«Gramática», ese conjunto de reglas que determinan el uso correcto de la lengua, no suele suscitar mucho interés. En cambio, «fantasía» nos hace pensar en posibilidades infinitas, a cuál más atractiva. Juntar ambas palabras en un mismo título, Gramática de la fantasía, parece un oxímoron, y visto el contenido, es de lo más adecuado: en este libro, no se ponen límites al poder de la palabra y lo que no encaja a simple vista es solo una invitación al descubrimiento.
En Gramática de la fantasía, publicado por primera vez en 1973, Gianni Rodari reunió las técnicas que había divulgado en todas las escuelas a las que fue a contar cuentos. Como su subtítulo indica, se trata de una «Introducción al arte de inventar historias», donde explicó cómo poner en práctica esas técnicas, expuso algunas de las historias que los niños idearon gracias a ellas y reflexionó sobre cómo esta forma de cultivar la creatividad en todas direcciones era un instrumento ideal para la educación lingüística, y no solo lingüística, de los niños y de los no tan niños.
En general, la escuela se centra en aspectos ortográficos-gramaticales-sintácticos y descuida el mundo de los contenidos, quizá porque es mucho más complejo, llevaría más tiempo y sería imposible cumplir el programa escolar, que, a fin de cuentas, parece el principal objetivo. Si embargo, las técnicas que propone Rodari no buscan juzgar y clasificar textos, sino comprenderlos, explorarlos, incluso alterarlos. Potencia el libre uso de la lengua para salir del cauce habitual e inventar nuevos significados.
Las propuestas son de todo tipo: el binomio fantástico, la hipótesis fantástica, deformar las palabras añadiéndoles prefijos, sacarlas de contexto para ver qué pasa y hasta aprovechar un error ortográfico para que se convierta en una historia cómica e instructiva. También da las pautas para crear adivinanzas y falsas adivinanzas o para reformular los cuentos populares.
A través de estas técnicas, los niños no solo descubren el placer de inventar, sino que aprenden a desdramatizar miedos y a abordar tabús. Y quien dice niños dice adultos, pues estos juegos son interesantes propuestas para interactuar unos con otros y, también, un abanico de posibilidades para que los mayores recuperen ese pensamiento divergente que se suele perder con los años.
Gramática de la fantasía es un compendio de técnicas para aplicar en las aulas, lo que ya de por sí sería una labor encomiable, pero sobre todo una forma revolucionaria de concebir la educación y la sociedad en general, pues anima a los niños y, por tanto, a los adultos del mañana, a no ser meros consumidores de contenidos, sino a actuar como creadores. Las consecuencias de esto son innumerables y tremendamente positivas: mentes dispuestas a hacer preguntas, capaces de encontrar incógnitas donde otros solo ven satisfactorias respuestas, de sentirse a gusto en situaciones inciertas en las que otros solo ven una amenaza, de exponer juicios independientes sin dejarse influir por los conformismos.
Rodari dejó claras estas intenciones en el párrafo final del prólogo: «Yo solo espero que este librito pueda ser igualmente útil a quien cree en la necesidad de que la imaginación ocupe un lugar importante dentro de la educación; a quien cree en la creatividad infantil, a quien conoce el gran valor de liberación que posee la palabra. (…) No porque todo el mundo sea artista, sino para que nadie sea esclavo». Gramática de la fantasía es, por tanto, una oda a la palabra y una apuesta por el pensamiento crítico, tan necesario y ausente de la mayoría de los programas escolares, aunque desde los tiempos de Rodari la situación haya mejorado un poco. Una lectura que disfrutarán docentes, artistas y cualquiera que desee desarrollar el poder de su imaginación.