Se levantó de la cama y notó unos tablones duros bajo los pies. También la aspereza extraña del tejido de un camisón sobre la piel. ¿Quién se lo había puesto? Anduvo sobre los secos tablones de madera y se plantó, alargando el cuello para mirar el mundo a través del espacio estrecho y elevado de un ventanuco. Las dos farolas que había visto en sueños resultaron ser dos estrellas enormes en el cielo de color azul oscuro.
De este modo comienza En Estado salvaje de Charlotte Wood. Es la historia de diez mujeres que son encerradas en unos cubículos, que ellas mismas denominan perreras. Las obligan a llevar ropa vieja, áspera e incómoda y les rapan la cabeza. No saben que las ha llevado a esa granja aislada del resto de la humanidad, y tienen que enfrentarse a la escasez de comida y a la esclavitud a la que se ven sometidas por dos hombres y una mujer, que cada día las obligan a trabajar en la construcción de una carretera. Son maltratadas, humilladas y no tienen modo alguno de escapar debido a la valla electrificada que las separa del exterior. ¿Qué han hecho para merecer ese trato?
En estado salvaje ha sido comparada con El cuento de la criada de Margaret Atwood, obra que en los últimos tiempos a reavivado su fama gracias, en gran medida, a la serie de televisión basada en su historia y al momento actual. Vivimos una época en la que el machismo, el feminismo, la igualdad… están en boca de todos y todo lo relacionado con el tema inmediatamente salta a las portadas y crea debate. No obstante, En estado salvaje tiene varios puntos que lo distinguen de la obra de Margaret Atwood. El más fundamental es que mientras que El cuento de la criada es una distopía (más cercana o alejada del presente), En estado salvaje no hace referencia a ningún tiempo y eso es porque se trata de una historia de ayer, de hoy y de mañana. Habla de misoginia pero también de esclavitud y de supervivencia.
Hace unas semanas los medios publicaron los datos que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó en la Asamblea General de la ONU en relación al alcance real de la esclavitud moderna. El estudio señala que más de 40 millones de personas en el mundo fueron víctimas de la esclavitud en 2016. El género femenino representa el 71%, casi 29 millones, de esa alarmante cifra. Y es que, el 99% de las víctimas del trabajo forzoso en la industria del comercio sexual y el 84% de los matrimonios forzosos, son mujeres.
De esto va el libro de Charlotte Wood, de mujeres que son castigadas por una sociedad que nos divide por nuestro género, que ha sexualizado de tal modo el cuerpo femenino que hace que las propias mujeres nos preocupemos por él, por si enseñamos o no enseñamos demasiado; que hace que algunas mujeres nos avergoncemos de él y otras lo usemos como un arma; que hace que éste levante pasiones y envidias por igual; y que, sobre todo, hace que en un porcentaje demasiado alto nos represente, nos etiquete y nos condicione…
El libro es ficción pero es muy real. Puede que no sea por las mismas razones, con el mismo fin, o a tantas mujeres de golpe, pero cada vez que un hombre acosa a una mujer, viola a una mujer, maltrata a una mujer… la está castigando por eso, por el simple hecho de haber nacido mujer en una sociedad que ha dotado a los atributos femeninos de una sexualidad que que la mujer no ha elegido.
Tras esta reflexión, me gustaría señalar que En estado salvaje no cae en el burdo mensaje de simplificar este conflicto en “mujeres víctimas, hombres verdugos”. Va más allá y nos muestra como las propias mujeres somos en muchas ocasiones nuestras peores enemigas y somos las primeras en prejuzgarnos y etiquetarnos las unas a las otras.
Las chicas veían como Teddy utilizaba a Nancy. Era asqueroso, como todos los hombres, convenían. Eran los hombres quienes empezaban las guerras, quienes cometían las matanzas, las violaciones y mutilaciones.
–Imaginad si las mujeres dirigieran el mundo –suspiró Izzy.
Se hizo el silencio.
–Pero a mí me gustan los hombres –musitó Rhiannon. Todos los rostros se volvieron hacia ella, así que añadió a toda prisa–: No estos, claro.
–Imaginad como sería este sitio si estuviéramos solo nosotras –dijo Barbs.
Las demás lo pensaros en silencio.
–Aún estaría Nancy –dijo por fin la vocecilla de Joy.
–Y Hetty –dijo Maitlynd.
Se estremecieron
Así que no, volviendo a la comparativa entre las obras de Charlotte Wood y de Margaret Atwood, no son la misma historia porque mientras que una podría ser real en algún momento, la otra ya lo es; pero eso sí, ambas cumplen una función y es hacernos pensar en todo esto.
Permitidme, por tanto, que ponga en relieve la importancia de que se escriban libros así. Libros que, a pesar de ser encuadrados en el género de la ficción, son muy reales y abordan la barbarie de la que es capaz el ser humano. En estado salvaje es una historia dura y despiadada que inquieta, que destroza y que en algunos pasajes te hace removerte incómodo; pero también, te hace abrir los ojos y reflexionar.
Charlotte Wood ha escrito una historia que horroriza y cautiva a partes iguales gracias a una prosa directa, natural y detallada hasta el extremo que te hace mascar la suciedad, la rabia, la claustrofobia, la incertidumbre, el miedo, la crueldad; y también, la fortaleza y la lealtad. Pero que nadie se equivoque, porque el estilo de Wood es tan irreverente como cuidado y elegante. Tal vez no es un libro apto para todos los públicos, especialmente para mentes delicadas y susceptibles, pero sí es un libro muy necesario por los temas que aborda.
Me interesa, me lo leeré