No son pocas las contiendas que luego derivaron en guerras en las que el detonante que lo inició todo es algo confuso. Tal vez empezaran con una disputa de tierras (sobre todo debido a los recursos que se podían obtener de estas), con puntos de vistas diferentes en lo referente al dios verdadero al que hay que adorar o incluso con ideales políticos diametralmente opuestos. Sea como fuere, y dependiendo de los años que nos remontemos en el pasado, alguien lanzó una piedra o empuñó una espada o tomó un rifle y acabó con la vida de otro. El fallecido tenía familiares, amigos, seres queridos que cogieron una piedra, empuñaron una espada o tomaron un rifle y fueron en busca de venganza. Tras conseguir una retribución considerada proporcional al crimen, tras terminar con la vida del primero que vertió sangre, la disputa debería haberse zanjado, ¿cierto? Familiares, amigos, seres queridos o simpatizantes de nuevo en escena, pero esta vez con otra ideología, otra creencia, otra tierra por la que luchar aunque con las mismas ganas de tomarse la justicia por su mano. Y así se iniciaría un bucle de odio y muerte.
Sí, reconozco que mi exposición es simplista y hasta probablemente ingenua. Sería inimaginable que, por ejemplo, una guerra se desencadenara simplemente porque un hombre le pegara un tiro a un archiduque, ¿verdad? Pero solo buscaba mostraros el mensaje terriblemente elemental que subyace tras cualquier conflicto (ya tenga que ver con una trifulca familiar o con una guerra que pone de rodillas al mundo entero) porque Extremity, el cómic que hoy nos ocupa, es el tema que pone sobre la mesa.
En el mundo de Extremity existen dos tribus: los Paznina y los Roto. Los Paznina más arraigados a la nobleza, los segundos de una clase social inferior, trabajadora, pero igual de guerreros que los primeros. Thea pertenece a los Roto, de hecho es la hija del jefe del clan, Jerome. Thea era una artista; amaba dibujarlo todo. Siempre iba cargando con una libreta y sus utensilios para dibujar. Hojas y hojas repletas de ilustraciones que mostraban el día a día de su tribu y las maravillas de la naturaleza. Entonces llegaron los Paznina, destruyeron su pueblo, le arrebataron parte de su familia y la posibilidad de volver a dibujar. Ahora todos los Roto, con Jerome al mando, van en busca de una venganza que quieren conseguir a toda costa.
Daniel Warren Johnson es el creador de este portentoso cómic que nos muestra a dos bandos enfrentados. Mediante personajes de uno y otro bando (aunque siempre con la lupa en los Roto) nos mostrará que el blanco y el negro no son dos colores que necesariamente significan bien y mal y que entre ellos existe una escala de grises. En el blanco encontramos a Jerome, obcecado con la venganza, dispuesto a todo (y cuando digo a todo es a todo) por alcanzarla. Por el camino, y en esa gama de grises hallamos a Rollo, el hijo de Jerome, el sucesor, el próximo jefe del clan que debería mostrar sus dotes arrebatando vidas de enemigos sin mostrar la menor indulgencia. Pero, ¿cómo soportar todo eso cuando crees que la violencia solo engendra violencia? Un pensamiento que lo pondrá entre la espada y la pared cuando ponga en duda los métodos de su padre. Por ello y a regañadientes, será Thea la que deberá ir cumpliendo los sangrientos mandatos de su padre. Esto la abocará a una pugna consigo misma: la Thea vengativa contra la Thea que cree que no hay posible justificación ante alguno de los actos que se están llevando a cabo. Y hasta llegar al color negro, ese que ostenta la reina de los Paznina, nos encontraremos con robots de batalla que reniegan del destino que otros tomaron para ellos, de soldados de ambos bandos que vacilan ante tanta violencia desmesurada y con animales fantásticos que dan un maravilloso toque de fantasía a una épica historia de ciencia ficción.
El mundo creado por Daniel Warren Johnson en Extremity hace que la palabra belleza se quede corta para describirlo. Es una mezcla adecuada entre El Puño de la Estrella del Norte, y por ende también Mad Max, algunas de las obras de Masamune Shirow (sobre todo en lo referente al detallismo), el Akira de Otomo y algunas películas de animación de Studio Ghibli (con claras reminiscencias a Nausicaä del Valle del Viento, La princesa Mononoke y El castillo en el cielo). La amalgama es consistente y funciona.
El lugar post apocalíptico donde acaecen los hechos de Extremity tiene su propia cosmogonía que iremos descubriendo a retazos, a través de viejos libros que nos dejaran entrever pero nunca saber. A través del sublime diseño de personajes (de su vestimenta en particular) intuiremos razas, tribus y épocas de una tierra que ya no existe pero que de alguna forma evolucionó. Robots, mechas, animales mejorados artificialmente, seres de cariz mitológico donde probablemente la radioactividad y los experimentos jugaron un gran papel, todo ello nos hablará del mundo que existe ahora pero también del que quedó atrás. El colorista Mike Spicer, con una paleta variada y vivaz, convierte el cómic en un anime que se mueve a través de viñetas.
En definitiva, Extremity (Planeta Cómic) con una narración soberbia y de gran intensidad, que deja sin aliento en lo concerniente a la acción y que no da respiro ni en los momentos de dramatismo haciendo incluso que el final sea precipitado (casi de coitus interruptus), nos lleva a un mundo cruento, magníficamente diseñado y bellamente colorido donde las elecciones de algunos personaje determinarán el destino de un conflicto enquistado.
“¿Es que no lo ves? Todo este odio. Esta ira. Este miedo. Sigue repitiéndose. Una y otra vez.”