Gokumon-to, la isla de las puertas del infierno, de Seishi Yokomizo
Entonces, estábamos de acuerdo en que hay dos grandes tipos de infierno, dos niveles inferiores a todo lo infernal, dos círculos dantescos que el genial poeta de Florencia dejó en el tintero -acaso porque sabía que no hacía falta escribir sobre ellos, puesto que quien más, quien menos, está condenado a sufrirlos en vida-: el infierno que son los otros y el infierno de los pueblos pequeños.
Ahora, imagínense una novela que aúne los dos. Escalofriante, ¿verdad?
Pues esa novela bien podría ser ésta: Gokumon-to, subtitulada La isla de las puertas del infierno. Y no es casualidad que sea una novela japonesa. Puesto que -y en esto también podemos estar libremente conformes- la cultura japonesa tiene un enfoque muy particular de la violencia. Es un enfoque que parte de una sensibilidad estética también peculiar, y que occidente ha probado sólo recientemente, al menos en sus expresiones más populares o dirigidas al gran público. Se trata de captar o retratar cierto tipo de belleza -una belleza muy sensual o sensorial- en las manifestaciones de violencia. Puede ser algo que nos cueste aún entender, pero es así y buena prueba de ello son películas como Ringu u Odishon, o mismamente la dilogía de Kill Bill.
Esa sensibilidad no es necesariamente bien entendida ni, por supuesto, compartida por parte de nuestro cerebro occidental, pero cada vez estamos más acostumbrados a ella. Y está, en menor medida que en los ejemplos mencionados, en Gokumon-to, considerada por los lectores japoneses la mejor novela de misterio escrita en su país. Tal vez por ser una novela japonesa, Gokumon-to se parece y a la vez es una experiencia muy diferente a leer Diez negritos, por poner un ejemplo de novela de misterio que transcurre en una isla muy pequeña. Seishi Yokomizo nos presenta una historia sobre crímenes, odio y secretos del pasado que se sostiene sobre una atmósfera muy especial, donde, como decíamos, lo moralmente repulsivo y lo hermoso van de la mano, con unas descripciones de las escenas del crimen que resultan a la par espantosas y fascinantes. Ese maridaje entre lo feo y lo bello planea sobre toda la novela y se reproduce una vez más en su desenlace, de modo más sutil, aunque -es importante, creo, remarcarlo- Yokomizo toma partido claramente y condena el crimen y al criminal, momento en el que se deshace esa combinación antes apuntada.
En Gokumon-to se detecta casi desde el principio un halo de misterio que no responde exactamente ni únicamente a los asesinatos que se producen en la isla. Los ambientes, el clima, las características orográficas de la isla, su historia reciente, la cerrazón de sus habitantes… nos hace sentir forasteros mal recibidos, al igual que el protagonista, el detective Kosuke Kindaichi, único personaje con el que podemos sentirnos identificados. Todos los personajes que pueblan la isla son algo extraños, inescrutables, quizá porque no llegamos a conocerlos muy bien puesto que sus descripciones proporcionan muy poca información, y tampoco resulta fácil intuir o deducir qué sienten o piensan o cómo es su personalidad. He echado de menos algo más de hondura en los personajes, un asidero al que agarrarme a la hora de decantarme por unos o por otros.
Hay que admitir, sin embargo, que la historia de Gokumon-to es intrigante y suscita la curiosidad del aficionado. Ambientada al final de la 2ª Guerra Mundial, con un Japón derrotado y moralmente tocado, Gokumon-to empieza cuando Kosuke Kindaichi llega a la pequeña isla siguiendo la última voluntad de un amigo muerto en la guerra, quien lo alerta de que sus hermanas van a morir asesinadas y él es el único que puede impedirlo. Desde el primer momento va a tener dificultades para desarrollar su labor, con unos lugareños herméticos y muy celosos de su particularidad. Veremos a menudo a Kindaichi deprimido o desanimado, como en un eco del estado de ánimo nacional tras la derrota bélica. También habrá secretos para el lector, que hasta el último momento no dispondrá de cierta información que resulta clave para adivinar quién es el asesino.
Gokumon-to es una lectura satisfactoria, con una historia policíaca bien pensada y con un protagonista que responde al prototipo de detective totalmente lógico. Eso sí, resulta algo distractor el mal uso de la puntuación, con comas que se ponen y, sobre todo, se dejan de poner de modo aparentemente arbitrario -el vocativo parece no existir en este texto, y no es el único caso en que se obvia una coma absolutamente necesaria- y con una elección de palabras y expresiones que a veces resulta, cuando menos, llamativa y no parece casar bien con el estilo general del texto.
Por lo demás, es interesante acercarnos a esta novela para comprobar que, particularidades culturales al margen, lectores de todo el mundo están igualados por su motivación de asomarse al misterio y a lo insondable del alma humana. Que, en el caso del libro que nos ocupa, se muestra de forma escalofriante y con ribetes de notable crueldad, difícil de olvidar. No hay aquí rastro de humor que diluya lo rotundo de su desenlace y lo incontestable de la maldad que impulsa a su asesino.