Reseña del libro “GRM BRAINFUCK”, de Sibylle Berg
Cuando uno se emborracha sin (o con) premeditación, pueden ocurrir varias cosas. Por un lado, se puede acabar vomitando todo (con el perdón de la mesa) en un lugar que, por norma general, no es el habitualmente elegido para llevar a cabo tal penosa acción. (Véase, por ejemplo, la portada del último libro de esa escritora-presentadora-modelo-mamá de tres criaturas y que le gusta a todo el mundo o, de una forma más abstracta y, por lo tanto, menos asquerosa y corpórea, entre las letras de una humilde reseña literaria como esta, por ponerle algunos ejemplos concretos). Si, por el contrario, es usted de sueño fácil, entonces será capaz de tumbarse en la cama y sucumbir a su (maravilloso) naufragio, al vértigo de la experiencia y a los vapores corporales y etílicos de lo vivido sin malestar evidente, aunque de mucha pena, permítame que se lo diga, verle (leer) así. Lo que sí es evidente que ocurrirá en cualquiera de los dos casos es el hecho de que, al día siguiente (y al siguiente, y al siguiente y seguro que al siguiente también), y salvo que usted sea de madera maciza canadiense, la resaca del festival será como si le estuvieran haciendo a usted vudú, o alguien le hubiera colgado boca abajo y cogido muy fuerte por los…pies.
Bien, pues en estas nos encontramos hoy. Con esta brutal resaca. Boca abajo y con dolor cerebral. Sintiendo (todavía) los picotazos malintencionados de la bayoneta de la escritora germano-suiza Sibylle Berg, ese cuchillo que ha venido a denominarse GRM BRAINFUCK, (como no podía ser de otra forma). GRM BRAINFUCK. Una pastillita alucinatoria en forma de novela que ha inoculado a media Europa y que viene hasta aquí para hacer lo propio con usted y conmigo de la mano de los amigos de AdN.
Pero no se preocupe por mí; yo me lo he buscado y estoy muy feliz por ello, no se crea usted que no. No obstante, le aviso que soy muy maleducado y que por eso voy a vomitarle a usted toda la violencia, toda la miserable decadencia y la horrible estampa ultra neoliberal que inunda cada página, cada frase (¡o sentencia!) y cada párrafo de este artefacto peligroso con forma de libro. Porque necesito un poco de hueco, espero que lo entienda. Porque GRM me ha golpeado de lo lindo. Porque es una brutal sobredosis de actualidad (¡y que a nadie se le ocurra llamar a esto distopía!) y eso, por lo general, hace mucha pupita.
GRM es el Aquí y el Ahora (aunque ubicado un poco más allá). La tenebrosa geolocalización del poder. La privatización y la economización de todos los valores del ser humano. La dominación a cargo de unos pocos y extraños seres. Pues claro que sí: ¡los dueños de los Big Data y de las cámaras de videovigilancia han llegado hasta su puerta! Esto es también la inmigración, bestializada, y la desintegración de las clases sociales. Delincuencia, fake news, individualismo… y así todo el rato. El Jefe es Internet, una Inteligencia Artificial poderosa que se extiende. Y así todo el rato. La gentrificación, los desahucios, los despidos, las fronteras. La robotización. La alienación, la indigencia del hombre normal, todo el rato. El sueño del tonto, del ignorante. El destino del pobre y la sonrisa del rico. ¿Quiere usted una renta básica? ¿Quiere usted irse unos días de vacaciones? ¡Pues haga lo que yo le digo, joder!
¡Bienvenidos todos a casa!
Pero Don, Hannah, Karen y Peter no va a hacer lo que Ellos (¿quiénes?) digan. Don, Hannah, Karen y Peter son los hijos de la derrota de la gente normal. ¿Los suyos, quizá? ¿Los nuestros? Los herederos de las decepciones, del abandono, de la violencia física o del desamor de los hijos del baby boom, de la sociedad deshumanizada en la que vivimos. Y por eso han decidido vengarse. Matarlos a todos si es posible. A papá y a mamá también. Porque ya todo les da igual y solo quieren escapar de esta mierda. Porque son jóvenes y aún están vivos, y porque el grime mola mucho más que el trap. Los cuatro andan pisando los escombros de la civilización moderna al ritmo de esa nueva música que se escucha en todas partes. Son los No Future. Cuatro adolescentes que huyen del peor destino posible en busca de uno que ni siquiera existe y que, mientras lo buscan, nos muestran sin darse cuenta la terrible miseria humana que puebla las calles de nuestras ciudades del primer mundo. Todo ocurre en Londres, en Gran Bretaña, en estos oscuros tiempos del Brexit, de las ultraderechas, los virus, la corrupción y la globalización, pero todos haríamos bien en mirar con más atención por la ventana porque, en realidad, todo está ocurriendo justo en la acera de enfrente.
GRM BRAINFUCK (Premio Suizo del Libro 2019) es electrizante y contiene tanto sarcasmo que, algunas veces, agobia. Es un escupitajo pegajoso, un fantástico torrente de frases para el análisis y la reflexión permanente y, detrás de sus profundas, ingeniosas e inolvidables descripciones de tipo sociológico, detrás de esa épica historia adolescente, está alguien que lo ha analizado todo al detalle y que nos lo cuenta desde una posición de seguridad y de convencimiento, pero nunca de superioridad o de sentimentalista adoctrinamiento. Para qué. ¡Si solo hay que mirar bien! GRM es, por encima de todo, una verdad sombría y devastadora sobre nuestro día a día, una llamada de atención para quien quiera darse cuenta de lo que está pasando. Porque lo que nos cuenta es tan salvaje como la realidad que vivimos (o puede que un poco menos).
Y ahora, viene lo mejor. El Rock and Roll de la novela de Berg. Porque si algo tiene GRM BRAINFUCK es su estilo, claro que sí. ¿Qué otra cosa podía ser? Hablamos de quinientas páginas, ¡quinientas, joder!, de pura fragmentación y buenísima literatura. De ir y venir desde Peter hasta Hannah, de Hannah a Karen y luego de allí a Dan y otra vez a Karen y de ahí a Londres y de Londres a una horrible violación en una nave atestada de jóvenes indigentes enfurecidos y de la que saltamos, ¡hop!, hasta una oficina en la que uno de esos que nos vigilan con las cámaras de seguridad se ríe de usted y de mí. Ufff. Un no parar. Luego, ya en su cerebro, le tocará a usted masticar y masticar y masticar y masticar.
Este estilo aparentemente caótico (¡no lo es para nada!) y machacón de Sibylle Berg es el arma más letal de una novela frenética, irreverente, innovadora y transgresora como pocas se han escrito en estos últimos años. Una novela que nos narra una historia modernísima y que sirve (y sigo con el estilo) para mantenernos clavados al sillón mientras recorremos alucinados el Pasaje del Terror de nuestro tiempo, las fotografías de la barbarie que habita en los parques infantiles, en el metro, en las páginas de internet o en la otra punta del colchón de nuestra propia habitación.
Para terminar, le confesaré algo más. Mire: hay un último efecto, y del que no le hablé al principio, que suelen provocar en mí las borracheras de este calibre y es el irrefrenable deseo de repetir. Sí, ya sabe. Esas ganas locas de pasarlo mal. O de sentirme tan removido como hoy. De ponerme delante del espejo en el que se convierte un libro así y ver a través de él todos mis fantasmas. De aprender cosas sobre el mundo en el que vivo y más allá de las calles en las que me muevo. De coger fuerzas para seguir avanzando… De marearme hasta la nausea, vamos.
Sí, es cierto. Soy así de gilipollas, qué le vamos a hacer. Pero qué quiere que le diga, a mí me gustan los buenos libros. Y si son como este, pues mucho más. Solo espero no haberle manchado los zapatos con la pota de hoy y ojalá nos veamos pronto en alguna celebración así, embriagados hasta decir basta, ya sea en la vida real…o en la más pura ficción literaria.