Quienes me siguen (que son legión) saben que me gustan estos libros y cómics en los que se cuentan las vidas de las personas cuando llegan a cierta edad y vuelven la vista atrás y recuerdan sus vivencias, sus ratos buenos y malos, sus ambiciones, sus logros, sus fracasos, sus pérdidas dolorosas, el hacerse mayor… sus cosas, en definitiva y, sobre todo, las relaciones personales y familiares. Ver el cambio, la evolución de la persona, de su entorno, de su gente. Comparar lo que se deseaba de joven con lo efectivamente conseguido, crecer al lado de un hermano, distanciarse (o no) de él… En fin, la vida. La cruda y puta vida.
Porque eso es la vida: crudeza y lucha. Te ofrece lo mejor cuando no sabes apreciarlo, cuando eres un niño que piensa que todo será siempre igual, con unos padres que te cuidan y protegen, unos padres que se desviven por ti, y a medida que vas creciendo todo se complica. Con el pasar de los años vas recorriendo la curva parabólica y al llegar a los 35 estás en lo más alto. A partir de ahí, si la vida ha sido buena contigo o relativamente buena, (cosa dudosa, ya que por el camino te habrás roto algún hueso o habrás permanecido en cama algunos días por alguna enfermedad o has tenido un accidente de coche o mil historias más que pueden haberte sucedido ya no solo a ti sino a los tuyos…) empezará el declive y la caída libre: achaques y cía…
Pero bueno. Yo venía a hablar de un cómic, no a filosofar.
Leí una entrevista que le hicieron a Ana Penyas ahora mismo no recuerdo en qué medio, en el que decía, refiriéndose a su abuela Maruja: “…cada vez estaba más mayor. Me impresionó mucho verla sin poder ir a comprar sola, cocinando a duras penas, limpiando como podía. La vi muy triste. Mi abuela, que nunca había visto los programas del corazón, me hablaba de Belén Esteban y de su hija, de la Pantoja…” Esas palabras me impresionaron. Que alguien que nunca había visto esa clase de programas acabara haciéndolo… es muy triste.
Estamos todas bien habla de eso que he contado en el primer párrafo. De la vejez en la versión femenina. De cómo fue la vida de las dos abuelas de la autora, Maruja y Herminia, en un mundo en el que la pregunta “¿qué quieres ser de mayor?” era retórica, puesto que, salvo excepciones contadas, la mujer en aquellos tiempos poco podía hacer al margen de atender la casa, el marido y los hijos e, incluso en la vejez, habiendo sobrevivido a sus maridos, siguen ocupándose de todo eso limpiando la casa como buenamente pueden, cocinando, preocupándose por sus hijos…
Penyas hace una loable y merecida labor de reconocimiento a las abuelas y, por extensión, a las personas mayores. Quiere visibilizarlas, quiere que nos pongamos en su lugar y que comprendamos que esas personas una vez fueron niños, adolescentes y adultos como nosotros, que han crecido, que han tenido dificultades y que han llegado a donde están ahora, que no es poco, y que son olvidadas por la sociedad e incluso, en ocasiones, por sus propias familias y amigos; no cuidamos de ellos como ellos hicieron de nosotros. (Como se muestra en una viñeta en la que Maruja, con andador, comenta con una conocida que sus amigas salen a andar y como saben que ella no puede andar mucho no la llaman. Ya no se acuerdan de cuando Maruja las llevaba en coche…) Es duro, pero es real.
En cuanto a la forma, la artista tiene un estilo propio personalísimo y difícil de describir. Es como si cogiéramos figuras de esos recortables que ya no se ven por el mundo y los dispusiéramos en los escenarios que la viñeta propone. Un dibujo intencionadamente plano, sin profundidad, que parece más obra de un niño y que choca al principio por el efecto raruno y desconcertante que causa, pero al que poco a poco vas aprendiendo a hacerte para acabar entusiasmándote irremediablemente. No sé… acaba gustándote, aunque no sepas explicarlo…
Leed Estamos todas bien, leedlo lentamente, deteneos en el grafismo, y después hablad con vuestras abuelas (y abuelos). Disfrutad de ellos todo lo que podáis, porque, por desgracia, habrá un día en el que no estarán y entonces tal vez os pese no haberlo hecho.
Ana Penyas ha parido un cómic, –en formato horizontal, por cierto–, entrañable, realista y reivindicativo por la temática y peculiar por la forma. Un cómic que alguien tenía que hacer. Un cómic de los que hacen falta.