Imagina que una mañana despiertas convertido en un monstruoso insecto, como Gregor Samsa, el protagonista de La metamorfosis. Bueno, no es necesario que seamos tan extremistas, solo imagínate que no tienes rostro, que de repente el óvalo de tu cara es liso: sin ojos que cerrar, sin boca con la que sonreír, sin nariz que arrugar. Nada de nada. Únicamente unas orejas a los lados y una buena mata de pelo encima. Vaya, eso también suena horroroso, ¿verdad? Pero puede que no sea para tanto si te acostumbras a vivir con ello, como hace la protagonista de Face, la primera novela gráfica de Rosario Villajos.
No sé si yo habría pensado en La metamorfosis al leer esta historia si la autora no hubiera elegido una de sus citas para la primera página. Pese a las diferencias de tono (desasosegante y claustrofóbico en la obra de Kafka, irónico y tierno en la de Villajos) y de época (la burocrática y alienante sociedad del siglo XX en una y la frívola e interdependiente sociedad del siglo XXI en la otra), en ambas historias se reflexiona sobre las mismas cuestiones: la necesidad de adaptación social, la búsqueda de la propia identidad y los sentimientos de soledad e incomprensión. Además, las dos tienen un fuerte componente autobiográfico. Así que sí: aunque a simple vista no lo parezca, La metamorfosis y Face tienen muchísimo en común.
Habrá quien se eche las manos a la cabeza por el hecho de que yo compare esta novela gráfica, que se lee de un tirón, con uno de los clásicos más elogiados del siglo XX. Para muchos, las novelas gráficas no pasan de ser simples entretenimientos y la literatura, la de verdad, no necesita de dibujitos. No negaré que Face es una lectura sencilla y divertida y que resulta muy fácil identificarse con las inseguridades de esta mujer sin rostro. Pero si fuera mero entretenimiento, no se hubiera quedado rondando por mi mente varios días después de haber acabado su lectura. Igual que Franz Kafka se sirvió de una metamorfosis surrealista para plasmar la conflictiva relación con su padre y con la sociedad en la que le había tocado vivir, Rosario Villajos utiliza una mujer sin rostro para hablar de su huida de sí misma y de lo fútil de las relaciones personales en este mundo donde todos acabamos adoptando una apariencia minuciosamente estandarizada. Esa es una de las muchas interpretaciones que yo veo en ese rostro en blanco, en por qué desapareció y en cómo se va transformando y, aun así, sé que se me escapan muchas lecturas más. Y es que cada lector explicará ese vacío con su propia visión de la sociedad actual.
No hace falta que hayáis leído La metamorfosis, de Franz Kafka o Face, de Rosario Villajos, para que coincidáis conmigo en que sufrir la conversión de cualquiera de sus dos protagonistas sería una auténtica pesadilla, y no os haré elegir cuál de las dos situaciones sería peor. Porque, si los leéis, os daréis cuenta de que para la gran mayoría de nosotros ya son una terrible realidad.
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