Reseña del libro “Fedra”, de Laura Shepperson
¿Quién fue Fedra? ¿Sabríais decírmelo? Seguro que si os menciono a Teseo y al Minotauro ya os ubicáis, ¿verdad? El problema, como siempre ocurre con las mujeres de la mitología griega, es que Fedra pasó desapercibida. De hecho, me atrevo a decir que mucho más que su hermana Ariadna.
Os pondré un ejemplo. Ayer mismo le pregunté a mi marido si sabía quién era Fedra. Y él me dijo que no. Pero, supuse que Ariadna sí que le sonaría. Pues tampoco, no tenía ni idea. Entonces, llegó el momento de mencionar a Teseo. Y, ¡bingo! A ese sí que sí. Y ya de golpe le vino a la mente todo el asunto del laberinto y el Minotauro.
A lo que voy, y que ya comenté en mis reseñas de Ariadna y Electra, es que lo que nos ha llegado a través de la mitología griega sobre las mujeres, es pésimo y secundario. Ellas no son las protagonistas, están hechas para que las olvidemos, solo están en la sombra. Ellas acompañan a los hombres, a los héroes y a los dioses, dan a luz a sus hijos, pero no tienen voz ni hacen nada renombrable. Al contrario, provocan guerras, son acusadas de infidelidades y brujería. No son dignas de recordar.
Sin embargo, gracias a autoras como Jennifer Saint o Madeline Miller, hemos podido adentrarnos en las vidas de Circe, de Ariadna, de Electra, de Casandra o de Clitemnestra. Hemos sido capaces de quitarnos la venda de los ojos e introducirnos en la mente de todas ellas, para sufrir, para saber, para luchar, para gritar y honrar sus nombres. Porque todas ellas fueron víctimas de los hombres y lograron mucho más de lo que lograría una simple sombra. Pelearon por su vida, por la de sus hijas, hermanas o madres. Pelearon por sobrevivir en un mundo de dioses y falsos héroes y ninguna encontró un final de cuento de hadas.
Como Fedra, la protagonista de la novela con la que debuta Laura Shepperson. Y, ¡vaya debut! Desde ya os digo que esta autora se convierte en una de mis preferidas por su delicadeza a la hora de narrar y por su prosa tan cuidada, cercana y profunda que nos hace conectar en tan sólo unas líneas, no solamente con Fedra, sino con todas y cada una las diferentes mujeres que van apareciendo a lo largo de las páginas.
Lo mejor, sin duda, es que la novela no se centra única y exclusivamente en Fedra, nuestra protagonista a la que siempre volvemos, sino que la autora nos ofrece capítulos encabezados por otras mujeres que también tuvieron su lugar en la historia de Fedra. Mujeres plebeyas, como Kandake, o mujeres descendientes de dioses, como Medea, un personaje del que necesito saber más y que juega un papel a recalcar en esta historia. Mujeres, todas ellas, que se cruzan en la vida de Fedra y que nos muestran su punto de vista de los diferentes hechos que se sucedieron.
Hechos y decisiones terribles. Decisiones tomadas por reyes y héroes, todos hombres, porque los hombres están por encima de las mujeres y así debe ser, ¿no? Y como así debe ser, ¿qué importancia tiene la opinión y el testimonio de una mujer? Laura Shepperson nos lleva de la mano por la Creta del rey Minos para que conozcamos a Fedra en su más tierna infancia, para después descubrir junto a ella y el resto de jóvenes mujeres como Jantipa o Helia, lo horrible que puede ser el destino, siempre favoreciendo a los hombres y usando a las mujeres como monedas de cambio.
Una vez muerto el Minotauro, Fedra se convertirá en la esposa de Teseo —ya que Ariadna queda en el olvido por haber huido primero con el héroe como una vil ramera y más tarde haberse unido supuestamente a Dioniso—. Fedra viajará a Atenas, un lugar que sólo le traerá desgracias. Y tendrá lugar un juicio, el más asombroso de la Antigua Grecia. Aquel en el que Fedra acuse a Hipólito, su hijastro, de violación. Fedra, proveniente de una familia de mujeres cretenses de dudosa reputación, contra un joven príncipe. ¿A quién creer?
Las cosas no siempre son como nos quieren hacer ver, y yo, después de leer Fedra, lo tengo más que claro. Así que, solo os pido que le deis una oportunidad a esta novela que es mucho más que eso. Es un homenaje desgarrador a todas las mujeres que alguna vez han sido utilizadas, vilipendiadas, marginadas, repudiadas o violadas. Mujeres que han quedado en la sombra, que no han pasado a la historia. Mujeres como Jantipa, Helia, Kandake, Agneta, Medea o Fedra. Mujeres como tú y yo, que tenemos suerte de vivir en la era en la que vivimos.