“Euforia colectiva”, de Alberto Hontoria
Envidia. Así de claro. Uno (el quinto, creo) de los siete pecados capitales es lo que me produce la obra de Alberto Hontoria. Porque si ya con su primera novela, Disjecta Membra, me dejó perplejo, atónito y extasiado con su lectura (repito: ¡primera novela!), tengo que reconocer que ha vuelto a hacerlo con esta segunda, Euforia colectiva.
Y eso que, para ser justos, debo decir que a priori el argumento no me llamaba. El hallazgo de un microorganismo capaz de transformar las hortalizas de un modo extraordinario, hasta el punto de modificar la alimentación de todo el planeta… pues así contado, la verdad, no, no me seducía ni lo más mínimo, estando además, como estaba (y estoy) petadísimo de lecturas atrasadas y con las Navidades acechando…
Pero como en el fondo soy un tío guay que te cagas, y como además, un hombre tiene que hacer lo que un hombre tiene que hacer, por la noche tiré al suelo la pila de libros de la mesilla, (ya los recogería algún día, concretamente la mañana siguiente), y me puse con el de Alberto.
Reconozco que hay algunas páginas que se me hicieron duras. La parte en la que se explican términos de microbiología y cuestiones paralelas… me costó. Por suerte, fue un pequeño escollo que se salvó y luego todo fue como una travesía en calma.
Algo que tiene Hontoria y que me gusta es la presentación de personajes. Los tiene perfectamente perfilados en su mente y lo sabe trasladar al papel. Te los imaginas además en el entorno que describe, en su día a día e interactuando con los otros personajes. Y luego les da cuerda y les suelta para que empiecen a hacer sus cosas de personajes, siguiendo el camino marcado y acabando vete a saber dónde.
Porque esa es otra. Al acabar Euforia colectiva lo primero que pensé fue en Los Simpson. Si os fijáis en cualquier episodio de la familia amarilla, la trama empieza por un lado y acaba por otro totalmente distinto e inimaginable al principio del capítulo. Así pasa con Euforia Colectiva. Empieza con un descubrimiento impresionante y de posibilidades increíbles, casi hasta podríamos decir que milagrosas, y acaba de una forma realmente impensable e indeducible. Brillante y trágica a la vez, pero del todo inesperada.
Alberto se ha preocupado mucho a la hora de documentarse y se nota durante toda la historia, no sólo en la página de agradecimientos. Si algún experto en la materia que aquí se toca coge el libro, estoy seguro de que coincidirá en que el trabajo de documentación ha sido arduo y concienzudo. El libro respira realismo y veracidad y eso hace que te creas lo que estás leyendo porque, bien mirado, ¿no podría estar contando algo que ya ha sucedido? o ¿las últimas páginas no podrían ser la “evolución” (i)lógica del entretenimiento actual? Si no es así, poco falta…Sé que no se entenderán estos dos interrogantes sin leer el libro, pero no quiero destripar nada, absolutamente nada, porque merece mucho la pena que cada uno lo descubra.
Alberto crítica una sociedad dependiente en exceso del smartphone, el egoísmo tanto personal como corporativo, los intereses farmacéuticos, la avaricia, la individualidad creciente y un mundo que avanza hacia un merecido apocalipsis:
“Hacia esto nos dirigimos. Hacia un mundo de espectadores indiferentes al sufrimiento ajeno. Vamos hacia una audiencia más que hacia una ciudadanía.”
Un buen libro para empezar el año y un cambio de registro radical respecto a su primera novela sin perder un ápice de su estilo. Un ritmo ágil, trama entretenida y adictiva, vocabulario escogido y frases elocuentes conforman un libro endiabladamente adictivo y espejo de los muchos males de nuestros días y esperemos que no demasiado profético.
No temáis la parte científica. Es necesaria pero corta y no ha de ser obstáculo para disfrutar de Euforia colectiva. En absoluto.
Envidia, como decía, pues con solo 28 años Alberto ya tiene en su haber dos excelentes y trabajadísimas novelas. Y se intuye que vendrán muchas más.
Primero que nada déjeme dar mi enhorabuena por su excelente reseña, de verdad me dejo sin palabras, un simplemente buena no le hará justicia, pero no se me ocurre otro mejor adjetivo, en fin. Por otro lado, anotare el libro en mis pendientes, me gusto – creo que haber leído su texto contribuyo en algo, quien sabe- quizás algún día lo lea y ya veré que tal esta.
Muchas gracias, Samuel, pero léelo, no lo dejes en la pila. No te arrepentirás.