Para alguien como yo, que llevo diez años coordinando y desarrollando un portal literario con miles de reseñas, contar que la lectura es una pieza fundamental de mi vida puede parecer hablar de algo bastante obvio. Desde que era muy pequeño sentarme cómodamente en un sofá y
ponerme a leer ha sido una de mis mayores pasiones, a veces incluso una pequeña obsesión. Hablaros a vosotros, que me entendéis como nadie pues sois en mayor o menor medida lectores como yo, de lo satisfactorio que es leer un libro, acompañarlo de una bebida caliente en invierno o fresquita en verano, de compartir momentos de lectura con aquellos a los que quieres, de evadirte del ajetreo diario de la vida con una lectura que te haga olvidar en qué mundo vives, es probablemente bastante innecesario.
Pero quiero contaros que de un tiempo a esta parte cada vez me cuesta más encontrar esos momentos de tranquilidad para dedicárselos a la lectura que me llena de placer. No me gusta leer al finalizar el día, porque me suelo quedar dormido y mi cerebro ya no presta tanta atención a lo que leo, así que ni profundizo en la lectura ni la disfruto tanto, y luego solo recuerdo una parte de lo que he leído, lo que me genera bastante insatisfacción. Vivir en una gran ciudad como Madrid hace que una parte importante de mi vida sean desplazamientos en transporte público, lo que significa estar subiendo y bajando de metros, trenes y autobuses, y andando de un lado a otro. Y envidio a la gente que puede leer así, porque yo o bien termino tan enfrascado en mi lectura que me paso mi parada y termino llegando tarde a donde voy, o bien de nuevo tengo que estar más pendiente del mundo que me rodea y vuelvo a saltarme la lectura que tengo entre manos.
Pero soy una persona que necesita leer, sea como sea, así que me puse a buscar alternativas. Sabía que en otros países había una amplia cultura de escuchar audiolibros. A mí esto de escuchar los libros en vez de leerlos me parecía un poco descafeinado, algo infantil, ya que lo asociaba a unos cassettes de cuentos narrados que me habían regalado cuando era pequeño y que escuchaba a veces cuando me iba a dormir.
Pero como no encontraba otra opción mejor y no soy de rechazar las cosas sin haberlas probado primero, me dispuse a escuchar mi primer audiolibro con “El nombre del viento”, un libro que ya había leído en papel y del que soy muy fan. La experiencia me encantó, ya que podía ir andando por la calle o en transporte público sin preocuparme de chocarme contra otros o terminar pasándome mi parada, ya que podía mirar mi entorno, y a la vez, adentrarme en la lectura narrada. Los audiolibros profesionales están narrados por voces que te sumergen en la historia, con diferentes tonos para cada personaje, en algunos casos con más de un narrador, y con muchos recursos estilísticos y sonoros para generar una experiencia muy similar a la que supone leer tú mismo el libro, o incluso mejor.
Escuchar un audiolibro en vez de leer tú el libro tiene mucho de cuando éramos pequeños y dejábamos que nuestros mayores (padres, abuelos, tíos) nos contaran los cuentos. Es verdad que no controlas tanto la narración, pero te permite liberar una parte de tu atención para centrarte en disfrutar la historia. Y si está narrado por un profesional, la calidad va a ser muy buena.
Con el tiempo he encontrado varios audiolibros de autores a los que quería leer, y escucharlos ha sido una muy buena experiencia, y una forma de ampliar mis tiempos de “lectura”, aprovechando ratos en los que no estoy en la comodidad de mi casa. Por suerte el catálogo de audiolibros está creciendo rápidamente, y también hay webs centradas en este formato que nos ayudan a encontrar nuevos audiolibros en español como audiolibros.online, lo que nos facilita la tarea de encontrar aquello que queremos escuchar.
Así que no dejéis que la falta de tiempo sea una excusa para no leer; se pueden aprovechar los desplazamientos para escuchar audiolibros.
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