Ante la publicación de un nuevo libro siempre actúo de dos formas. En la primera entra en juego mi mente más analítica. Así que indago un poco a la hora de embarcarme en esa nueva lectura, pues en ocasiones la sinopsis de la obra me suscita más dudas de las que me resuelve. También hurgo por ese cajón de sastre que es internet en busca de la biografía del autor. Las experiencias que éste ha vivido me pueden dar pistas sobre cómo habrá moldeado sus narraciones; o eso creo. Hay que tener en cuenta, además, la variable de la imaginación desmesurada de la que éste pueda gozar y que solo podrá confirmarse leyendo alguno de sus libros. El pez que se muerde la cola; una paradoja. El siguiente paso es, y siempre que el autor a investigar haya escrito más de un libro, encontrar similitudes de género entre sus obras, hallar esa suerte de dejà vu literario mientras aguardo a que, inesperadamente, el gusanillo de la curiosidad me pique; el estímulo definitivo para abordar cualquier lectura.
Recapitulemos, viajemos hacia atrás, hasta ese momento en que publican ese libro. Mi segundo modo de actuar es por puro instinto. ¿Éste o aquél? Ni siquiera leo la sinopsis. Como mucho me enamoro de la armonía entre el título y la portada. Me dejo llevar por el azar. ¿No es así como se viven las mejores aventuras? Así llegué hasta la inesperadamente sensacional Bioko; de esta forma descubrí a Marc Pastor. Marc Pastor, con esa historia, alcanzó mi personal olimpo de escritores que, escriban lo que escriban, allí estaré yo, como una fiera hambrienta, para leerlo, pero que a su vez intento reservar alguna de sus obras por temor a quedarme sin nada de ese autor que desvirgar. Locuras de lector, no me juzguéis. El caso es que llevar a cabo mi manía es complicado, pues Marc Pastor de momento solo tiene cinco libros escritos. ¡Que se dice pronto! Montecristo, La mala mujer, El año de la plaga, Bioko y la esperadísima Farishta.
Estamos en el año 1993. El año en el que Bill Clinton tomó posesión como presidente de los Estados Unidos. El año en el que un coche bomba estalló en los aparcamientos del World Trade Center. Ese mismo año en el que el atolón de Mururoa todavía era utilizado para realizar pruebas nucleares. En 1993 Farishta es una muchacha que acaba de cumplir los dieciocho años. Esa edad en la que nada parece imposible y en la que lo más sensato es correr un riesgo tras otro si eso nos lleva a alcanzar nuestras metas. Gracias a unos contactos conseguirá acceder a una extraña entrevista de trabajo que le dará acceso a un trabajo todavía más extraño. A pesar de las rarezas, el trabajo está muy bien pagado y sus funciones las desempeñará en un complejo de pequeñas islas ubicado en la Polinesia francesa. En cada isla reside una familia. Diferentes nacionalidades. Mismo estatus social. Todas con hijos pequeños. Pero, ¿qué es lo que realmente se está llevando a cabo en aquel lugar? ¿Por qué tanto secretismo? ¿Es posible abandonar el paraíso y salir indemne? ¿Qué clase de servicios ofrece la Iefremov-Strugatski, la compañía rusa que ha montado todo el tinglado, y qué sacan a cambio? Farishta emprenderá una investigación que no solo la llevará a la mayor y más increíble de las aventuras, sino que también descubrirá el amor y lo que significa comprometerse en cuerpo y alma con alguien.
Es inevitable, y más una vez que a la protagonista empiezan a ocurrirle extraños sucesos, que cualquiera que haya visto la serie Lost empiece a hacer ciertas comparaciones y conjeturas. De hecho el propio Marc Pastor, consciente de ello, siembra entre las páginas algún guiño que sirve no solo para dejar claro al lector que él sabe lo que nosotros pensamos, sino que además, y como buen degustador de series, nos hace sabedores de que ciertamente algo (ambientación y poco más) ha tomado de la obra de J.J. Abrams. No nos engañemos, ya hubiera querido Abrams un final como el de Farishta. Así pues, finiquitado el tema Lost podemos continuar.
Farishta está narrado en modo diario, en una primera persona que nos lleva a ser conocedores de las más secretas intimidades de la joven protagonista. Una excelente narración a la que es imposible resistirse y que te hace empatizar enseguida con la muchacha, espontánea, aventurera, de carácter enamoradizo pero sin llegar a perder el control. Una heroína en toda regla. La heroína que esta novela se merece. Además, a dicho diario se le suman cartas, fotografías, informes médicos, mapas, recortes de periódico y otra clase de documentos que, debidamente intercalados, convierten el diario de una muchacha singular en el testimonio de una aventura apasionante; es como poder leer un misterioso mensaje que trajo una botella tras dejar atrás costas lejanas y lugares recónditos.
Ciencia ficción romántica, thriller fantástico con toques de amor o aventura e intriga con romance pero sin llegar a empalagar. Además está esa reminiscencia a la ciencia ficción de Verne o H.G. Wells, a la que habla de lo desconocido o de los conflictos morales ante ciertos avances en la ciencia. Por todo esto es difícil adscribir a un único género el libro de Farishta. Y es que Marc Pastor se ha convertido en un maestro en el arte de conjugar géneros, entrelazándolos de forma minuciosa hasta crear un producto final sólido, ocurrente y que consigue atrapar a todo tipo de lectores que acabaran mordiéndose las uñas antes de llegar al final.
Farishta es una novela que a un vertiginoso ritmo de thriller de ciencia ficción nos lanza a una aventura en la que la trama, paulatinamente, y a golpe de giros argumentales que dejan la mente del lector quebrada, te enganchará, mostrándote además el nuevo e independiente granito de arena de ese universo que Marc Pastor ha ido creando con sus novelas y que en ocasiones, y sutilmente, llegan a entrelazarse.