Frankenstein, de Mary Shelley

Frankenstein

Tengo dos problemas con los clásicos, que además va de la mano uno con otro: el primero es que no los he leído y el segundo, que me da miedo leerlos por si al hacerlo se me caen del altar. Pero esta vez me he atrevido con uno, será que me hago mayor, y he decidido leer Frankenstein en la edición que Ariel ha publicado en conmemoración con el bicentenario acompañada, además, de notas y ensayos los cuales van destinados a satisfacer las ansias de conocimiento de «científicos, creadores y curiosos en general».

Pero vayamos primero a lo importante: el libro huele mucho y bien, y la edición no está nada mal. Viene, como he comentado antes, con gran cantidad y variedad de textos complementarios, como un prefacio de los editores, la introducción al libro que Mary Shelley publicó varios años después de la aparición de la novela, una cronología de la ciencia en la época de Shelley, siete ensayos contemporáneos sobre la obra, referencias, lecturas complementarias, colaboradores de la edición y notas, muchas notas a pie de página. Tengo que avisar de algo antes de nada, y es que en referencia a estas notas lo mejor es que quien las lea ya haya leído el libro antes, porque la gran mayoría pecan de ser bastante spoiler. Aunque seguramente esto se deba a que yo ya lo tendría que haber leído. De todas formas, esto es un mero hecho anecdótico ante unas notas que no dejan (casi) ningún tema científico de la obra sin resolver.

He pensado antes de ponerme a escribir esta reseña que seguramente no era necesario hablar sobre el tema o el contenido de la obra, porque creo que, aunque no se haya leído, la mayoría de la gente sabe de qué va la historia de Frankenstein (aunque os tengo que decir que no tiene nada que ver lo que “se sabe” de la historia con lo que cuenta el libro); así que me centraré más en lo que me ha resultado curioso o en lo que creo que puede ser útil para el lector de esta edición en concreto. Uno de estos aspectos es que no se tenga miedo, lo digo porque yo tuve cierto recelo, a evitar comprar esta edición por tener dudas de si las notas, los ensayos o los distintos comentarios que ofrece el libro quedarán muy lejos del entendimiento de aquellos que no tenemos ni idea sobre ciencia. Para nada, lo podemos leer tranquilamente y, además, nos hará aprender muchas cosas que con la lectura simple del texto nos pasarían de largo. Algo que me ha gustado mucho acerca de estas notas es el punto que se les ha querido dar de chispa a la reflexión; muchas de ellas presentan preguntas para que nosotros, los lectores, sigamos indagando en la diatriba que nos presenta el editor en cuestión.

Apartándome un poco ya de este tema: ¿sabíais que el “monstruo” no tiene nombre? Me encanta saber tan poco sobre lo que se debería saber mucho porque cuando empiezo a saber sigo sorprendiéndome como cuando era un niño. Y no, no tenía ni idea de que el “monstruo” no tiene nombre, ni de que Frankenstein nunca es mencionado ni se menciona como doctor, ni de que hubo la posibilidad de una (esto va en honor a Rosario) “monstrua”. Datos como estos, frases que he subrayado porque me parecían geniales o una novela tan buena que me encantaría poder volver a no haberla leído para tener la oportunidad de su primera vez de nuevo, son algunas de las cosas que te puedes encontrar si te adentras por primera vez en Frankenstein.

Seguro que os ha pasado alguna vez eso de que mientras estás leyendo un libro te viene a la cabeza la siguiente pregunta: «¿como puede ser que el autor de esta obra (que es probable que lleve muerto años) haya escrito lo que sabía que yo quería leer?». Creo que nunca responderé a esta pregunta, no sé si por voluntad propia o incapacidad, pero sí sé que seguiré viviendo con ella. Y espero seguir viendo ediciones nuevas sobre contenidos no tan nuevos (y también sobre nuevos, eh) y pensar que no soy el único que se pregunta esto. Pero a veces sí que pienso que soy el único, a veces sí que me siento un «moderno Prometeo», a veces yo también juego a ser Dios. No fastidies, ¡que hasta el protagonista se llama Víctor!

Todo un acierto de Ariel, un nuevo empujón para aquellos que quieren seguir pensando mientras sonríen de placer.

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