Hay veces en las que siento que tengo diferentes “mini yos” dentro de mi cabeza. Cuando veo un libro determinado, una de esas pequeñas individuas despierta de su letargo y empieza a dar saltos gritando: “ese, ese, quiero que leas ese”. El modo de pedir depende de la personita en cuestión. Las hay que son amables y me lo piden por favor, a la vez que me muestran una imagen de mí misma tirada en un sofá leyendo y rodeada de chocolate (qué feliz se puede ser con tan poco). O bien las hay tajantes y severas, que me dicen: “lo tienes que leer y punto”. Cuando me topé con Galerías de asesinos sin alma: la estirpe de Caín fue mi yo criminalista y morbosa la que se colocó delante de todas las demás, abriéndose a empujones, y me dijo que no se iba a mover hasta que lo leyera. Se puso seria y me dio hasta miedo. Así que no era negociable. Lo tenía que leer.
Y esa es la pequeña historia de cómo he llegado hasta aquí. Pero antes de empezar, tengo que hacer una advertencia: no vengo a hablar de un libro bonito o entrañable. Tampoco de historias idílicas y fabulosas. Ni de misterio. Y mucho menos de chico conoce a chica. Vengo a hablar de sangre, de vísceras, de muerte. De finales horribles y mentes enfermas. De sádicos, caníbales, parricidas, violadores, viudas negras. De lo mejor de cada casa, vaya. Todos estos componen la estirpe de Caín, el virus de nuestra sociedad, las historias para no dormir.
Leyéndolas, no podía parar de pensar en el mérito de su escritor, José Manuel Frías, periodista malagueño que se ha dedicado a reunir los horrores más sangrientos de todos los tiempos en un solo libro. No me quiero ni imaginar lo difícil que tuvo que ser documentarse sobre todos estos individuos. Ya he contado en alguna ocasión que estudio la carrera de Criminología, por lo que estoy ya un poco hecha a estas historias. Pero lo cierto es que hay alguna que me ha resultado escabrosa de más. Hay una, en particular, que habla del Vampiro de Brooklyn. Yo no conocía a este personaje y creo que ha sido la historia que más me ha revuelto el estómago. Tanto, que tuve que parar un rato y ponerme a hacer otras cosas para no pensar en los crímenes tan horribles que cometió.
Y, la pregunta es ¿por qué leer Galería de asesinos sin alma: la estirpe de Caín si solo me voy a topar con historias de esta calaña? Está claro que no es apto para estómagos sensibles y que hay que ser consciente de lo que uno se va a encontrar. Son historias duras y repulsivas, pero como comenté en la reseña de La ciencia en la sombra, el ser humano es curioso por naturaleza. Además de morboso. Nos gustaría saber qué se le pasa por la cabeza a una persona para cometer este tipo de delitos. Qué falla cuando un hombre se come a otro. Qué motivación tiene un padre que encierra a su hija en un sótano durante décadas. Qué es lo que lleva a que una mujer mande asesinar a su marido. O, sin movernos de España, cuán enferma tiene que estar la mente de un padre para quemar vivos a sus dos hijos pequeños.
Son preguntas que queremos respondernos para intentar entender el porqué. Hay explicaciones de todo tipo, excusas en las que el asesino se refugia para no tener remordimientos de conciencia aunque, sinceramente, no sé hasta qué punto ese placebo puede ser efectivo. Cada uno tiene su motivación, como decía. Mismamente, el Vampiro de Brooklyn que antes mencionaba, encontraba morboso hasta el ser ejecutado. Son mentes viciadas, podridas, que por un motivo u otro, sienten placer al cometer atrocidades.
No creo que jamás llegue a entender el porqué de esta crueldad. En la carrera de Derecho te enseñan que da igual qué motivación tenía el cliente cuando cometió el delito. Lo hizo. Punto. Y ahora te las apañas para defenderle como puedas. Pero sí entiendo por qué hay que leer este libro. Quizá para conocer algunos de los mayores errores de la historia. O quizá, si os gusta la filosofía, también pueda servir para corroborar o no la teoría del hombre bueno. Por mi parte, a mí me ha servido para calmar a mi yo curiosa por un tiempo y para que se quede calmadita en su rincón durante una buena temporada.