No soy una mujer de ideas herméticas, hay cosas que han ido cambiado en mi pensamiento y en mi vida, pero desde hace muchos años en temas de biogenética he pensado que en algún momento había que poner límites…
A día de hoy estoy absolutamente en contra de la gestación subrogada. Dejando este asunto claro para quien lea esta reseña, también quiero dejar claro que ando buscando ensayos en los que personas con cierta formación me hablen de este tema.
Nos cuenta la autora en Gestación Subrogada que al parecer todo empezó en 1978 con el nacimiento de Louise Brown, que fue el primer ser humano concebido en un laboratorio, y resultó ser el resultado de diez años de investigación del fisiólogo Robert Edwars que a su vez había trabajado junto al ginecólogo Patrick Steptoe que a su vez había creado un método de extracción de óvulos de mujeres fértiles. “El trabajo conjunto de los dos investigadores permitía unir gametos masculinos y femeninos sin la necesidad de un encuentro sexual. Por primera vez en la historia, la fertilización no se producía en el interior de un cuerpo humano, sino en un laboratorio.”.
Ese fue el punto de partida y ahí se inicia el avance en la reproducción humana asistida… Y una vez que se da vía libre moral al hecho aparece la mercantilización del mismo en este mundo con la aparición de infinidad de clínicas de reproducción asistida.
El negocio estaba servido.
Ya cuando yo era muy joven y la genética había avanzado y mejorado sus técnicas, me hacía innumerables preguntas sobre la ética y la moral de todo esto ¿Hasta dónde seríamos capaces de llegar? ¿Niños a la carta? Algo que yo misma justificaba, y justifico, diciendo que si es para mejorar determinadas posibilidades de corregir enfermedades genéticas ¿Cuál era el problema? Pero nunca he estado tranquila con esta deriva de crear niños a la carta.
Luego estudié varios cursos de derecho y descubrí, como muy bien nos explica la autora, que ser padres puede ser un deseo, pero no un derecho, y así lo dejó claro la Sentencia de Evans contra el Reino Unido del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de la que nos hablan en este libro.
He leído Gestación subrogada, este pequeño gran ensayo de Layla Martínez, pequeño por la extensión, grande por lo que clarifica el tema a través de declaraciones de los diferentes tribunales internacionales; y grande, sobre todo por las preguntas que genera que es lo que realmente importa… ¿Estamos cosificando la vida humana? ¿Dónde están los límites? Yo recuerdo que mis primeras preguntas eran sobre cuando llegaremos a poder elegir el color de los ojos o del pelo… Pues ahora sé que eso ya tiene un precio, a una mujer de pelo claro y ojos verdes se le paga mucho más por sus óvulos, es curioso, ya están aquí los niños a la carta y paree que eso sí es legal.
Y amparándose en esa mercantilización damos un paso más allá y llega la gestación subrogada, que de momento en este país está prohibida, sí, pero si existen agencias “que ofertan las gestaciones mediante paquetes: dependiendo del dinero que nos queramos gastar podemos acceder a un paquete básico o a otro con más posibilidades de elección…”. El libro nos da casos concretos con los que podremos reflexionar, renuncia o abandono de niños “defectuosos”… Se paga, se paga mucho y se paga por un buen producto.
También habla de la gestación subrogada entre familiares, ya saben, esa en la que no hay euros aparentes de por medio, pero que genera otros muchos problemas que seguro que les resultará muy instructivo leer. Niños que son hijos a la mismo tiempo hermanos de una misma persona…
En definitiva tanto si están a favor como en contra de la gestación subrogada, creo que deberían leer este libro porque quien lo escribe lo hace para obligarnos a pensar en aquello que muchas veces nos preguntaban cuando éramos muy jovencitos en las clases de filosofía:
¿Porqué los pobres no venden a sus hijos para poder salir de la pobreza?
Ya saben, un día empiezas a leer a gente como al filósofo estadounidense Michael Sandel… Y esto ya es un no acabar de pensar.