¡Bienvenidos a Roma, cuna del imperio romano! Antaño ciudad de histéricos conductores con la mano siempre adherida al claxon. Hoy metrópolis perteneciente a la próspera Unión Euroasiática, remanso de paz de conductores adoctrinados a circular de forma ordenada y silenciosa. Roma, grandiosa ciudad de oportunidades en la que el paro es un animal mitológico y los bancos, con el refulgir de sus luces y esas vocecitas inocentes que insisten en retar a sus clientes en apuestas que estos últimos siempre pierden, parecen ilusorias máquinas tragaperras. Y luego están los anuncios que copan cualquier esquina de la urbe, de tu automóvil y hasta de tu cuarto de baño. ¡Compra, compra, compra! Roma, la ciudad eterna; así como parecen serlo sus ciudadanos a los cuales se les ofrece la oportunidad de hacerse retoques plásticos en unos minutos y desde el confort de sus hogares. Lo que se ve es lo que cuenta. Roma, ciudad utópica, donde las fuerzas del orden velan por la seguridad de sus residentes vigilándoles a todas horas, sabiendo lo que hacen en todo momento y eliminando a todo aquel que se descarría del buen camino. Roma, lugar placentero para vivir. Tome sus pastillas para no soñar y duerma de un tirón sin pensamientos creativos que entorpezcan su descanso. ¡Bienvenidos a Roma! Una Roma de ensueño.
Esta Roma futurista, que es un personaje pasivo pero transcendental además del telón de fondo del cómic Golem, es el resultado final de la fértil e imaginativa mente de Lorenzo Ceccotti (artista gráfico romano al que no tenía el placer de conocer pero al cual, y tras la lectura de Golem, voy a seguir muy de cerca). Este dibujante (y creo que este adjetivo se queda muy corto) tan pronto engendra el cartel de una película, que ilustra libros de Haruki Murakami, o, como es el caso, crea un cómic que se te queda grabado para siempre en la retina. Golem es una historia distópica al uso: vigilancia, represión y toneladas de “opio” para un pueblo aborregado, además de ser un reflejo distorsionado y extremo de nuestra actual sociedad. “Nuestro poder se basa en la instigación al consumo”. Y por supuesto, revolución. “Llegará un día en que tus sueños se harán realidad”. Y es que, y evidentemente, ese futuro es de todo menos perfecto. Y Steno, un muchacho que no se toma las pastillas que suprimen la capacidad de soñar, despierta cada mañana con la sensación de que ese mundo perfecto, ese arquetipo de ciudad inmejorable, está a punto de desmoronarse. Y sabe con certeza que está a punto de ocurrir. Ese posible cambio de rumbo puede proporcionarlo un descubrimiento, uno que puede redefinir por completo la forma de vivir de toda la sociedad; de todo el mundo. Un mundo, dominado por monopolios, que Lorenzo Ceccotti describe en tan solo una decena de páginas de forma soberbia, convirtiéndolo en algo tan tangible como plausible. Como genial es el concepto del invento: un elemento sencillo, concebible si se suspende la incredulidad (¡obligatorio en cualquier lectura!), insostenible científicamente (si nos ponemos tiquismiquis…) pero a fin de cuentas una idea suficientemente verosímil y seductora como para que el lector quede atrapado y la trama avance. Amigos, esto es un cómic, no un soporífero tratado científico.
Gráficamente Golem es demencialmente delicioso. No es navidad, ni tu cumpleaños pero aquí está, ¡bum!: un regalo para la vista. ¿Soy yo o esas viñetas parecen fotogramas extraídos de un anime? Solo que no hay anime, ni manga, es un cómic europeo. Pero es obvio, con solo echar un vistazo a Golem, que Lorenzo Ceccotti, con su particular estilo, toma como inspiración y rinde homenaje al manga de los 90 pero sin dejar de lado algunos, aunque pocos, rasgos distintivos del cómic europeo. Ninjas armados hasta los dientes con alta tecnología o soldados psicópatas con armas psíquicas que hacen recordar al Ghost in the Shell o al Appleseed de Masamune Shirow. Escenas con acción desenfrenada (justificadas por un guion robusto) que te hacen volar sobre esas páginas en las que también anidan seres gigantescos y aberrantes que rememoran los estados finales de la metamorfosis que sufre Tetsuo en Akira o, incluso, las múltiples transformaciones a las que se ve abocado Ryu en Project Arms de Ryoji Minagawa. O esa luz, ese color, que luce en cada viñeta y que inunda incluso las escenas más tenebrosas, junto al mensaje que subyace bajo tanta acción, que te hacen venir a la memoria los mejores títulos de Hayao Miyazaki. Pero es sin ninguna duda el Katsuhiro Otomo que ideó Akira el gran referente de Lorenzo Ceccotti. Pero entonces, cuando crees que ya lo has visto todo, cuando crees que el autor ya no puede sorprenderte más… Fundido negro, vuelta de página, y te encuentras con un cuadro repleto de claroscuros que parece la creación de un pintor del barroco. No, no hace falta que mires a tu alrededor, no estás en un museo de arte. Te encuentras ante la Roma del futuro. Una Roma con unos pocos aunque obstinados revolucionarios, unos idealistas que quieren cambiar el curso que está tomando la historia. Bienvenidos al inicio de una nueva Roma. Más cívica, más justa, más igualitaria. En donde cada uno sea dueño de las riendas de su futuro. “¡No dejes nunca de soñar!” Bienvenidos a la Roma de Lorenzo Ceccotti.