El año pasado el museo del Prado reunió las mejores obras del pintor Jheronimus Bosch, más conocido como el Bosco, para conmemorar los cinco siglos de su muerte. Entre esas obras se encontraba El jardín de las delicias, un tríptico pintado al óleo que es una portentosa obra de imaginación. No tuve la oportunidad de visitar el museo, pero desde la página web de éste pude escrutar con tranquilidad todos los detalles del cuadro. Todos esos seres deformes, monstruos, animales imposibles, abominaciones de la naturaleza; todos ellos formando parte de un todo tan fantástico que me dejó atrapado durante horas preguntándome qué vivencias habría tras esos personajes. No el significado alegórico, sino las historias que contaban sus estáticas acciones. La liebre que vagabundea por entremedio del alboroto que forma una aglomeración de cuerpos desnudos, ¿anda pérdida o solo está curioseando? El tipo con cabeza de arándano que yace junto a una muchacha, ¿ella le ama a pesar de su extraña deformidad o solo está con él por su dinero? Cosas por ese estilo. Todos esos personajes llegaron a conquistarme hasta tal punto que sentí que formaba parte de ese lugar. La primera vez que puse un pie en Ether sentí exactamente lo mismo. ¿Pero qué es Ether?
Ether: La muerte de la última Llama Dorada es un cómic escrito por Matt Kindt y dibujado por David Rubín. Ether también es un mundo mágico, un mundo de lugares imposibles y seres de disparatada composición biológica que se haya en una dimensión alejada, pero a la vez en los aledaños de la nuestra. Un paraíso para la vista con una aventura tras cada esquina. Un misterio por resolver para todo buen científico. Una golosina que saborear para todo buen aventurero. Boone Dias es ese aventurero. Un explorador interdimensional con la mente analítica de Sherlock Holmes, el anhelo de sondear lugares recónditos de Ernest Shackleton y el arrebatador carisma de Indiana Jones. Y mientras Boone Dias se deja seducir por esa magia, en la cual hay mucho de ciencia, los habitantes del lugar solicitan su ayuda siempre que se perpetra un crimen. ¿El último? ¡La Llama Dorada ha sido asesinada! Las dotes de Boone Dias serán necesarias más que nunca.
Cuando todavía estoy recuperándome de la resaca de Gran Hotel Abismo, cuando aún tengo que hacer un esfuerzo para no asaltar a cualquiera de todos esos políticos corruptos que reptan por nuestro país y apretarles, pero bien apretado, el nudo de la corbata, llega la nueva obra de David Rubín. Esta vez su compinche es Matt Kindt. O llega la nueva obra de Matt Kindt con David Rubín como camarada. Tanto monta monta tanto. Ambos nos llevan a una historia repleta de fantasía sin tapujos ni medias tintas. Algo que se hace patente desde la página uno, con un protagonista que parece hablarle directamente al lector, aunque en realidad la charla la mantenga con Glom, una especie de gorila con patas de cabra que es el guardián de La Encrucijada: el portal entre la Tierra y el reino mágico de Ether y que se convertirá en el compañero inseparable del protagonista. Delirante, ¿eh? Pues aún queda mucha tela por cortar. Aun así la tendréis que descubrir por vosotros mismos pues Ether: La muerte de la última Llama Dorada es una de esas obras en las que cuanto menos se sabe más se disfruta.
Sí puedo explicaros, en cambio, que la narración engancha como una droga dura. Primero con todos esos flashbacks que los autores han introducido en el momento idóneo, sin entorpecer nunca la acción, y que añaden profundidad al cómic al explicar lo necesario para que podamos avanzar por la historia. Y luego con ese marcado, desgarrador incluso, contraste entre el colorido y deslumbrante mundo mágico de Ether y el oscuro, real y desalentador mundo real. Tras visitar Ether, mi primera vuelta a la Tierra fue dolorosa, triste, con la sensación de haber perdido algo irrecuperable. Esa sensación de formar parte de ese lugar… ¡Ya os lo dije! Y por último están los conceptos, las historias de batallas pasadas, la fauna del lugar, los habitantes de la ciudad de Agartha, todo en conjunto encaja de forma tan delicada, tan precisa, que conforman en su totalidad un mito.
Si el guion de Matt Kindt es una bomba el dibujo de Rubín es esa mano que la activa, permitiendo que inmoles tu sentido de la vista en una explosión de colores y de dibujos prodigiosos. Atención a los colores de Ether. A los de la Tierra. Esa forma de acentuar las diferencias entre los dos mundos. Esos manchurrones que caen de forma controlada sobre esos dibujos que muestran recuerdos y que se asemejan a esas fotografías ajadas por el paso del tiempo ¿Y qué decir del diseño de personajes? Pues no mucho, porque por mucho que me esfuerce me quedaré corto, por mucho que lo intente no seré capaz de hablar de esos rostros de mirada tierna, dura, sincera, de mirada gatuna; de la heroica y sinuosa complexión de la Llama Dorada; o de esos animales voladores, corredores o nadadores de fabulosa apariencia que solo habitan en los sueños más intensos o en las locuras más enfermizas.
Ether: La muerte de la última llama dorada (con una edición impecable por parte de Astiberri) es un cómic único e inclasificable, además de un tsunami de imaginación que te zambullirá en un mundo mágico. El único pero de Ether es que se acaba, y al ser un primer volumen, de espero muchos más, es necesario esperar. Y como he dicho antes este cómic es pura droga, así que la espera puede provocaros un síndrome de abstinencia bastante agudo que, por suerte, podéis remediar releyéndolo hasta la extenuación.