La Edad Media es una de las épocas más recreadas en la ficción, sobre todo dentro de la novela histórica o la fantasía épica. Grandes festines en castillos, justas de caballeros, trovas de juglares e instruidos monjes leyendo a la luz de las velas. Pero, obviamente, esto no era el día a día de la población en general, sino prácticas ocasionales de una minoría. ¿Acaso las futuras generaciones sabrían cómo somos nosotros si se documentaran con las reuniones de Amancio Ortega y los eventos públicos de Felipe VI? Ni mucho menos. Además, la Edad Media son mil años de historia, por lo que a la fuerza fue un periodo lleno de matices y cambios, y no esa imagen homogénea y estereotipada que tenemos la mayoría sobre lo acontecido entre los siglos V y XV.
Esta distorsión se debe a que gran parte de los documentos que se conservan de aquellos siglos son de origen aristocrático o eclesiástico. Pero ¿qué sabemos de la gente de a pie de la Edad Media? Porque, reconozcámoslo, las recreaciones de las ferias medievales que ponen en nuestros pueblos, con herreros, canteros y demás, tampoco son una fuente fiable ni nos aportan muchos detalles, ya que recurren a tópicos e invenciones románticas. Por eso, Robert Fossier, un historiador francés especializado en Historia medieval, ha sentido la necesidad de escribir Gente de la Edad Media para hablarnos precisamente de la gente normal y corriente de aquella época y defender que no eran tan distintos a nosotros.
Gente de la Edad Media es, ante todo, un ensayo sincero. Desde la primera página, Robert Fossier reconoce que hace acopio de las investigaciones de otros especialistas, que él no va a aportar apenas datos nuevos. Pero, a cambio, nos ofrece un enfoque novedoso, pues convierte al vulgo en protagonista y a reyes, mercaderes, monjes y caballeros en meros figurantes. Admite cuando se sale del tema, cuando no tiene todas las fuentes que quisiera para hacer ciertas afirmaciones y los terrenos en los que se siente más incómodo por no dominar la materia en cuestión. Incluso se atreve a defender posturas poco populares, pues niega la superioridad de la especie humana y se explaya en argumentaciones al respecto.
Es abrumadora la cantidad de información que aporta en trescientas ochenta y cinco páginas. Abarca tantísimos temas que parece que no deja nada sin mencionar: la concepción que tenía el hombre medieval de su cuerpo, de las etapas de su vida, de la familia y del entorno; la visión de la infancia, la sexualidad y la muerte; su intento de controlar la naturaleza y los animales; su alimentación; la forma de enfrentarse al conocimiento; la evolución de las leyes, la lectura o la escritura; la omnipresencia de la Iglesia… De este modo, desmonta los mitos que tenemos interiorizados sobre esa época y confirma algunos tópicos cuando las fuentes así los avalan.
El mismo Robert Fossier se pregunta si este libro es demasiado simplificador para el erudito, confuso para el estudiante u oscuro para el profano. Y yo, que no me considero ninguna de las tres cosas (si acaso, profana), solo puedo decir que me parece un libro imprescindible para quienes tengan verdadero interés en profundizar en ese periodo y en la antropología misma. Porque, tras su lectura, no queda más remedio que rendirse a la evidencia: la Edad Media no es cómo nos la habían contado ni los seres humanos hemos cambiado tanto como quisiéramos.