Marina L. Riudoms siempre ha estado vinculada al mundo de las letras. Ha trabajado en el sector editorial para Glénat, José Juan Olañeta y Penguin Random House y el periodístico en revistas como La Tribu, Revista Lateral o PlayGround. Y, aunque desde muy pequeña se ha dedicado a la escritura literaria, no ha sido hasta ahora, con Había una fiesta, que se ha atrevido a publicar su primera novela. Conozco a Marina gracias a las redes sociales y enterarme de la publicación de este libro ha sido una genial sorpresa. Tenía bastantes ganas de recibirlo y ponerme con él. Ese fue uno de los motivos por los que devoré la novela en un día, pero hay más, por supuesto.
Las protagonistas de Había una fiesta son Nadia, Jero, María y Paula. Tienen dieciocho años, son jóvenes, están llenas de vida y de ganas de comerse el mundo y deciden pasar unos días de verano en la costa de Nápoles. Hasta aquí todo normal. ¿verdad? Quizás sí. Quizás para nosotros no tenga nada de extraño, pero me temo que aún hay gente que se cuestiona si es seguro que cuatro chicas jóvenes viajen solas, da sole, a un país extranjero. Obviamente, no están solas. Viajan solas, pero están acompañadas. Sin embargo, desgraciadamente, todos entendemos qué quiere decir ese “solas”. Al leer la novela me he acordado de Marina Menegazzo y María José Coni, las dos turistas argentinas que viajaban “solas” y que fueron asesinadas en Ecuador hace tres años. Resulta increíble que a estas alturas sucedan estas cosas. Que dos mujeres, tres o cuatro, necesiten la compañía de un hombre para que la sociedad no considere que están viajando, pobrecitas, solas. Que esto cause desgracias como el asesinato de las dos chicas argentinas. Que tengamos que seguir luchando, también, por esto.
Como os decía, las cuatro protagonistas viajan solas, pero acompañadas, a la costa napolitana. Van a ser unos días perfectos: playa, fiestas y relax. Un colofón maravilloso para un final de curso. Sin embargo, lo que debería ser una transición ligera a la vida adulta, acaba por convertirse en una experiencia traumática que las hará madurar de golpe y tendrán que enfrentarse a decisiones que, quizás, todavía no les corresponden.
Es imposible no sentirse identificada con estas chicas, con sus conversaciones ligeras, y de vez en cuando transcendentales, sobre música, sexo, religión o sus propios futuros. Es difícil no conectar con la prosa fresca y ágil de Marina. Ya os dije que el libro me duró un día y eso también es mérito de la voz de Marina. Otra cosa que me ha gustado ha sido la playlist de canciones que encabezan los capítulos del libro: una delicia.
Había una fiesta podría haber sido un libro de verano, sin más. De esos que lees para desconectar un poco de la rutina y de otro tipo de lecturas, pero es bastante más que todo eso. Este libro es un canto maravilloso a la amistad, un grito de guerra que aborda, desgraciadamente, uno de los problemas de la sociedad actual a los que las mujeres aún tenemos que enfrentarnos. Y en el fondo, es una lástima que tenga que ser así, pero también una alegría porque hay gente valiente, como Marina, que todavía se atreve a poner las cartas sobre la mesa.