Si has leído ya algo de Vila-Matas sabrás de su querencia/obsesión por las citas, hasta llegar al punto de no saber (tampoco hay la necesidad) mientras estás leyendo si de verdad son de quien dice que son o pura invención suya. Todo en su universo es ficción. Siempre he imaginado que su vida, como persona y autor al mismo tiempo, también debe de serlo. Algo así como lo que dice el narrador en algún punto de esta última novela: «para mí vivir era construir ficciones». Si ya de por sí ese juego con lo real y con la hiperreferencialidad es agudo en sus libros, imagina si encima el narrador del libro se dedica a recoger citas de escritores para ayudar a otro, con ellas, en la creación de su obra. Esto es lo que sucede aquí, en Esta bruma insensata, una novela más de Enrique Vila-Matas en el catálogo de Seix Barral.
Nos encontramos a finales de octubre de 2017, estamos en suelo catalán, entre Barcelona y el Cap de Creus, en unos días de bastante ajetreo político en el país (digo días pero podría decir meses, e incluso años. Pero bueno). El gobierno catalán ha proclamado (y suspendido) la República, la gente se manifiesta por las calles y el cielo está lleno de helicópteros de la Guardia Civil. En ese contexto nos encontramos con Simon Schneider, una especie de recolector de citas literarias, alrededor de los cincuenta años, que nos va a contar con detalle, desde muy adentro, esos días de finales de octubre de 2017. Ya en el principio del libro sabremos de su obsesión por su hermano, escritor de éxito afincado en Nueva York al que le envía una serie constante y continua de citas con las que armar sus aclamadas novelas. El rasgo más importante de ese hermano menor y tan famoso escritor es, cómo no, su ocultamiento. Nadie sabe nada de Gran Bros, como se hace llamar Rainer Schneider Reus, pero todos han leído sus cinco novelas, la crítica las aclama, la gente las devora. Simon nos habla directamente de la relación con su hermano, de cómo este dejó a su familia por cruzar el charco, por labrarse esa carrera que Simon se plantea si de verdad es verídica, si no será una construcción amalgamada por una parte por sus citas, y por otra, por la ayuda de una confusa y oscura compañera a la que llama Dorothy.
Esta bruma insensata, título que viene, cómo no, de una cita (de Queneau), se basa en esa búsqueda a partir de la tan poco fiable memoria de un tan poco fiable personaje creado por el más aún poco fiable Vila-Matas, del hilo tan brumoso que conforma la relación entre hermanos. Gran Bros, bebedor compulsivo, mantiene a Simon con una pequeña paga que le envía por sus servicios. Este, además, es traductor e intenta ser escritor. Se escriben por mail tratándose como amo y sirviente, como jefe y empleado. Todo lo recibe y lo manda Simon desde una peligrosa casa a punto de derrumbarse al filo de un acantilado en el Cap de Creus. Por allí pasea hasta Cadaqués, rememora (con esa forma tan perfecta que tiene Vila-Matas de hacer retrotraerse a sus personajes hasta conseguir con eso tramas y novelas geniales) su juventud en ese pueblo ya de por sí tan artístico y cultural, los excesos de su hermano, las relaciones con la gente que estuvo y está allí.
Cierto día, Gran Bros escribe a su hermano para decirle que visitará Barcelona y quiere verle. Vivimos entonces todo lo que despierta ese mensaje en Simon desde una mañana que siempre parece augurar la posibilidad de algo bueno. Deciden encontrarse en una pequeña iglesia de la Diagonal, con el rumor a lo lejos de gente manifestándose por la unidad de España (algo que Simon no entiende ni comparte, y no porque sea independentista). Y entre ese sí pero no de dos hermanos que nunca han tenido el valor ni la valentía de hablarse de sus sentimientos, se tratan tantas cosas más: el continuum que es la vida y sobre todo la literatura, la imposibilidad de lo original, la sempiterna copia de otra copia de otra copia, lo tan ficticio que es lo real, el cómo una vida puede sujetarse únicamente por citas de otros, el cómo los otros pueden formar lo uno, ya sea Gran Bros o incluso el tan vilamatiano Pynchon. Todo, eso sí, desde ese «mi recuerdo subjetivo y seguramente algo distorsionado» que Vila-Matas otorga a Simon Schneider, y a tantos otros de libros pasados (que para algunos, como yo, pueden ser y serán también futuros).
Los hermanos se encuentran, uno va bebiendo whiskey tras whiskey hasta que cambia al vodka, mientras el otro, abstemio, contempla cómo su hermano menor empieza, por primera vez, a parecer por fin y en verdad el menor. Ve al falso hermano mayor perderse entre la bruma insensata para contemplar por vez primera en tantos años los rasgos trágicos de la parte humana del escritor de éxito, del hermano pequeño que en realidad es. Es el reflejo y la expresión de esa parte la que lo lleva a confesar su deseo por «dejar atrás la maldita impostura de escribir».
Todos los libros de Vila-Matas son el mismo y todos los libros de Vila-Matas son distintos. Puede aburrirte o puede encantarte. Es capaz de no decirte nada y es capaz de decírtelo todo. Y en realidad todo depende de ti. Porque su maestría y genialidad son incuestionables. Leía antes de Esta bruma insensata el último de Muñoz Molina, también de Seix Barral y publicado más o menos al mismo tiempo, y cuando tenía este entre manos, con aproximadamente las mismas páginas pero no la misma cantidad de palabras, me preguntaba si era necesario inflarlo y llegar a ese alrededor de 300 para cumplir con las expectativas del lector (o del precio). Me lo preguntaba porque yo quería responder que no. Sí, son 20€, pero es Vila-Matas y eso significa literatura, literatura de calidad. Me da igual las páginas que tenga.
Vila-Matas comienza teniendo un nombre muy literario. No tiene que hacer al nombre, sólo escribir. Y escribe. Y escribiendo llega alto, pero siempre tiene el buen gusto, la consideración, de no llegar hasta donde sus lectores más fervientes esperamos. Se queda a uno o dos pasos de la genialidad. A lo mejor en eso consiste su genialidad, en permanecer algo envuelta en brumas, para no abrumarnos. Pero yo confieso que siempre espero que Vila-Matas escriba algo que me fascine por completo y de golpe, aunque con ello me pierda el delicado placer de disfrutar de su encanto con la relectura, poco a poco.
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