Reseña del libro “Espacios sin aire”, de Shulamith Firestone
“Quizás debido a la medicación, su mayor problema era que ya nada le importaba, y el amor había sido olvidado. A veces reconocía en los rostros de los demás la alegría y la ambición y otras emociones que recordaba haber tenido alguna vez, hacía mucho tiempo. Pero su vida estaba arruinada y no tenía un plan de rescate.”
Siempre he creído que hay algo increíblemente desalentador y lamentable en la forma en la que la sociedad y, con ella, nosotros mismos, hemos tratado en la Historia, y seguimos tratando en la actualidad, a los enfermos mentales. Como si no fueran nuestros iguales, como si no pudiéramos llegar a ser también nosotros el día de mañana.
‘Espacios sin aire‘, la última apuesta de Muñeca Infinita, a través de los relatos cortos de decenas de hombres y mujeres que conviven con sus trastornos y la sobre medicación a la que se encuentran expuestos de manera obligada, nos muestra una realidad que nos es ajena o no queremos ver. Porque son personas frágiles, que han perdido sus ganas de vivir, y que tienen relaciones difíciles consigo mismos y con los demás.
En cada uno de los encuentros y desencuentros que cada uno de ellos tiene con otras personas, tanto en la calle, como en instituciones psiquiátricas, con amigos y familia, se percibe de una manera durísima, directa e, incluso, casi fría por la narración de Firestone, una enorme desesperanza no solo ante el presente sino ante el futuro. No logran encontrar su hueco, ya ni siquiera se esfuerzan por buscarlo, y la autora nos muestra hasta qué punto llega su desesperación. Es realmente doloroso.
Y lo que creo que nos plantea, además de un acercamiento a los inicios y el desarrollo de la enfermedad mental y sus consecuencias, es ¿por qué hemos normalizado que estas personas no se integren en la sociedad, durante o tras la enfermedad? ¿Por qué los seguimos mirando con otros ojos, e incluso, desviando la mirada, desde el privilegio de no haber tenido que enfrentarnos a ello? ¿Por qué sigue siendo una realidad tan ajena y alejada de la sociedad en general?
Porque, aunque este libro lo escribiera Firestone en 1998, da mucha pena encontrarse con una situación tan penosa: a pesar de que se hable tanto de la importancia de la salud mental hoy en día, a pesar de que sea un tema que inunde los medios, incluso muchas partes del discurso público, sigue existiendo un estigma brutal y se sigue echando la culpa al individuo, en vez de a los motivos sociales que lo provocan.
Firestone, en ‘Espacios sin aire’, trata de ir a la raíz del por qué ocurre esto, dando lugar a estas personas desde sus pensamientos, vivencias, sentimientos, emociones y más terribles miedos, colocándolos en el centro. Y nos lanza justamente ese mensaje: ¿cómo somos capaces de no ponerles en el centro y continuar echando la vista a un lado?
Ahora que se habla tanto también de la autoficción, muchas veces en términos negativos, me ha parecido un gran ejercicio de la autora el relatar su propia experiencia a través de los ojos de otras personas que están viviendo circunstancias similares. Me ha encantado la manera tan honesta y dura con la que lo narra, sin sutilezas para con el lector para que este se dé de bruces con la realidad. Como cuando empezamos a montar en bici y no podemos hacer nada para chocarnos contra una pared al final de una cuesta. De una forma inevitable, nos enfrenta a la verdad que ella misma y centenares de personas conocidas han vivido. Y empatizas, por supuesto que empatizas con todos ellos, es imposible no hacerlo.