza es el detonador final de la novela. Dejar Galicia, y huir de los infelices días de redactor de sucesos en un periódico en el que ya no se permitía hacer periodismo, es el gran acontecimiento de mi vida en los últimos veinte años, si quitamos el instituto. En Madrid me encontré con tiempo para escribir. Llevaba años buscándolo. No necesitaba otra cosa. Ni siquiera tranquilidad. Fueron diez meses que me permitieron escribir no sólo El váter de Onetti, sino también Fin de poema. Porque pasaron diez meses, dejé Madrid y volví a mudarme a la ciudad de la que había huido.
6. Del libro se desprende que entrar en el círculo editorial consiste en esperar mucho: a que lean tu libro, a que den una respuesta a un correo electrónico… entiendo que no es un mundo apto para impacientes ¿no?
No conviene tener prisa, ciertamente. Pero eso es bueno, en cierto sentido. La literatura no tiene que ser ese escenario al que se llega pronto, se triunfa rápido y se hace dinero. A veces hemos podido llegar a creer que es así. Nuestra mercado está plagado de triunfos fulgurantes, sostenidos no tanto por un proyecto literario como por un proyecto comercial. El escritor de verdad, con vocación de infelicidad, como lo llamaba George Simenon, sabe que lo primero es escribir, incluso fracasar, para ponerse a prueba y saber que quiere seguir escribiendo pese al fracaso. Si es así, comprobará que la forma de ir rápido en literatura a menudo es ir despacio. Si tiene que llegar algo, llegará tarde, pero en todo caso, en su momento.
7. En la novela, así como en la presentación que se hace de ti en las solapas del libro, se menciona que trabajaste en un periódico del que saliste escaldado. En una época en la que la información llega a los lugares tan recónditos, se actualiza prácticamente al minuto y el consumidor de prensa puede acceder a ella en multitud de formatos, muchos periodistas manifiestan continuamente que la profesión no pasa por su mejor momento. Crisis aparte, ¿realmente corren malos tiempos para el cuarto poder?
Malísimos. Los peores. El modelo de sostenibilidad está quebrando. ¿Cómo hacer rentable un medio? Estamos en esa fase, es decir, buscando una respuesta. La crisis sólo ha precipitado la incertidumbre que abrió internet. Naturalmente, también ha desencadenado las pérdidas, multiplicado los despidos, pisoteado los derechos laborales. El periodista ya es un ser con un sentido trágico de la vida. Ya era, por naturaleza, un tipo escéptico. Pero ahora…
8. Esta pregunta es una curiosidad personal. En una parte del libro, se hace una reflexión acerca de cómo actúa la gente cuando se enfrenta a una mala novela: hay quién la deja por mitad y hay quién la lee hasta la última página. También se reflexiona acerca de qué hacer físicamente con el libro (por ejemplo, Francisco Umbral los lanzaba a la piscina). Yo soy de las que dejan los libros cuando ya no puede más y los guardo en la estantería con los demás, aunque algo apartados de los buenos. ¿Tú qué haces?
Me cuesta horrores abandonar un libro malo, pero a veces no hay más remedio. Lo cierro, lo barajo entre otros que haya leído en una estantería, y paso al siguiente. En última instancia, más como pose que como principio, hago aquello que recomendaba Ford Madox Ford: “Abrir el libro por la página 99, donde la calidad de todo el libro será revelada”. Naturalmente, no es algo que suela a funcionar. Tengo que decir, sin embargo, que raramente me encuentro con un libro así. Me mido mucho antes de abrir uno.
9. ¿Hay un nuevo libro en el punto de mira? En caso de que así sea ¿puedes decirnos para cuándo y avanzarnos algo?
No hay libros. De un año para aquí invierto todo mi esfuerzo en mi blog (descartemoselrevolver.com), y en algunas colaboraciones periodísticas para revistas, que te permitan escribir de lo que quieras, con la extensión que tú decidas. Dicho esto, en cuando pueda daré vueltas a uno de esos proyectos que me genere incertidumbre sobre mi capacidad para sacarlo adelante. Supongo que querré dar un cambio radical a lo que he hecho hasta ahora. El mérito está en hacer algo que no habías hecho nunca antes, y que pueda hacerte fracasar. Qué mérito tiene hacer algo que sabes que seguramente te saldrá bien.
Gracias por responder a Libros y Literatura