Mi primer viaje fuera de España fue a París. Tenía once años y estaba tan preocupada por el miedo que me daba el avión que no fui capaz ni de pensar que iba a cumplir el sueño de todo niño: visitar Disneyland. Aunque, para ser sincera, a mí lo que realmente me apetecía era ver la Mona Lisa. Así de rara era yo ya con once años.
Cuando pisé el suelo de París y me monté en un taxi que nos llevó por los puentes más bellos que había visto yo en mi corta vida, decidí que viajar iba a ser una de mis grandes aficiones. Y las aficiones hay que cuidarlas. Hay que regarlas como si fueran una planta, que necesita agua y luz para crecer sana y fuerte. Ese fue el desencadenante. Ese momento fue el culpable de que yo ahora haya visitado ya nueve países, en diez viajes maravillosos.
El primer viaje que hice con Aarón, mi novio, fue a Londres. Aunque yo había estado en Inglaterra con anterioridad, trabajando de aupair, no pude conocer la capital, así que, él, sabiéndolo, me regaló aquel viaje. Por lo que nos escapamos un fin de semana que haría que inauguráramos una nueva tradición: cada año, viajaríamos a un sitio. Luego vino la multicultural Malta, la salvaje Argentina y el colorido Méjico. Y aquí estamos, en 2017, pensando cuál será nuestro siguiente destino. Ya que llevábamos dos años cruzando el Atlántico, pensamos que la mejor idea era cambiar de rumbo. Asia parecía un buen plan. Y, aunque a él le llamaba más China, a mí India hacía que me brillaran los ojos. Desde el momento en el que empezamos a mirar billetes de avión, mi imaginación comenzó a volar. Yo ya no estaba en España, estaba en mitad de Jaipur, perdiéndome entre mercaderes. Estaba en Delhi, dejándome bañar por el sol que se refleja en Qutb Minar. Estaba en Agra, observando con mis propios ojos el más precioso monumento hecho por amor que la historia ha podido conocer.
Al final, después de mucho mirar, creo que viajaremos a otro país y a otro continente. Se oyen tambores de Kenia por nuestros sueños y no sabemos si dejarnos seducir por esa melodía tan hipnótica.
Pero India siempre es un destino que he tenido en mente. Y más después de leer Guías visuales: India. En más de ochocientas páginas, encontramos cientos, miles de motivos para que este viaje esté en nuestra lista de deseos por cumplir. Sí es cierto que, varias personas que conozco que han tenido la suerte de visitar este país, coinciden en que el contraste con nuestra civilización es chocante de más. Pero también están de acuerdo en que solo de esta manera podemos llegar a apreciar lo que tenemos en España. Cuando ves un tren en el que no cabe ni un alfiler; cuando ves cómo los niños juegan con poco más que piedras; cuando sientes pena al ver cómo las mujeres son tratadas como no se debería tratar a ningún ser humano; cuando te sientes impotente al ver la pobreza que inunda cada rincón de la ciudad. Pero, en cambio, con la misma facilidad se puede ver el amor que sienten por la familia, el cuidado con el que mantienen sus ritos, la amabilidad con la que reciben a los extraños. Y todo eso hace que India sea un país de contrastes. En el que lo bueno compensa mil veces lo malo. Y del que sales sintiendo que eres afortunado por tener esa afición de viajar y poder conocer culturas tan diferentes a la tuya.
Si no cambiamos de idea, no podremos conocer India este año, pero después de soñar despierta durante tanto tiempo —cosa a lo que ha ayudado con creces esta guía repleta de fotos increíbles— tengo claro que yo quiero sentir el amor que Shah Jahan puso al diseñar una de las maravillas del mundo y, sobre todo, quiero verlo con mis propios ojos.
Ay!! Leo sobre Jaipur, la Qutb Minar o el Taj Mahal y me dan ganas de volver!!!
Y es que es tan diferente a todo… Espero que puedas ir pronto! 😉
Tiene que ser un lugar increíble. Ya me había hecho a la idea, pero Kenia es un destino inolvidable. Algún día veré el Taj Mahal con mis propios ojos, eso espero 🙂