Reseña del cómic “Folklords”, de Matt Kindt y Matt Smith
Si piensas en la historias que te apetecería leerte un fin de semana al inicio de curso, puede que seas de los que quieren esquivar la tragedia del fin de las vacaciones con un poco de fantasía y aventuras. Si tu respuesta incluye gnomos desquiciados, trolls que guían barcas, búsquedas heroicas y bibliotecarios que mandan callar y esconden secretos, Folklords, la serie de Matt Kindt y Matt Smith, que acaba de empezar, es tu cómic.
Cuando vi el título pensé que una traducción posible, “los señores del pueblo” me inquietaba. Ver a un chaval vestido como un ejecutivo de poca monta o un comercial de seguros en un entorno medieval despertó mi curiosidad. Lo que terminó de convencerme fueron las primeras páginas en las que el protagonista tiene “visiones” como él las llama. Básicamente cada noche sueña con un futuro muy parecido a tu realidad urbanita contemporánea y a la mía.
Ahora es cuando miras el lomo del cómic que te estás leyendo y descubres que el logo de la parte superior representa a un árbol cuyo reflejo inferior es un edificio. Vale, entonces esto va de … ¿multiversos? ¡Me tienes! Compartir un viaje de autodescrubrimiento con el protagonista donde la dialéctica es ambigua y constante entre pares como realidad y fantasía, lógica y magia, pasado y futuro, es mi mejor plan para un sábado por la tarde. Y aunque todo esto suene a trillado y cliché, no es esa la experiencia lectora. Cada viñeta alimenta el asombro y las ganas de saber hasta dónde va a llegar Ansel en su ilegal búsqueda de los Folklords.
Quienes somos fan de las bibliotecas, quienes valoramos la labor del personal que cuida del fondo público, que facilita el acceso a la cultura a toda la ciudadanía (perdón por el panfleto, pero es que son amores) nos supone un choque frontal, un puñetazo en el pecho, ver personajes como estos bibliotecarios que parece -y digo “parece” porque no está claro- ejecutores de un sistema autoritario. En este contexto, querer acceder al conocimiento está prohibido y castigado con la muerte. Solo algunas búsquedas menores y que más parecen una labor de espionaje y denuncia, están permitidas.
Otro de los must de una buena historia de fantasía es que tenga un mapa. Bien, en Folklords se va dibujando a medida que avanza la investigación de Ansel. ¿Y acaso no es esa la verdad de cada uno de vosotros? Personalmente, me parece poco humilde decir que conoces el mundo porque has movido el ratón por un maps o has consultado un atlas. Ahora que regresamos de los viajes vacacionales es el momento en el que tenemos más fresca la sensación de descubrir ciudades o países. Solo hasta que hablas con los habitantes, te pierdes por las calles o montañas, vives aventuras más o menos arriesgadas o sufres alguno de los choques culturales, no puedes decir que tu mapa ha crecido.
Para terminar, guiños simpáticos a cuentos populares con un toque creepy que te lleva a cuestionarte si la idea feliz y naif que tenías de las historias infantiles tiene algo que ver con la crueldad de esos Hanzel y Gretel abandonados por su familia en el bosque o de la princesa hechizada renegando de su fealdad y besando a todo el que pasa por delante para deshacerse de lo que no le gusta de su imagen. Y todo el cómic bañado en los logrados colores de Chris O’Halloran. Lo peor deFolklords: que aún no ha salido el siguiente número.