Publicada por primera vez en España en 2008, Un grito de amor desde el centro del mundo llega de nuevo a nuestras librerías de la mano de Alfaguara con un mensaje en su faja que seguro que conseguirá que muchos la compren: «La novela japonesa más leída de todos los tiempos». Kyoichi Katayama, que ha superado en ventas a Haruki Murakami, ha conseguido ocupar los dedos de toda una generación de jóvenes japoneses en pasar sus páginas con la historia que nos cuenta directamente Sakutaro Matsumoto, alguien que clama al cielo vivir en un país donde no exista la enfermedad.
Un grito de amor desde el centro del mundo es la narración de una ruptura obligada, una ruptura que llega porque tiene que llegar pero que deja un poso infinito y eterno en quien la narra. Este es Sakutaro – a quien Aki, su amada, llama cariñosamente Saku-chan –, un joven que roza la mayoría de edad y que conoce por primera vez el amor, ese amor que se descubre al cerrar tu taquilla del instituto y encontrarte con unos ojos que por primera vez desprenden hacia ti una red, una red cordial, que deja marca, huella. La historia se nos cuenta en cuatro tiempos que se van mezclando: el inicio de todo, el durante, el después reciente y el un poco más después. La relación entre Sakutaro y Aki crece en paseos, clases y besos furtivos. Y termina, como todos los grandes amores. Todo termina. Pero en este caso el final es excepcional y, a diferencia de su abuelo, quien perdió también, aunque de manera distinta, a su primer amor, Sakutaro deberá decir adiós a Aki para siempre, o por lo menos para ese siempre que nos ofrece la conciencia del presente sin poder imaginar, pensar o creer en que hay un reencuentro posterior, un beso de nuevo, un amor – ese sí – para siempre.
Toda una generación de jóvenes en Japón ha quedado prendada de la historia que narra este libro, un libro que se lee en un día, que pasa rápido y que se olvida lento; un libro que duele pero que a la vez consigue que, por lo menos por un rato, cuando lo cierres mires a la persona que hay a tu lado y sientas la fortuna de seguir teniéndola ahí. Aunque esa persona seas tú. No siempre se está y no siempre se va a estar, es por eso que el mejor camino a tomar es el de exprimir el instante, beber hasta la última gota de una copa que siempre acaba rota.
Un grito de amor desde el centro del mundo está bien, aunque sigo prefiriendo a Murakami. Pero eso sí, había un pensamiento que me asaltaba mientras lo leía y que no puedo evitar dejar aquí escrito: ojalá me hubieran dado a leer este libro en secundaria, una época en la que la lectura se enquista en la parte cerebral del odio como algo aburrido – ¿quién diablos escoge esos libros? –, obligado y olvidable. Este sí vale la pena, aunque haya veces que las bromas, los chistes, las referencias culturales o geográficas nos puedan quedar un poco lejos – y suerte de Lourdes Porta, la traductora, que ofrece pinceladas a pie de página sobre lo más complicado de entender –. Pero aunque está escrito a miles de kilómetros de aquí, lo que se cuenta es algo universal, común a todos los mortales; ¿o acaso tú nunca has perdido a nadie a quien amabas?
El primer amor, el primer desamor, la primera pérdida y la primera superación de esta – si es posible alguna vez superarla -. Todos hemos sido jóvenes, todos hemos dicho adiós, todos nos hemos visto gritando en silencio al amor perdido desde el centro del mundo, de nuestro mundo. A veces un libro ayuda, ¿será este?
Saludos! Sin duda, yo también prefiero a Murakami, con ese aire lento y vagamente surrealista (en su realismo). Pero también he leído el libro de Katayama del tirón y he tenido la misma sensación: tardará en olvidarse. Me ha pasado con otros autores, como por ejemplo con un clásico de los 80, Miyamoto, escritor quizá incluso mejor que los dos mencionados. Gracias por tu reseña en este domingo investigador!
¡Gracias a ti por tu comentario!
Tomaré nota…seguro que me gusta
Seguro que sí. ¡Gracias por tu comentario!
Hola, gracias por tu reseña, invita a leerlo, y por curiosidad empatar la universal perdida del amor de pareja.
Gracias a ti por tu comentario, Antonieta. Espero que lo disfrutes.