Reseña del libro “Expedientes”, de Kate Atkinson
Mi profesor de Historia Económica empezaba su curso siempre con la misma analogía: imaginen que llegamos a los últimos cinco minutos de un partido de baloncesto, Barcelona y Madrid, por ejemplo, y el marcador muestra un empate. “Partido nuevo”, canta el narrador. Puede ganar cualquiera, piensan algunos espectadores. Pero, ¿cómo ha llegado cada uno de los equipos a ese momento? La suerte del partido dependerá de las faltas personales que hayan acumulado, del cansancio, las lesiones, de si uno de los dos ha venido remontando y el otro ha desperdiciado una gran ventaja. La Historia, en fin, importa.
He pensado mucho en ello leyendo a Kate Atkinson y este Expedientes, la novela con la que presentó al mundo al investigador privado Jackson Brodie. Igual que ocurre con nuestro imaginario partido de baloncesto, el pasado resulta fundamental para el devenir de la trama. Brodie, de hecho, parece el único de los protagonistas capaz de mirar proyectarse hacia delante. Imagina una jubilación en Francia, donde las frutas y las verduras crecen mágicamente de la tierra y el tiempo siempre es mejor que el verano asfixiante de Cambridge en el que nos sitúa la autora. Pero aun así, incluso con esos instantes de delirio, está convencido de que su futuro cercano pasa por resolver todos los casos de los que se ha ido encargando, y que ni siquiera hacerlo le va a proporcionar otro destino que seguir resolviendo más casos parecidos unos cuantos años más.
Más allá de Brodie, con sus problemas, el resto son personajes rotos en cuyo pasado nos hace hundir la cabeza Kate Atkinson, en ocasiones hasta ahogarnos. Un hombre cuya hija de dieciocho años fue víctima de un loco que entró en su oficina buscándole a él; tres hermanas que perdieron a una cuarta, la pequeña, desaparecida sin dejar rastro de la casa familiar; una mujer que trata de encontrar a su sobrina, décadas después de que fuera dada en adopción tras matar su madre a su padre. Historias de familias con un denominador común: la desaparición de uno de sus componentes, antes de tiempo y de manera inesperada. Igual que una amputación súbita y dolorosa de un miembro del cuerpo, una experiencia doblemente traumática: primero por la pérdida en sí, después por el recuerdo de un momento de extremo dolor.
Con ellos Kate Atkinson se regodea. Expedientes parece de otra época, y en cierto modo lo es (han pasado más de quince años desde que lo escribió). Narra sin ninguna prisa, dejando que el texto macere, olvidando en muchos momentos el género negro y adentrándose en algo más complejo, más profundo. Hay narrativa de la buena en muchas de las páginas, algo de James Crumley un poco de Raymond Chandler. Otro de sus rasgos más destacados, y que lo alejan de un noir tradicional es que el mal es mucho menos evidente. El odio está presente, pero sobre hay desgana, desasosiego, mucha intranquilidad, lo que lo convierte en un libro a ratos incómodo.
Hace falta tiempo para sacarle todo el jugo a Expedientes. Tiempo y mucha paciencia, sobre todo si lo que espera el lector es que se resuelva el misterio, que las pistas vayan cayendo y las piezas encajen. Solo al final lo hacen y no a lo Agatha Christie, no hay ningún personaje que arroje luz por completo a lo que ha ocurrido sino que corresponde a los lectores terminar de armar el puzle. Solo diré que tiene un par de sorpresas bastante inesperadas y agradables, que dejan al terminar con ganas de más Jackson Brodie.