Era tan suave…, de José Luis Moro (con ilustraciones de Juan Díaz-Faes)
Alguien se ha cargado al osito de Mimosín, cuyo cuerpo sin vida ha sido hallado hecho unos zorros después de una noche de fiesta con el Gigante Verde. Cualquier habitante de Marketinia, todos ellos mascotas publicitarias desterradas del mundo real por la crisis y las marcas blancas, puede ser sospechoso. La Vaca que ríe, el cocodrilo de Lacoste, el corderito de Norit e incluso la gaviota del PP serán investigados a fondo por Míster Proper (perdón, Don Limpio) y el capitán Pescanova en busca de la verdad… o de otra muerte segura a manos del culpable.
Era tan suave… es el experimento mitad publicitario mitad literario que José Luis Moro (a.k.a. Un Pingüino en mi Ascensor) publicó por entregas en el verano de 2013 en la edición española del Huffington Post, y que a finales de ese mismo año recuperó para el papel Yorokobu (bajo el sello de Brands & Roses) con vistosas ilustraciones de Juan Díaz-Faes. Ya sé que voy un poco tarde con la crítica, pero el libro aún puede encontrarse al menos en la mencionada página de Yorokobu y en bastantes librerías.
Es complicado clasificar este libro. Si le echamos un vistazo al ISBN lo veremos incluido en categorías dispares como: FF (Género policiaco y de misterio), WHC (Caricaturas e historietas) y WHG (Humor relacionado con programas de televisión). De acuerdo, diremos como resumen que es una intriga humorística con dibujitos y personajes de la tele. No, no es la primera novela de Matías Prats, es el delirante debut literario que solamente podría perpetrar el mismo tipo que facturó Atrapados en el ascensor y el anuncio del Galloper en el que Georgie Dann llegaba al Polo.
Era tan suave… se podía haber titulado también En la variedad está la diversión, porque desde el principio se convierte en un desfile casi interminable de los más variopintos personajes, mascotas y elementos publicitarios que han poblado nuestra vida en los últimos treinta años. Tras descubrir el cadáver del suave osito, su pareja, Míster Proper (perdón, Don Limpio) comienza a darle vueltas al asunto y trata de reconstruir las últimas horas de Mimosín, con el que había discutido la noche anterior. El Gigante Verde, un antiguo amante, le pone sobre la primera pista, y uno tras otro el tigre de Tigretón, el mayordomo de Tenn y el mono de cierto anís, entre otros, le van introduciendo en una intriga de drogas y dinero falso que rodeaba a Mimosín, que en esta novela no tiene nada de cándido. En paralelo, el capitán Pescanova, siempre precedido de un sospechoso tufo a fritanga, comenzará con una lenta investigación oficial. Ambos coincidirán más adelante en la novela cuando las cosas se pongan muy muy feas y se las tendrán que ver con sicarios como el muñeco de Michelin y el Celta de… Celtas.
El lector, junto a los dos protagonistas, lo que va descubriendo también es que hay algunas cosas claras en Marketinia: todos son gais y/o drogadictos, tienen un pasado oscuro y algo que esconder. O todo a la vez. Porque José Luis Moro reparte a diestro y siniestro entre la fauna publicitaria, sin olvidar algún recado político. Como bien dicen en el propio blog de “Yo fui a EGB”, Era tan suave… puede resultar el “reverso tenebroso” de este boom nostálgico de la generación de los setenta y principios de los ochenta en el que estamos inmersos, que presenta de manera harto edulcorada nuestro universo de hace treinta años como la última, y quizá única, infancia verdadera de la Historia.
Llegados a este punto hay que reconocer que si pensamos en Libros y Literatura (que para eso estamos, ¿no?), esta es una de esas obras que se quedan más en la primera mitad del nombre que en la segunda. Como libro, como objeto que a uno le gusta tener por casa, regalar, recomendar y enseñar a los amigos, Era tan suave… tiene muchos puntos a favor. Nueve sobre diez, podríamos decir. Una edición atractiva, vistosa, de buena calidad, y un trabajo impecable de Díaz-Faes (me pienso comprar Escacalógico después de esto). Y no es de diez porque tiene pequeños fallos de edición y (por lo menos mi copia) un pequeño fragmento que está fuera de sitio.
Cuánta “literatura” contiene… pues no tanto, aunque tampoco como para quitarle el mérito al conjunto. Como piezas individuales, como “entregas” tal y como las concibió el autor, cada uno de los fragmentos funciona. Y sobre todo es uno de esos libros con los que uno pasa vergüenza en el metro, porque va soltando una risilla detrás de otra hasta alcanzar auténticas carcajadas.
En definitiva, busquen, comparen, y si encuentran algo mejor, cómprenlo. Pero si no, con este Era tan suave… no creo que se sientan como El ama de casa estafada por la publicidad.
Era tan suave…, de José Luis Moro – Yorokobu (Brands & Roses), diciembre 2013, 256 pp. con ilustraciones, 18 euros